El escenario se dio de manera sorpresiva, como una tormenta fuera de presupuesto. Las llaves de la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana muestran que no quedó ningún equipo argentino en pie, tras las eliminaciones de River, Boca, Racing, Independiente, Rosario Central y Defensa y Justicia a manos de equipos brasileños en los cuartos de final y los octavos de final de ambas competencias. En esas instancias, los conjuntos argentinos perdieron seis encuentros y no ganaron ninguno, una situación impensada pero que -a decir verdad- también tiene su razón de ser. Cada vez hay más diferencias a nivel económico entre un fútbol y otro, más allá de que este mismo año también se produjeron victorias argentinas resonantes en el eterno mano a mano entre ambos países: la final de la Copa América que le dio el título a la Selección en el Maracaná después de 28 años sin vueltas olímpicas en mayores, en julio, y la obtención de la Recopa Sudamericana por parte del modesto Defensa y Justicia ante Palmeiras, el último campeón de la Libertadores, en abril.
Existen datos bien elocuentes como para dejar en claro que este predominio de los equipos brasileños en las actuales ediciones de la Libertadores y de la Sudamericana mucho tiene que ver con las realidades de los campeonatos locales de ambos países y del poderío económico de un fútbol y del otro. Mientras el brasileño es el fútbol más rico de la región por el reparto de dinero de la televisión y la presencia de cada vez más jugadores de renombre internacional en sus equipos, el argentino deambula con un formato poco atractivo cuya prioridad es que los clubes puedan equilibrar sus castigadas tesorerías.
Las llaves de la Libertadores marcan que tres de los cuatro semifinalistas son brasileños. Palmeiras enfrentará a Atlético Mineiro el 21 y el 28 de este mes, y Flamengo se medirá con Barcelona de Ecuador, todo un intruso, el 22 y el 29.
La Sudamericana, en tanto, tiene dos semifinalistas brasileños (Red Bull Bragantino y Athlético Paranaense), uno uruguayo (Peñarol) y uno paraguayo (Libertad). Bragantino enfrentará a Libertad el 22 y el 29 de este mes, y Peñarol y Paranaense chocarán el 23 y el 30.
¿Cuándo fue la última vez en la que no hubo equipos argentinos en las semifinales de ambos torneos? En 2006, hace ya quince años. En este 2021, Mineiro eliminó primero a Boca y luego a River, San Pablo dejó en el camino a Racing y Flamengo puso de rodillas a Defensa y Justicia en la Libertadores. En el marco de la Sudamericana, Santos fue el verdugo de Independiente y Bragantino venció a Rosario Central.
River y Boca, los dos clubes más importantes de Argentina, perdieron calidad y sufrieron una depreciación de su plantel en el último año y medio. Como contrapartida, los equipos brasileños se refuerzan con jugadores destacados del continente y con otros con pasado en Europa, como Mineiro con Ignacio Fernández y Diego Costa, exgoleador del Atlético Madrid de Diego Simeone. Flamengo mantiene casi el mismo plantel que en 2019 le ganó la final de la Libertadores a River, en Lima, y recientemente incorporó a Andreas Pereira y a Kenedy, dos futbolistas que llegaron desde Europa. Pereira desembarcó en Flamengo tras su paso por Valencia, Manchester United y Lazio. Y Kenedy, quien debutó en Fluminense en 2013, tuvo un periplo europeo que incluyó pasos por Chelsea, Watford, Newcastle, Getafe y Granada.
En Argentina, el club que estuvo más activo en el último mercado de pases fue Boca. Pero no para sumar estrellas ni jugadores capaces de vender una entrada por sí solos, sino para incorporar en la mayoría de los casos a futbolistas cuya adaptación al club es una incógnita: el peruano Luis Advíncula, Esteban Rolón, Juan Ramírez (el de mejores rendimientos en sus primeros partidos), Norberto Briasco y Nicolás Orsini. En el mercado anterior, River había hecho algo similar con los desembarcos de Alex Vigo, Jonatan Maidana (uno de los principales referentes del ciclo de Marcelo Gallardo), David Martínez, Agustín Palavecino, José Paradela y Agustín Fontana.
La desvalorización del peso argentino en relación con el dólar es un tema que les pone los pelos de punta a los dirigentes de los equipos de la Liga Profesional de Fútbol. Cristian Malaspina, el presidente de Argentinos Juniors, escribió en su cuenta de Twitter el 18 de agosto: “La TV es el principal ingreso de la mayoría de los clubes argentinos; en 2017 el contrato representaba 100 millones de dólares billete al año; en 2021 representa 43 millones de dólares billete al año. Sin plata no hay jerarquía, no busquen más: hay que actualizar!”, dijo al reclamar un aumento en los ingresos por los derechos de televisación de los partidos.
En Brasil, los clubes de la máxima categoría perciben un total de 325.000.000 de dólares: ocho veces más que los de Argentina. Los dirigentes de Primera División se reunieron recientemente para abordar próximamente el tema de un pedido de aumento a las empresas dueñas de los derechos de televisión.
El formato del campeonato argentino tampoco colabora con la causa: hay 26 equipos, que se transformarán en 28 el año próximo. Recién en 2022 habrá descensos, los equipos tienen cada vez menos figuras y las tribunas vacías por la pandemia le dan forma a un cóctel que queda en desventaja ante el campeonato brasileño, compuesto por 20 equipos. El argentino es uno de los seis campeonatos en todo el mundo que tienen más de veinte equipos. Los otros cinco son los de Venezuela, con 21; Kiribati, con 23; Libia y Guinea Ecuatorial, con 24; y la MLS (compiten equipos estadounidenses y canadienses), con 27. Al menos, el torneo argentino exhibe una gran paridad, parece abierto para que lo gane cualquiera y está lejos de mostrar una polarización entre River y Boca en la lucha por el título.
La comparación entre el dinero que reparten la Copa Argentina y la Copa Brasil es poco menos que inverosímil. River, el último campeón de la Copa Argentina, cobró al ganarla en 2019 un total de 14.400.000 de pesos argentinos, el equivalente a 228.000 dólares de entonces, ya que el dólar estaba a 63 pesos argentinos. Palmeiras obtuvo la Copa Brasil 2020 en marzo de este año y se quedó con 67.000.000 de reales, es decir unos 12.000.000 de dólares. Solo para contextualizar: el equipo que este año gane la Libertadores, embolsará un total de 28.550.000 dólares.
El gran problema para el fútbol argentino es que la diferencia económica entre los próximos campeones se ampliará todavía más por culpa de una inflación anual que ya bordea el 50% y por la constante desvalorización del peso argentino. En Argentina, los clubes firman contratos con los futbolistas que se cobran en pesos y con topes para el dólar. Por eso los clubes sufren cada vez más la voluntad de los futbolistas de irse a jugar a otros mercados para cobrar en dólares o en euros. Y además ya no pueden comprar figuras como, por caso, hizo River a principios de 2018 al pagar alrededor de 14.000.000 de dólares por Lucas Pratto, uno de los principales héroes que tuvo en la final de la Libertadores ante Boca en Madrid. “Avisáme si encontrás un club argentino que gaste más de cinco millones de dólares para incorporar a un jugador”, desafía, en diálogo con Infobae, uno de los principales dirigentes de uno de los tantos equipos argentinos que hoy busca enderezar su rumbo económico.
La organización de los calendarios es diferente y está claro que en Brasil se juega mucho más que aquí: los equipos de ese país disputan alrededor de 80 partidos al año, contra los 50 o 60 encuentros que juegan aquí. En Brasil el año comienza con los torneos estaduales y en abril pone primera el Brasileiraro. Los equipos salen a la cancha tres veces por semana y nadie se queja: lo viven con naturalidad. Aquí hay una cultura diferente: a los futbolistas les cuesta mucho aguantar físicamente tres encuentros en siete días y por eso los técnicos apelan mucho a la rotación. Otro de los detalles que marcan una diferencia entre un mercado y el otro.
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