
Con una agenda compartida contra el ajuste, el FMI y a favor del aborto legal, las distintas listas de izquierda competirán en las primarias de este domingo para capturar el voto “anti sistema” y el de los desencantados con los partidos mayoritarios. Sin chances reales de pelear por la presidencia, el centro del interés estará en observar si habrá un avance de los votos de las fuerzas anticapitalistas tras una campaña marcada por una fuerte polarización entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos y la crisis económica.
En este espectro ideológico, la disputa inmediata se dará entre tres actores protagónicos: el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT-Unidad), que encabeza Nicolás del Caño, el Nuevo MAS de Manuela Castañeira, y Autodeterminación y Libertad, la agrupación del ex dirigente troskista Luis Zamora.
El FIT-Unidad llega a la elección con varios cuerpos de ventaja en relación a las otras listas que promueven un proyecto de ruptura con la economía de mercado. Desde su lanzamiento en 2011, la alianza política creció en votos en todos los comicios en los que compitió y consiguió tener alcance nacional.
Si alguna vez fue un desafío juntar el 1,5% de los votos que exigen las PASO para llegar a octubre, esa inquietud es una historia superada. El espacio se consolidó. En 2017, el FIT logró su mejor elección al conseguir 1.300.000 millones de votos y más de 40 cargos electivos en todo el país, tomando en cuenta diputados nacionales, legisladores provinciales y representantes municipales.
La alianza integrada por el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Izquierda Socialista (IS), Poder Popular, Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) y Convergencia Socialista sumó en este proceso electoral un nuevo eslabón, con la incorporación del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). El partido de Vilma Ripoll fue perdiendo peso tras su apoyo al reclamo de la Mesa de Enlace durante el conflicto por la Resolución 125 en 2008, pero aún cuenta con capacidad suficiente de dividir el voto de la izquierda en algunos distritos.
Para las PASO, el FIT-Unidad se propone seguir con la apuesta de crecer en los márgenes y punto a punto en su caudal de votos.
En otros comicios recientes, la alianza sorprendió en provincias como Mendoza o Jujuy, donde superó los dos dígitos en total de votos. En 2013, Salta fue bautizada como “la troska”, cuando el Partido Obrero obtuvo el primer lugar con el 26,7% de los sufragios. Pero ese fenómeno particular se desinfló con el tiempo.
El 2019 aparece como un escenario hostil. En la mayoría de las elecciones desdobladas a nivel provincial, el Frente de Izquierda tuvo un fuerte retroceso. Una de las caídas más significativas se dio en Córdoba: registró una caída del 40% en votos en relación a 2015, lo que significó perder dos legisladores locales.
Los dirigentes interpretan que esa tendencia descendente se explica por el predominio del “voto útil” que genera la polarización. Por ahora no tuvo éxito en traccionar los votos del electorado que se disputa con el Frente de Todos.
Pero la otra interpretación de los malos resultados de 2019 es la distribución desigual que existe en el interior del país por los recursos de campaña. En el FIT creen que en las elecciones nacionales están en mejores condiciones para competir y obtener un mejor desempeño.
En la provincia de Buenos Aires, intentarán renovar la banca rotativa conseguida en 2015 por Néstor Pitrola. En la Capital Federal, las primarias serán el primer “test” que permitirá relevar si hay chances para acceder a su primera banca nacional porteña con la lista que encabeza Myriam Bregman. Hace dos años, la abogada de derechos humanos tuvo un corte de boleta significativo cuando se postuló para la Legislatura porteña, por lo que ahora intentará arrastrar esos votos.

El principal obstáculo para conseguir esa ansiada banca porteña es Luis Zamora, de Autodeterminación y Libertad. Su candidatura es una cuña en el electorado de izquierda. En su historial, Zamora alcanzó un pico de 12% de votos en 2003, cuando se presentó como jefe de Gobierno porteño. Si bien desde entonces no pudo recuperar volumen, AyL reunió en 2017 unos 82.977 votos (4,3%) en la categoría de Diputados, con apenas una campaña de muy bajo perfil.
Cada año, el FIT-Unidad convoca a Zamora para que se integre a su alianza. El cálculo es simple: si se suman los votos de Zamora y de la coalición trotskista, la izquierda podría sumar una o más bancas en el Congreso. Pero el ex diputado siempre rechazó esas tentativas por diferencias de programa. “Proponemos dos caminos opuestos: la izquierda clásica se postula como una dirección alternativa a la vieja dirigencia, mientras que desde AyL proponemos que los pueblos se dirijan a sí mismos“, señaló Zamora en un comunicado.
En los comicios, la agrupación de Zamora busca renovar una de sus dos bancas en la Legislatura porteña, que ocupa el licenciado en Filosofía Fernando Vilardo. En el resto del país no tiene personería jurídica para competir, por lo que impulsa un corte de boleta en la categoría presidencial para Nicolás del Caño o Manuela Castañeira, del Nuevo MAS.

Castañeira aún intenta hacer pie en el mapa político de la izquierda. Tras fracasar en su pedido por competir en una PASO con Nicolás del Caño, la socióloga y trabajadora no docente de la Universidad de San Martín (UNSAM) hizo una campaña centrada en el feminismo y la particularidad de ser la única precandidata mujer a presidente que compulsará en las urnas.
En términos de metas, la intención es superar el umbral del 1,5% de los votos que fijan las primarias. Creen que llegarán al piso “proscriptivo”. La tarea no es sencilla, ya que en las presidenciales de 2015 el objetivo no se alcanzó: solo pudo reunir el 0,46 por ciento de los sufragios.
El Nuevo MAS irá con boleta completa en 11 de las 24 provincias, mientras que en el resto solo estará la nómina presidencial. Puertas adentro del partido hay un balance positivo en torno la instalación de la figura de “Manuela”. Pero el objetivo era modesto.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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