MADRID, 10 (CHANCE)
El 29 de julio de 1981 una jovencísima Diana Spencer se dirigía al altar. La expectación era máxima, la historia era de “cuentos de hadas” y la ceremonia fue considerada como “la boda del siglo”. En el fondo era el inicio de un icono, y los símbolos no nacen solo de una apariencia espectacular, sino de unos valores trascendentales que se reflejan, creando una imagen única.
Una novia de pelo corto
Los ochenta fueron años estéticamente excesivos. Apetecía explorar todas las posibilidades de la imagen sin restricciones y con todos sus elementos en juego. “Siempre asociamos las novias más clásicas con el pelo largo recogido y lo realmente curioso es que Lady Di entró a formar parte de una de las familias más regias con un look de pelo corto. Era una versión larga y desfilada con un flequillo también denso y hacia un lado con el volumen del gusto de la época. Un corte fresco que me parece nos adelantaba, era el germen, de una arrolladora personalidad.”, asegura Raquel Saiz de Salón Blue by Raquel Saiz desde Torrelavega (Cantabria).
El vestido de un cuento de hadas
Pese a su juventud, tenía 20 años cuando se casó, Diana se implicó en el diseño de su vestido, confeccionado tal y como ella deseó. “El vestido marcó época y Lady Di demostró controlar la importancia de la imagen a la hora de dirigirse al mundo, pero también de mostrar su nuevo estatus como princesa. Su enlace era especial y por eso encargó una cola de 7,6 metros, la más larga en una boda real. Los tejidos también eran lujosos, tafetán de seda color marfil, encajes, bordados, lentejuelas y 10.000 perlas. No descuidó ningún detalle, demostrando saber la importancia de cada uno de ellos.”, añade Rafael Bueno de Rafael Bueno Peluqueros desde Málaga
Las joyas de una princesa
Otro de los aspectos que llamaron la atención aquel día no fue solamente el majestuoso vestido, sino la tiara perteneciente a su familia y no la de los Windsor. “Para su boda, Diana escogió la tiara de su abuela con un diseño floral ornamentado hecho de diamantes y plata, sobre un velo de tul de seda de color marfil. También llevó unos espectaculares pendientes prestados por su madre. Con estos detalles reafirmaba una identidad y personalidad propia que quizá su timidez difuminaba.”, comenta Mayte Garrote de Different Estilistas desde Zamora.
Imagen de un icono
Diana necesitó madurar para tomar su poder personal. Sin embargo, visto con perspectiva, en su boda ya dio señales de que no era una chica cualquiera como podía parecer. “Lady Di procedía de una familia aristocrática, así que casarse con el príncipe Carlos suponía un cambio, pero, sobre todo, por la proyección pública. Un dolor de cabeza para una chica tímida que, además, se casa con un hombre catorce años mayor que ella. Diana se mantuvo fiel a su pelo corto durante su vida con algunas variaciones con el largo y el modo de peinarlo cuando superó su timidez. El hecho de llevar la tiara de su familia y diseñar su propio vestido dice mucho de un posicionamiento ante un nuevo estatus en el que no se siente en desventaja ni en inferioridad. Reafirmar los originales valores que aportaba son lo que la convirtieron en un icono.”, afirma Charo García de Ilitia Beauty & Science desde Balmaseda (Bizkaia)
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