Laos, la nueva víctima de la crisis global que se asoma al abismo económico

Singapur, 25 jun. Largas colas en las gasolineras, laosianos cruzando a Tailandia a repostar e inusuales críticas de la población en las redes sociales son algunas de las señales que evidencian la crisis económica de Laos, que podría ser el siguiente país asiático, tras Sri Lanka, al borde de la bancarrota.

Situado entre China, Vietnam, Tailandia, Camboya y Birmania, y sin salida al mar, Laos busca refugio en medio de la tormenta perfecta, desatada por los efectos de la pandemia de covid-19, que menoscabó su sector turístico, la inflación generada por la guerra de Ucrania y las restrictivas políticas monetarias de países como EEUU.

El kip, la moneda de Laos, se ha hundido un 23,5 por ciento en contraste con el dólar estadounidense este año; según el Banco Mundial, la deuda pública del depauperado país de 7,2 millones de habitantes ha aumentado a 14.500 millones de dólares, el 88 por ciento de su PIB en 2021, mientras en 2019 suponía el 68 por ciento.

La agencia de calificación de riesgo Moody’s rebajó este mes un escalón la deuda soberana de Laos a “Caa3”, en lo que se denomina como “bono basura”, subrayando que el riesgo de bancarrota en Laos “permanece alto debido a una débil gobernanza y a una deuda alta con insuficiente margen de cobertura”.

Por su parte, Fitch degrada al país, que ya se enfrentaba a dificultades para pagar sus deudas antes de la invasión rusa de Ucrania, a “CCC”, previendo una posible la bancarrota.

Una situación que ha puesto en jaque al gobierno comunista del país, con el Partido Popular Revolucionario de Laos (PPRL) a los mandos desde 1975, y que recuerda a Sri Lanka, que en abril anunció la suspensión temporal de pagos de su deuda exterior, convirtiéndose en el primero de Asia-Pacífico en hacerlo en décadas.

Sri Lanka sufre desde hace meses escasez de medicamentos, alimentos y combustible, un funesto panorama que las autoridades tratan de paliar negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un rescate financiero.

DESCONTENTO SOCIAL

Se teme que Laos, que todavía no ha llegado a ese extremo, pueda seguir los mismos pasos, con tanto la población como los gobernantes rompiendo el tradicional hermetismo del país admitiendo en la controlada prensa estatal y en las redes sociales las actuales dificultades.

Un artículo titulado “La economía de Laos se derrumba” que apareció hace semanas en la cuenta de Facebook de Radio Free Asia -medio financiado por organizaciones estadounidenses- recibió más de 1.000 comentarios por parte de laosianos, que llegaron a pedir la dimisión del gobierno, algo poco común en un país con fuerte censura.

Ni siquiera el gobierno ha eludido admitir la crisis o responder al enfado popular.

El primer ministro, Phankham Viphavanh, admitió los problemas que atraviesa el país en una reciente sesión de la Asamblea Nacional, mientras el ministro de Finanzas, Bounchorn Oubonpaseth, confesó en dicha cámara que la deuda arrastrada se debe “a los masivos préstamos para desarrollo nacional obtenidos entre 2010 y 2016”.

A diferencia de Sri Lanka, que tiene una variedad de acreedores, Laos es deudor fundamentalmente de China; laboratorios de ideas como Lowy Institute, con sede en Australia, han apuntado que la deuda de Laos con China alcanza el 45 por ciento de su producto interior bruto (PIB).

Por el momento, la nación ha tomado algunas medidas de emergencia: el Banco de Laos ha limitado los intercambios de divisas para intentar estabilizar el valor del kip, solo permitiendo el cambio a individuos y turistas hasta un máximo determinado, según publicó el diario Vientiane Times el pasado 17 de junio.

El ministro de Finanzas ha garantizado también que en los próximos tres meses habrá suficiente suministro de combustible para los motoristas, un medio de transporte esencial en Laos, mientras la oficina del primer ministro anunció el pasado día 13 dos aumentos del salario mínimo mensual en los próximos 11 meses, hasta los 88 dólares.

Laos, que experimentó un rápido crecimiento económico en la década pasada, sigue siendo uno de los países menos desarrollados de Asia -el 18 por ciento de su población vive en la pobreza, según el Banco Asiático de Desarrollo-, depende ahora en gran medida de las medidas que la segunda economía mundial tome para subsanar la crisis.

Paloma Almoguera


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