Carlos Menem había derrotado a Antonio Cafiero en la interna peronista y viajó a Francia para mantener una reunión secreta con dos enviados especiales de Muamar Khadafi. El candidato a presidente del peronismo aterrizó en París y tomó café con los representantes del dictador libio, un enemigo mortal de los Estados Unidos.
Khadafi pretendía comprar unidades del misil Cóndor, un vector desarrollado por la Fuerza Aérea que permitía cierta defensa militar. El cónclave fue un fracaso completo: los negociadores sólo hablaban árabe, y Menem era incapaz de hilvanar una frase completa en el idioma de sus ancestros.
La reunión secreta se pactó en Italia. Menem llegó a un hotel histórico en Roma, y aportó a un amigo que ofició de traductor informal. Cerraron el negocio y Menem se comprometió a entregar los misiles Cóndor cuando llegara a la Casa Rosada. Khadafi creyó en la palabra del entonces gobernador riojano y adelantó dos millones de dólares que sirvieron para financiar la campaña del peronismo.
Menem asumió a principios de julio de 1989 y en septiembre viajó a una reunión del Movimiento de Países no Alineados en Belgrado. Domingo Cavallo acompañó como canciller al presidente peronista y juntos se encontraron con Khadafi en la sede diplomática de Libia.
La reunión fue breve y Menem se negó a entregar los misiles que había prometido durante la campaña electoral. Khadafi estaba molesto y terminó de perpetuar su irritación cuando el presidente argentino desplegó su teoría de la “Cañita Voladora”.
Es decir: Menem explicó al dictador libio que no podía cumplir con su palabra debido a que, supuestamente, el misil Cóndor tenía la consistencia, velocidad y efectividad bélica de una cañita voladora. El presidente concluyó con su argumentación y el cónclave terminó en un instante.
Años más tarde, en su libro El peso del poder, Cavallo recordó la reunión que observó como canciller argentino en septiembre de 1989: Khadafi “dejó en claro que había apoyado la campaña electoral de Menem como contrapartida a la promesa de entrar en negociaciones para la exportación del misil argentino Cóndor a Libia. Menem contestó con evasivas, y reprodujo la teoría de la ‘cañita voladora'”, escribió Cavallo en su libro autobiográfico.
Irán y Siria
Antes de las elecciones presidenciales, Menem también viajo a Damasco, adonde se reunió con Bashar al Assad. El dictador sirio trató de manera despectiva al futuro presidente argentino y el clima del encuentro terminó capotando cuando analizar las próximas elecciones en Estados Unidos. Menem juraba que Michael Dukakis -demócrata- vencería a George H. W. Bush, que era el candidato republicano además de ocupar la vicepresidencia de los Estados Unidos.
“Usted está equivocado, va a ganar Bush”, le dijo Al Assad a Menem, minutos antes de terminar la reunión que se había convocado para negociar la construcción de dos centrales nucleares en Medio Oriente: una en Siria y la otra en Irán.
El candidato a presidente se había comprometido frente a Al Assad de aportar el uranio necesario para la supuesta construcción de esas dos centrales nucleares, una decisión política que podía quebrar la estabilidad geopolítica en la región.
Irán y Siria querían tener sus propias bombas atómicas, y Menem se prestaba al juego si a cambio los dos regímenes fundamentalistas aportaban sus millones de dólares para su campaña presidencial.
Terence Todman, el virrey
El embajador de los Estados Unidos, Terence Todman, ya había viajado a Buenos Aires durante la dictadura militar y llegaba a la Argentina después de ejecutar su maestría diplomática en la transición española.
Todman y Menem se volvieron compinches. El presidente argentino tenía admiración por el embajador americano, y el embajador americano estaba seducido por la audacia e improvisación del presidente argentino. Los dos transformaron al país en socio estratégico de los Estados Unidos cuando caía el Muro de Berlín, implosionaba la Unión Soviética y se redacta el denominado Consenso de Washington.
El embajador americano alertó a su amigo argentino acerca de las consecuencias geopolíticas que podía pagar si seguía vinculado al eje Libia-Siria-Irán. Menem se hacia el distraído hasta que se filtró un dossier de la embajada de los Estados Unidos que describía los pedidos de coimas que ejecutaban los familiares del presidente para “facilitar” trámites aduaneros, cónclaves fuera de agenda en la quinta de Olivos o decretos a la medida del aportante ilegal.
Menem entendió la señal de Todman y giró 180 grados. Se olvidó de Khadafi, cerró los canales opacos con Irán y dejó de responder a la agenda que pretendía imponer Siria a la Casa Rosada.
En los archivos de la Cancillería aún están los cables secretos enviados por los diplomáticos argentinos en Teheran y Damasco alertando sobre la tensión que se acumulaba en ambos regímenes fundamentalistas.
Una y otra vez, hasta principios de 1992, Menem y ciertos amigos de origen árabe recibieron mensajes exigiendo que el presidente cumpliera con sus promesas a Libia, Siria e Irán. La Casa Rosada se mantuvo en silencio, y el 17 de marzo de 1994, hubo un ataque terrorista a la embajada de Israel en la Argentina.
Menem aseguró que castigaría a los terroristas fundamentalistas y guardó refugió en su alianza estratégica con Estados Unidos. Se plegó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), envió armas a Croacia y cumplió los parámetros económicos y financieros del Consenso de Washington.
Mientras tanto, los mensajes amenazantes desde Libia, Siria e Irán continuaban llegando a Balcarce 50. Menem soslayó los reclamos y prefirió cortar los lazos con sus financistas electorales. Creyó que no habría otro ataque terrorista, pensó que la cuenta estaba saldada con la voladura de la embajada israelí.
Se equivocó: el 18 de julio de 1992, a las 9.53 de la mañana, una camioneta Trafic cargada de amonal se estrelló contra la AMIA. Murieron 85 personas y cerca de 300 quedaron heridas. Menem está libre de culpa y cargo.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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