Las razones que justifican sancionar a los deportistas rusos tras la invasión a Ucrania

Marta Kostyuk
La tenista ucraniana Marta Kostyuk (54 en el ranking de WTA) se mostró triste tras no haber recibido mensajes de apoyo de sus colegas

“Honestamente, en el estado mental en el que me encuentro, fue muy duro salir a la cancha”, declaró la tenista ucraniana Marta Kostyuk, (N°54 del ranking mundial WTA), en su excursión por el torneo de Indian Wells (EE.UU).

Y continuó diciendo: “Es muy decepcionante que ninguna jugadora rusa haya venido a decirme que lamenta ver lo que su país está infligiendo al mío. Han muerto más civiles ucranianos que soldados, y entre ellos niños, es terrible. Una jugadora me edonvió un mensaje de texto. Otra vino a charlar conmigo, pero nadie me dio apoyo ni me preguntó cómo estaba. Es impactante”.

“No se trata de política, se trata de seres humanos. Me duele, me duele cuando llego aquí y veo a estas jugadoras, cuando las escucho decir que su principal problema es no poder transferir su dinero o ese tipo de cosas. Es inaceptable”, concluyó Kostyuk, de diecinueve años.

Los torneos de la ATP y la WTA que se iban a celebrar en Moscú en octubre fueron suspendidos y la Federación Internacional de Tenis (ITF) prohibió tanto a Rusia como a Bielorrusia participar en las eliminatorias de las Copas Davis y Billie Jean King.

En cambio, los tenistas de ambos países están habilitados para competir individualmente por torneos ATP y WTA, sin exhibir bandera u otros símbolos nacionales.

“No estoy de acuerdo con las medidas que se han tomado. Miren los otros deportes, miren los grandes deportes, lo que han hecho, no se puede ser neutral en esto”, criticó Kostyuk.

La tenista se refería, entre otros, a las medidas tomadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) que recomendó a las federaciones deportivas prohibir la participación de atletas rusos y bielorrusos en las competencias internacionales por haberse violado la “tregua olímpica” por parte de ambos países.

El comunicado avalado por el Comité Ejecutivo declara que el fin es “proteger la integridad de las competencias deportivas mundiales y la seguridad de sus participantes”. Y agrega: “La guerra actual en Ucrania pone al Movimiento Olímpico en un dilema. Mientras que los atletas de Rusia y Bielorrusia podrían continuar participando en eventos deportivos, muchos atletas de Ucrania no pueden hacerlo debido al ataque a su país”.

Esta exhortación provocó un efecto en cascada con múltiples sanciones “inmediatas y hasta nuevo aviso”.

La FIFA, la UEFA y la Euroliga pronto se unieron al boicot. Rusia quedó descartada para la repesca del Mundial de Qatar 2022, sin su representante en la Liga Europa (Spartak Moscú), y sin competencia para sus equipos de baloncesto en la Euroliga (CSKA Moscú, Zenit San Petersburgo y Unics Kazan).

Minuto tras minuto se adhirieron más federaciones internacionales: Bádminton (BWF), Taekwondo (World Taekwondo), Natación (FINA), Rugby (World Rugby), Remo (World Rowing), Voleibol (FIVB), Tenis de Mesa (ITTF), entre otras.

selección de fútbol de Rusia 1920
La selección rusa de fútbol fue descartada para la repesca del Mundial Qatar 2022 (Gettyimages)

Algunas federaciones optaron por canjear la “suspensión inmediata y hasta nuevo aviso” por una habilitación temporaria a los atletas para que puedan competir como neutrales, sin símbolos, bandera o himnos.

En un acto simbólico, la Federación Mundial de Taekwondo (WTF) le retiró a Vladimir Putin el cinturón negro honorífico de 9º dan (gran maestro).

En 2019, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) había suspendido a Rusia de las competencias internacionales, basada en el informe del abogado canadiense Richard McLaren. Tras una investigación de 5 años, se tuvo por acreditada la connivencia del Estado ruso, (Ministerio de Deportes y el Servicio Federal de Seguridad), mediante un plan sistemático ideado para falsificar controles antidopajes de los atletas, haciendo desaparecer a centenares de informes positivos.

No caben dudas de que los ciclos históricos suelen repetirse: pandemias, desastres naturales, movimientos revolucionarios y guerras.

Un antecedente no tan cercano nos sitúa en el siglo pasado tras la Segunda Guerra Mundial, en plena efervescencia de una corriente de persecución contra la población negra, entre otras etnias.

El 19 de noviembre de 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución donde se declaraba que “está entre los intereses superiores de la humanidad el poner fin inmediatamente a las persecuciones y manifestaciones de prejuicio religioso como del que se ha dado en llamar racial”.

También se invitaba “a los gobiernos y autoridades responsables a que actúen de acuerdo tanto con el espíritu como con la letra de la Carta de las Naciones Unidas (ONU) y tomen con este fin las medidas más rápidas y enérgicas”.

Pero fue recién en la década de 1960 que la ONU impulsó una campaña para alentar a gobiernos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y a particulares, a fin de aplicar medidas de aislamiento al régimen sudafricano y sus partidarios.

Una vanguardia integrada por escritores, artistas, músicos y deportistas inspiraron una movilización contra el apartheid y en apoyo de la liberación, con el rango de observadores. Esa campaña ayudó a persuadir a los principales socios comerciales de Sudáfrica para que le impusieran entre otras restricciones, un embargo de armas.

En un acto simbólico, la Federación Mundial de Taekwondo (WTF) le retiró a Vladimir Putin el cinturón negro honorífico de 9º dan
En un acto simbólico, la Federación Mundial de Taekwondo (WTF) le retiró a Vladimir Putin el cinturón negro honorífico de 9º dan (SPUTNIK/)

En 1968, causó revuelo la cancelación de una muy anunciada gira por Sudáfrica programada por el Marylebone Críquet Club (MCC).

Este legendario club más conocido como “Lord´s”, fundado en Londres en 1787, es el creador y custodio de las leyes del juego.

El escándalo fue mayor al conocerse el verdadero motivo de la cancelación. Basil D´Oliveira, un reconocido jugador de criquet “de color”, nacido en Ciudad del Cabo, descendiente de indígenas y portugueses, fue duramente resistido por las autoridades sudafricanas porque iba a integrar la delegación inglesa que debía enfrentar al equipo de Sudáfrica, en el que todos eran blancos.

El entonces líder del Partido Nacional, B.J. Vorster, acusó al club londinense: “El MCC no es el club de Marylebone, es el equipo del movimiento antiapartheid”.

En los inicios de 1968, cuando el caso D´Oliveira comenzó a tener repercusión en Gran Bretaña, la Asamblea General de la ONU convocó al boicot de todos los equipos deportivos de Sudáfrica organizados bajo las premisas del apartheid.

Anteriormente, en 1961 la FIFA suspendió a la Asociación de Fútbol de Sudáfrica por sus políticas segregacionistas y Sudáfrica fue excluida de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964.

Durante las décadas de los ´70 y ´80, el rugby sudafricano también sufrió una gran presión de la opinión pública en contra del apartheid, quedando en situación de aislamiento internacional en lo económico, social, cultural, ético y deportivo.

Así fue que en la Declaración Internacional contra el Apartheid en los Deportes, (Asamblea General el 14 de diciembre de 1977), se reafirmó la necesidad de eliminar rápidamente la práctica del apartheid adoptando “las medidas necesarias y más eficaces”, a la par de “fomentar los contactos deportivos internacionales basados en el principio olímpico de no discriminación”.

Para las organizaciones deportivas, equipos o deportistas que participaran en competencias con países adherentes al apartheid, se establecieron las siguientes pautas:

Chester Williams, jugador de rugby de Sudáfrica, fue uno de los abanderados en la lucha contra el racismo en sus país
Chester Williams, jugador de rugby de Sudáfrica, fue uno de los abanderados en la lucha contra el racismo en sus país (Andy Hooper/ANL/Shutterstock/)

-Negarse a prestar cualquier clase de asistencia financiera.

-Restringir el acceso a las instalaciones deportivas nacionales.

-No reconocer validez a ningún contrato deportivo elaborado según las bases de selección del apartheid.

-No conceder honores o premios nacionales y retirar los que se hubieran otorgado.

-No celebrar recepciones oficiales en honor de tales equipos o deportistas.

-No conceder visados a los representantes ni permitir su ingreso al país.

-Asegurarse que “todo país que practique el apartheid sea expulsado de las organizaciones deportivas internacionales y regionales”.

-Impedir sanciones financieras o de otra índole a las organizaciones afiliadas que “se nieguen a participar en acontecimientos deportivos con un país que practique el apartheid”.

Tal vez ha llegado la hora de reeditar el añejo paradigma que dio vida a la titánica lucha contra la discriminación racial, destinado en esta crucial instancia a preservar la paz mundial.

En la Carta de las Naciones Unidas (San Francisco, 26 de junio de 1945), se convocó a “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana”.

Sin embargo, esa declaración de principios universales -salvo en lo referido al apartheid- no ha cobrado vigor en “tratados especiales” dentro de la comunidad internacional, que podrían servir para encuadrar desde una visión humanitaria la problemática de los deportes en tiempos de guerra.

En el libro de Hannah Arendt “Eichmann en Jerusalén” (1963) queda documentado el juicio contra el criminal nazi encargado de la logística para transportar a los judíos a los campos de exterminio.

La autora se vale del concepto “banalidad del mal” para describir el perfil de Eichmann.

“Que el mal lo hacen la mayor parte de las veces, aquellos que no se han decidido o no han decidido actuar ni por el mal ni por el bien. Lo más grave en el caso era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos o sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales” señala Arendt.

Siya Kolisi, primer capitán negro de los Springbocks en la historia
Siya Kolisi, primer capitán negro de los Springbocks en la historia (EDGAR SU/)

¿Es justo sancionar a los deportistas por hechos que son generados por la clase dirigente de sus países?

¿Son cómplices o partícipes de una declaración de guerra?

Los interrogantes planteados son de muy difícil resolución en el plano teórico.

En un ensayo por dar algunas respuestas, debe marcarse que el deporte súper profesional no puede ni debe estar ajeno a los efectos colaterales de una guerra.

Las sanciones aplicadas a los deportistas rusos que les prohíbe vestir la camiseta, exhibir la bandera y los colores ni cantar el himno del país, son puramente simbólicas.

Es indispensable afianzar la tendencia actual del COI y otras entidades por reprobar los conflictos armados, pasando de los mensajes declarativos a las acciones más concretas y con mayores restricciones.

Un nuevo un estándar permanente para el deporte debería proponer la paralización inmediata y hasta nuevo aviso de las grandes competencias deportivas. Esta decisión reforzaría el grado de contribución del deporte a favor de la “no tolerancia” ante cualquier clase de lucha armada.

Hoy el mundo deportivo sigue girando sin parar como en la época de los combates de gladiadores en el Coliseo romano. Resulta insensible y contradictorio ver por la TV el atrapante match Nadal vs. Kyrgios en la cancha principal de Indian Wells mientras que al cambiar de canal se muestra el horror y la desolación de la guerra entre rusos y ucranianos.

“No quiero hablar de culpables o de cuál es el problema, pero sea como sea a estas alturas y en el siglo en que estamos, me parece increíble que haya guerras”, había dicho Rafael Nadal al inicio del avance ruso sobre Ucrania.

“Te rompe el corazón ver cuántas personas inocentes han sido afectadas por esta violencia y seguirán siendo afectadas”. dijo la bielorrusa Victoria Azarenka, quien en medio de un partido rompió en llanto tras conocerse que le habían borrado sus perfiles en las redes sociales por twittear en contra de la invasión.

Mientras el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) rechazaba un recurso de la Unión de Fútbol de Rusia (UFR) ratificando la exclusión de su seleccionado del Mundial de Qatar 2022 por causa de “la operación militar especial” en Ucrania, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), inhabilitó por seis meses al gran maestro ruso Sergey Karjakin, por publicar en sus redes sociales mensajes de apoyo a Putin.

La Comisión de Ética y Disciplina de la FIDE consideró culpable en primera instancia a Karjakin por “el número considerable” de reacciones negativas en las redes, que dañan no sólo la reputación del ajedrez y de la FIDE, sino también la del propio ajedrecista.

El rol de los deportistas de élite cobra relevancia. Las acciones de los gobernantes de turno -así como los favores y las amenazas- también les alcanza a ellos. Ante semejante nivel de exposición, no existe margen para la complicidad.

No es justo ni razonable que mientras el ruso Daniil Medvedev sigue sumando puntos para el ranking ATP y premios por cientos de miles de en dólares, muchos otros deportistas ucranianos dejan de competir para alistarse a las fuerzas nacionales. El silencio del actual número 2 del tenis mundial es un signo de indiferencia y falta de solidaridad hacia sus colegas.

A través de las redes sociales se está cimentando una nueva forma de defensa colectiva. Los crímenes de guerra ya no pueden ocultarse debajo de la alfombra.

Las reglas del juego son la quinta esencia de los deportes pero la realidad muchas veces inclina la balanza hacia el lado más cruel y menos placentero.

Está reconocido que no existen “derechos absolutos” ni aun en tiempos de paz. La guerra provoca incertidumbre, destrucción y muerte, junto con la suspensión indefinida o daños irreparables a los derechos humanos de quienes sobreviven. Ante un conflicto bélico que pone en riesgo tanto la vida como la economía del mundo globalizado aparece como insensato declarar la inmunidad del deporte como si fuera una excepción a la regla, continuando su programación como si nada malo pasara.

En base al principio superior de solidaridad entre los pueblos, cabe poner atención al estado de indefensión de cientos de miles de víctimas, niños huérfanos, mujeres y hombres mutilados o sepultados, familias desmembradas y hambrientas forzadas al exilio.

Por razones humanitarias, la gran maquinaria del deporte profesional debería ahora mismo detenerse bajo la proclama universal de ¡Stop War! hasta que el fuego de la guerra se apague definitivamente.

(*) Daniel Roberto Viola es abogado U.B.A. y director de Iusport.com Latinoamérica.

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