Hay que reconocerles imaginación a los críticos del cristianismo. En el afán por negar la aportación esencial de esa religión a nuestra civilización, apelan a los argumentos más disparatados. En estos días, se evoca un nuevo aniversario de un acontecimiento que modeló la historia, independientemente de que se crea o no en la naturaleza divina de Jesús.
Pocos días antes de la Pascua, Fernando Bermejo Rubio (en adelante, FBR), que se presenta como experto en época herodiana y cristianismo antiguo, no encontró mejor argumento para criticar la Semana Santa que afirmar que los cristianos no se preocuparon nunca por averiguar la identidad de los dos infelices que fueron crucificados junto a Jesús. La mentira es flagrante y el planteo risible, pero como en estos temas el olvido -interesado o no- y en ciertos casos también la ignorancia están tan extendidos vale la pena puntualizar algunas cosas.
En su artículo publicado como tribuna en el diario El País el 3 de abril pasado (con el pomposo título “La identidad de los crucificados en el Gólgota: lo que una investigación histórica descubre sobre la muerte de Jesús”), FBR sostiene que hay “algo intelectual y éticamente inquietante en la celebración de la Semana Santa”, afirmación que, si estuviese referida a cualquier otra religión, causaría escándalo, pero ya sabemos que a la civilización occidental le gusta autoflagelarse y por eso se ataca a sí misma en uno de sus pilares.
“Lo preocupante -agrega conmovido el experto- es el hecho de que no sean recordadas las crucifixiones de esos otros que padecieron también bajo Poncio Pilato”.
A continuación colma ese olvido informando que, “junto al galileo, hubo dos ejecutados más: en el Gólgota tuvo lugar una crucifixión colectiva”. Y reflexiona: “Por alguna razón, empero, el afán de recordación resulta aquí llamativamente selectivo, pues no se extiende a esos otros desdichados”. Parece increíble que haya que señalar que esto se debe a la sencilla razón de que la fe cristiana se sostiene en la afirmación de que el crucificado era el Hijo de Dios, algo que, a dos siglos de proclamado, a él le resulta “llamativo”…
Por otra parte, es falso que la Iglesia no haya indagado sobre la identidad de estos crucificados, como explicaré más adelante.
Antes señalo que las especulaciones de FBR, aunque desopilantes, deben ser vistas como un progreso: antes los agnósticos ponían en duda la existencia histórica de Jesús; ahora en cambio se preocupan por los dos hombres que fueron crucificados junto a Él. Conmovedor.
¿Y cómo se ha enterado FBR de que otros dos hombres fueron crucificados junto a Jesús? Su nota habla de una “investigación histórica”, pero la realidad es otra y es muy simple: lo dice la Biblia. Esa misma a la que él acusa de selectividad y olvido.
Los cuatro Evangelios, es decir, las cuatro “biografías” de Jesús, mencionan el hecho de que dos ladrones o malhechores, según la versión que se lea, fueron crucificados ese mismo día junto a Él. Los Evangelios, que discrepan en muchos aspectos, en éste son coincidentes. Por eso en numerosas representaciones de la crucifixión se ven tres cruces en el Gólgota: Jesús en el centro y un ladrón a cada lado.
En cuanto a la identidad de esos dos ejecutados junto a Cristo, FBR dice haber realizado una indagación histórica, que en realidad es una especulación. Como la crucifixión era un castigo que los romanos reservaban a los condenados por delitos políticos -insurrección, desafío a la autoridad-, estos dos que la Biblia llama ladrones habrían sido en realidad crucificados por las mismas razones que Jesús: rebelión. FBR olvida el cargo de herejía, que fue el más importante en el caso del Nazareno.
El comentario de FBR alcanza la cumbre del cinismo cuando dice que es inquietante que “una tradición religiosa que presume (sic) de tener como uno de sus más altos valores el amor al prójimo permanezca tan desmemoriada respecto al sufrimiento de los otros ajusticiados”; algo que según él “a cualquier conciencia reflexiva [N. de la R: como la suya], da mucho que pensar”.
Y de tanto pensar llega a la conclusión de que “no hay razón alguna para suponer que esos hombres no fueran también maltratados antes de ser conducidos al patíbulo, o que el tormento de sus cruces fuese menos cruento y doloroso que el de Jesús”. Y no, no la hay.
Sin embargo, agrega, “han sido reducidos a detalles secundarios y negligibles”. “El destino de esos crucificados -sigue diciendo- a nadie parece importar un ardite. A nadie, salvo a algunos historiadores inquisitivos [N. de la R: léase, a él] que no han dejado de preguntarse por su identidad”.
Luego alude a la dificultad para “averiguar algo sobre individuos acerca de los cuales los textos son tan parcos”, como si la Biblia no fuese igualmente avara en datos sobre muchos otros personajes, incluso cruciales, del Evangelio: como los discípulos (eran doce, pero de muchos de ellos sabemos poco y nada), los magos de Oriente (de los que no dice ni los nombres ni el número), o María Magdalena, de la cual casi todo lo que se dice es especulación, entre muchos otros.
“¿Por qué dos simples ladrones y un predicador inocuo [sic] habrían sido crucificados, y a la par?”, se pregunta nuestro sagaz investigador. Para él, esto sólo tiene sentido si aceptamos que había algo en común entre ellos. Jesús al proclamarse Rey había desafiado al César, al igual que los otros dos condenados que seguramente eran rebeldes. Los tres “se habían mostrado enemigos de Roma”, dice. Los dos ladrones, agrega, habrían sido en realidad “patriotas, insurrectos, luchadores por la libertad de su nación”. Una deducción que nada en la Biblia justifica.
Su pregunta en cambio podría tener respuesta en los Evangelios: Jesús fue crucificado junto a dos ladrones como una forma más de humillación. Baste recordar que Poncio Pilato le preguntó a la multitud si debía liberar a Jesús o al criminal Barrabás. ¿O también éste era un revolucionario al que la Biblia ha olvidado?
“La Semana Santa podría adquirir sentido incluso para quienes no comparten el mito cristiano si fuese la reivindicación, no de la muerte brutal de un solo hombre hace dos mil años, sino de la vulnerada dignidad de todos aquellos que entonces fueron víctimas de la sevicia del poder, incluyendo a los crucificados con Jesús a las afueras de Jerusalén”, concluye FBR, en un párrafo que quizás sea el más desconectado de la realidad de lo que significó el cristianismo: una revolución copernicana en el concepto del hombre.
La dignidad innata, natural, a todo ser humano, sin distinción de origen étnico ni de pertenencia social es un concepto introducido por el cristianismo y la clave de su rápida expansión.
Lo explica muy bien el historiador británico, Tom Holland, autor de Dominio. Cómo el cristianismo dio forma a Occidente (2020), quien como especialista en historia clásica, Grecia y Roma, cuenta que se sentía incómodo con la moral de la antigüedad clásica, que toleraba la esclavitud y no concedía ningún derecho a las mujeres, en un contexto de patriarcado absoluto, entre otras cosas. Así empezó a reconciliarse con el cristianismo, al comprobar que muchos principios que guían la vida actual, que se pretende muy poco religiosa, en realidad tienen origen cristiano: la monogamia, los derechos humanos, la preeminencia del amor…
El Dios que ama a sus criaturas, el Dios de Israel, fue universalizado por el cristianismo, un Dios que creó al hombre y a la mujer a su semejanza. Que amaba tanto al mundo que envió a su Hijo a sufrir una muerte horrorosa, pero una por la cual triunfó sobre sus perseguidores, dice Holland. “El esclavo podía triunfar sobre el maestro, la víctima sobre su torturador”, ejemplifica. Esto despertó la esperanza de los últimos en aquella sociedad: los sirvientes, las mujeres, de buena o mala vida, los esclavos. El cristianismo les ofrecía la redención.
La tesis de FBR ni siquiera es novedosa, hay que decirlo. Antes que él, en abril de 2019, el biblista y teólogo argentino Ariel Álvarez Valdez (AAV) formuló la hipótesis de que los crucificados junto a Jesús no eran ladrones. Su planteo es bastante especulativo. También parte del dato de que la crucifixión era un castigo reservado a los rebeldes políticos, a los subversivos, por lo que deduce que no podían ser ladrones.
Como la condena a Jesús tuvo, según él, más motivaciones políticas que religiosas, concluye que debe haber habido un vínculo entre Él y los otros dos crucificados. Sin mucho fundamento afirma que es poco probable que individuos condenados por la misma causa, por las mismas autoridades y en el mismo momento y lugar, no estén relacionados. Además, dice, en el momento del arresto de Jesús, los discípulos se dispersaron y se ocultaron, por temor a correr la misma suerte, de lo que deduce que los otros dos crucificados eran seguidores de Jesús. Tal vez no parte de los doce iniciales, pero sí del círculo más amplio que lo seguía. También afirma que, si Cristo fue ubicado en el medio, debió ser porque era el líder de los otros dos. Todo muy especulativo.
Veamos las versiones bíblicas de esta historia. Los evangelios de Marcos y Mateo están casi calcados: “Crucificaron también con Él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda”, dice el primero. Los que pasaban por el lugar, desafiaban a Jesús con expresiones como “sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz” o “a otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”, y también “el Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos”. Agregan Marcos y Mateo: “También los que estaban crucificados con él le injuriaban”.
El Evangelio de Juan es el más escueto: “…y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio”.
Lucas, en cambio, dice que los ladrones le hablaron a Jesús: “Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas a tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El biblista se pregunta por qué esos dos hombres, si no tenían nada que ver con Jesús, lo injuriaban. Y responde que se debió a que, como sus seguidores, se sentían desilusionados ante el fracaso. Como vemos, la costumbre de malinterpretar es vieja.
Lo desafiaban, como lo hacía el resto del “público” que asistía a estos siniestros espectáculos. Como los que pidieron a Pilato que liberara a Barrabás. Pero además, los dichos de uno de los ladrones confirman que eran criminales convictos, ya que en vez de asimilarse a Jesús, se diferencian de Él. Detalle que se le pasó por alto al investigador FBR. Jesús no merecía ese castigo, ellos sí, dice uno de los ladrones.
La hipótesis de AAV es que para que la muerte de Jesús en la cruz por la salvación de todos no perdiese centralidad en el relato, se borró pronto la memoria de esos dos “discípulos” crucificados junto a él, y por eso fue silenciada toda referencia a ellos.
Sin embargo, contrariamente a lo que afirman estos dos expertos, el cristianismo no fue indiferente a los dos ladrones crucificados con Jesús. La tradición incluso los diferenció, partiendo del diálogo que reporta Lucas: así, pasaron a la historia como el ladrón malo y el ladrón bueno.
Un Evangelio no canónico, el de Nicodemo, les da nombre y ubicación a estos dos ladrones: el ladrón malo se llamaba Gestas, y fue crucificado a la izquierda de Jesús, mientras que a su derecha, estaba Dimas, el bueno.
En el evangelio apócrifo llamado Protoevangelio de Santiago, se dice que José de Arimatea, el hombre acaudalado que obtiene permiso de Pilatos para sepultar a Jesús, conocía la ladrón bueno: “… se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía”.
Ya sea que se trate de pura invención o especulación, lo que demuestran estos textos posteriores a los hechos es que sí hubo interés en esos dos personajes, anónimos en la Biblia, que murieron junto a Jesús. Más todavía, el cristianismo consideró incluso que el ladrón bueno había sido canonizado por Jesús en vida -caso único-, al decirle, en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. En el santoral católico, a San Dimas, el malhechor arrepentido que reconoce a Jesús como Hijo de Dios, y le pide que lo lleve con Él, le corresponde la fecha del 25 de marzo.
Sorprende que a nuestro investigador de tiempos bíblicos se le hayan pasado por alto estos datos. Como sucede con muchas otras escenas bíblicas, ésta ha sido además ampliamente representada por la pintura. Lejos del olvido.
No puede descartarse del todo que fuesen rebeldes. Es sabido que los regímenes autoritarios tratan de asimilar la rebelión política a la delincuencia. Pero, así como Pilato echó mano de Barrabás para poner a los enemigos de Jesús en la disyuntiva, ¿por qué no pensar que tenía a otros criminales en sus cárceles a la espera de ejecución como para seleccionar a dos que aportaran un mayor escarnio a la figura de Jesús?
Aunque algo dejado de lado en siglos posteriores, San Dimas fue objeto de gran devoción en los primeros tiempos del cristianismo. Pero el olvido no es total. En 2014, el sacerdote español Alvaro Cárdenas tradujo el libro El Buen Ladrón. Misterio de la Misericordia, del canadiense André Daigneault, que reúne toda la tradición sobre este personaje: lo que han escrito los Padres de la Iglesia y lo que han dicho los Papas sobre él. El Buen Ladrón –explicó Cárdenas- fue “el primero que creyó en Dios de una manera excepcional, (…) Se encuentra con Jesús en el peor momento, pero es capaz de reconocer en Él al Hijo de Dios, por eso los Santos Padres no dejan de dar alabanzas a la fe de este hombre, que es irrepetible”. “La figura del Buen Ladrón nos recuerda que cualquier persona con la peor vida que haya podido tener, hasta el último momento, puede santificarse”, dice Cárdenas.
Contra lo que sostiene FBR, Cárdenas asegura que “desde el comienzo del cristianismo, los padres de la iglesia de Oriente lo tuvieron muy presente como testigo único de la misericordia de Cristo, como paradigma de la conversión, y como intercesor”.
“Su veneración y su culto se fueron extendiendo en toda la Iglesia. Aparece mencionado en el Martirologio de Constantinopla ya en el siglo IX, y en el Jerusalén del siglo X. Desde tiempo inmemorial se celebra en las iglesias de Siria y de Iraq, y en todo el oriente cristiano. Hay testimonios de que su culto litúrgico se celebraba ya en el siglo XVI en todas las grandes iglesias de Europa”, dice el traductor del libro.
AAV considera que los “ladrones” increparon a Jesús porque eran seguidores suyos decepcionados, desilusionados por un supuesto fracaso del movimiento del que Jesús era el líder. “¿No eres tú el Mesías? Pues sálvate a ti y a nosotros” Para AAV el reproche tiene sentido sólo si ese hombre conoce a Jesús, si ha participado de su proyecto mesiánico, y está siendo ajusticiado por haberlo seguido como Mesías. Otra tesis bastante frecuentada por el agnosticismo: Jesús no fue lo suficientemente revolucionario como para tomar las armas y liberar a su pueblo. Un predicador “inocuo”, según FBR.
Este tipo de argumentos -Jesús era un rebelde más de los tantos que había bajo el yugo romano-, se emparenta con lo que el músico irlandés Bono llama “una visión hippie de Cristo”. Así lo explicaba en una entrevista hace varios años: “La respuesta laica a la historia de Cristo siempre dice algo así: ‘Era un gran profeta, obviamente un tipo muy interesante, tenía mucho que decir, en la línea de otros profetas, sean Elías, Mahoma, Buda o Confucio’. Pero la realidad es que Cristo no te permite decir esto. Cristo dice: ‘Soy el Mesías’. ‘Yo soy Dios encarnado’”.”Así que lo que te queda es, o Cristo era quien decía que era –el Mesías– o era un completo chiflado, (que) se puso una tira en la frente que decía ‘rey de los judíos’ y subió a la cruz buscando el martirio…”
Y ante el escepticismo de su interlocutor, agregaba: “La idea de que el curso de la civilización ha cambiado, que se ha vuelto del revés, debido a un chiflado… para mí, eso sí que es difícil de creer’”.
En el fondo, la hipótesis de FBR, además de estar falseada por partir, como vimos, de la falsa acusación de olvido, no es más que una excusa más para cuestionar a la Iglesia. “La Semana Santa podría adquirir sentido para los ateos si se reivindicara la dignidad de las víctimas de la sevicia del poder, incluyendo a los crucificados con Jesús, y no de la muerte brutal de un solo hombre hace dos mil años”, sugiere FBR, que es como decir que la Semana Santa tendría sentido si dejara de ser cristiana.
Por otra parte, quienes en Occidente gustan de proclamarse ateos, agnósticos, no cristianos, ignoran que en el fondo lo siguen siendo en muchos aspectos, porque son parte de una historia y una cultura moldeadas por el cristianismo. Vivir en un país occidental, dice Tom Holland, es vivir en una sociedad completamente saturada de suposiciones y conceptos cristianos: el cristianismo trajo el concepto de universalismo y de una común dignidad de todos los seres humanos, sin distinción de género, raza, nacionalidad, incluso creencia.
Los últimos serán los primeros, es decir, la preocupación por los débiles y más desfavorecidos, como mandato. De estos dos valores fundamentales —la unidad de la raza humana y la obligación de cuidar a los débiles y a los que sufren— derivan luego principios y valores que se dan por supuestos, al punto de olvidar su origen, como los derechos humanos. “(Para el cristianismo) Todos los mortales, cristianos o no, tenían derechos que derivaban directamente de Dios”, dice Holland. La evolución del concepto de los derechos humanos no procede de la Antigua Grecia ni de Roma y es extraño a otras culturas.
Hasta la tríada “Libertad, igualdad y fraternidad”, que define un ideal de convivencia humana, y que muchos creen fruto de la Razón o de la Revolución Francesa, fue en realidad formulada pocos años antes, por un religioso, François Fénelon, teólogo y arzobispo católico.
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