La voz de Perón, el humor de Tato y el uno a uno de Cavallo: cuándo el dólar se convirtió en el "gran deseo nacional"

La moneda de EEUU, protagonista del “Monólogo nacional” de Tato
La moneda de EEUU, protagonista del “Monólogo nacional” de Tato

“Tarde en la ciudad (dólares) / gente que viene y que va (dólares) / yo los compré a 7.000 (dólares) / porque estaban por subir. / Yo, que nunca fui gil (dólares) / dije: Se va a 15.000 (dólares) / cuando en febrero compré (dólares) / ay, Dios, cómo me ensarté (dólares)”.

Con esa voz carrasposa cantaba Tato Bores al ritmo de Otra vez en la vía, de Los Naufragos.

Así inauguraba la temporada de su genial show en mayo de 1991 después de una de las tantas idas y vueltas cambiarias que sacuden a la Argentina.

El dólar es parte del humor popular. Y de la vida cotidiana de los argentinos más allá de su poder adquisitivo y nivel social. Instala y derroca gobiernos. Argentina es el segundo país del mundo con mayor cantidad de dólares por habitante, después de Estados Unidos.

Los sociólogos investigadores del Conicet Mariana Luzzi y Ariel Wilkis, hicieron un trabajo en el que exploraron la concepción popular y la fascinación que provoca la moneda estadounidense entre los argentinos y acaban de publicar un muy oportuno, El dólar. Historia de una moneda argentina (Crítica-Planeta).

Un fenómeno que viene de mucho antes de las corridas cambiarias y las “tablitas”. Incluso, antes de que Juan Domingo Perón hiciera la famosa pregunta a los trabajadores: “¿Han visto alguna vez un dólar?”. Y antes de la cumbre de Bretton Woods donde, en 1944, se establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo y se impuso el dólar como la moneda de cambio global.

Ya en la década del 30 del siglo pasado el billete verde estaba en el título de las populares “revistas” de los teatros de la calle Corrientes y los “cambistas” operaban en oscuras oficinas de la calle Lavalle.

“El ‘dólar argentino’ no es un concepto de los grandes dueños o de las elites que lo atesoran, lo invierten o lo fugan, sino que tiene una importancia creciente para la vida social argentina y devino en una moneda popular”, explica Wilkis en una charla con Infobae. “La popularización del dólar en la Argentina visibiliza cuánto más que un instrumento financiero pueden ser las monedas. Son un nombre que circula y un número disponible para medir y evaluar; pueden convertirse, incluso, en una categoría del entendimiento”.

Tato Bores y el dólar en la década del 90

El primer control de cambios que se produjo en Argentina fue durante la presidencia de José Félix Uriburu, el 3 de octubre de 1931. Fue una de las medidas que se tomaron para contrarrestar los efectos del Crack del 29. Hasta ese momento, la exportación de granos y ganado daba las divisas suficientes para el funcionamiento de la economía nacional. Pero la decisión de Gran Bretaña de abandonar el patrón oro y la devaluación de la libra esterlina como consecuencia de la debacle económica mundial, golpearon duro a la Argentina que en ese momento formaba parte de los países con gran influencia británica.

La tapa del diario La Nación decía “Va a procurarse para el dólar una cotización real”. Se ataba el peso al valor del dólar y el franco que todavía se regían por el patrón oro. El entonces presidente del Banco Nación, Adolfo Casal, explicaba que “el control de cambios tiene su origen en el efecto desorientador de los factores psicológicos, el alarmismo y la confusión que genera la evasión de capitales”. Y agregaba en una entrevista en La Prensa que “para que el factor psicológico no domine el económico hace falta poner reparos que aconseja la prudencia”.

El primer control de cambios que se produjo en Argentina fue durante la presidencia de José Félix Uriburu, el 3 de octubre de 1931
El primer control de cambios que se produjo en Argentina fue durante la presidencia de José Félix Uriburu, el 3 de octubre de 1931

De todos modos, en ese momento la cuestión del dólar no traspasaba lo que hoy denominamos “círculo rojo”. Pero apenas comenzaron a sentirse los efectos de la Gran Crisis en la industria nacional, el tema pasó a ser más popular. Comenzó a aparecer en los titulares de la prensa popular vespertina como era La Razón. Allí, en la contratapa, se publicó por primera vez la tira de Patoruzú de Dante Quinterno y en los 30 el cacique tehuelche hablaba de que “el dólar va a reemplazar los patagones”.

Ocho años más tarde, la divisa verde ya había llegado a la revista porteña, ese género teatral tan popular entre las clases medias y los trabajadores de entonces. La temporada 1939 de El Maipo se presentó con el título de “El dólar está cabrero”. El enorme elenco estaba encabezado por Sofía Bozán y Marcos Caplan. En la crítica del diario El Mundo se destacaba “la obsesión que delatan las letras de los cuadros musicales por nuestro actualmente disminuido intercambio comercial con Estados Unidos”. Poco después, con los mismos protagonistas y en el mismo teatro de Esmeralda y Corrientes, se estrenaba “La risa es la mejor divisa”, y en afiche aparecía un hombre con todos los clichés del banquero y dólares esparcidos por el piso.

El anuncio de “El dólar está cabrero” en el Teatro Maipo
El anuncio de “El dólar está cabrero” en el Teatro Maipo

A partir de entonces, el dólar pasó a ser –como tantas otras- una obsesión de las discusiones y enfrentamientos entre peronistas y antiperonistas. Después de gozar de la época de las vacas gordas con un muy importante saldo positivo exportador, en 1947 el contexto internacional había cambiado y se agudizó el déficit de la balanza comercial del país. Comienza, por primera vez, la disputa entre los que creían que la cotización del dólar debía seguir siendo libre y los que estaban convencidos de que había que restringir la salida de divisas y controlar el mercado. Es cuando Juan Domingo Perón lanza su famosa frase que llevaría al dólar, definitivamente, a convertirse en un ícono de la imaginación popular y la más alta aspiración argentina.

“Dicen algunos traficantes que existen dentro del país, que no tenemos dólares. Yo les pregunto a ustedes ¿han visto alguna vez un dólar? La historia de los dólares es, simplemente, la presión externa para que nosotros no aseguremos nuestra independencia económica“, dijo Perón en un discurso del 21 de agosto de 1948 frente a un congreso de los obreros ladrilleros.

La pregunta quedó en el aire y pronto se convirtió en frase repetida en todos los ámbitos y clases sociales: ¿alguien vio alguna vez un dólar?

Juan Domingo Perón preguntó a los trabajadores: “¿Han visto alguna vez un dólar?”
Juan Domingo Perón preguntó a los trabajadores: “¿Han visto alguna vez un dólar?”

El diario La Prensa, que pronto sería expropiado, se quejaba de la falta de libertad para acceder al billete verde: “Desde que la República Argentina está sometida a un régimen de control de cambios, el desarrollo nacional se entorpece por falta de divisas, y las divisas faltan porque desde hace 18 años los gobiernos, en forma cada vez más severa, las toman de sus dueños naturales”.

A principios de 1949, el gobierno de Perón envió al Congreso un proyecto de reforma de la carta orgánica del Banco Central para bajar al 20% la tenencia de divisas del total de reservas que respaldaban la emisión. El entonces diputado radical, Arturo Frondizi, fustigó la medida. “Este proyecto persigue dos finalidades fundamentales. En primer lugar, la de tener el Poder Ejecutivo las manos libres para gastar el poco oro y divisas en manos del Banco Central; y, en segundo término, la de quedarse con las manos libres para seguir emitiendo monedas sin limitación de ninguna clase”, decía el que iba a convertirse en Presidente de la República, de acuerdo al diario Clarín del 9 de septiembre de 1949.

Perón respondió poco después en la apertura del Congreso Agrario. “Los problemas de divisas, agitados políticamente, son totalmente ficticios. Dicen que el peso vale poco, pero a mí qué me importa que valga poco el peso con relación al dólar o a la libra esterlina si acá yo no compro ni vendo nada en esas monedas… y para el comercio internacional empleamos trigo y carne, que no se desvaloriza en todos los tiempos”, dijo. Y describió cómo los dueños de la tierra gastaban los dólares que recibían en viajes suntuosos a Europa y no invertían en maquinaria para el campo.

La prensa afín como Mundo Peronista tenía un comic que se llamaba “Mister whisky and Soda” en el que mostraba a un corresponsal extranjero, siempre medio borracho, que cobraba el sueldo en dólares y lo gastaba en los cabarets del Bajo.

Mientras tanto, se desarrollaba “la bolsa negra”, la compra-venta de dólares fuera del sistema, en “cuevas” del microcentro. Una costumbre nunca más abandonada por los argentinos. El joven escritor Rodolfo Walsh editaba en esos años uno de los Diez cuentos policiales argentinos en el que se describía a Paglioretti, uno de esos “financista/arbolito” que operaba desde el bar del hotel Plaza.

En el gobierno de Carlos Menem fue su ministro de Economía, Domingo Cavallo, quien inventó la convertibilidad, el uno a uno entre peso y dólar, y colocó, definitivamente, a la moneda estadounidense como parte de la cultura argentina (AFP)
En el gobierno de Carlos Menem fue su ministro de Economía, Domingo Cavallo, quien inventó la convertibilidad, el uno a uno entre peso y dólar, y colocó, definitivamente, a la moneda estadounidense como parte de la cultura argentina (AFP)

La fascinación por el dólar tuvo un impulso definitivo en 1975, con el Rodrigazo, el ajuste ordenado en forma sorpresiva por el entonces ministro de Economía, Celestino Rodrigo, que duplicó los precios y provocó desabastecimiento de gran cantidad de productos de primera necesidad y combustibles.

La tasa de inflación llegó hasta el 777% anual y los precios nominales subieron un 183%. El dólar para transacciones comerciales aumentó a 26 pesos, en tanto que el dólar en el mercado financiero pasó de 15 a 30 pesos, inventándose un “dólar turista” que se fijó en 45 pesos.

Desde entonces, la relación entre el peso y el dólar marcó la economía doméstica de los argentinos. Había que “cubrirse” y para eso se cambiaban pesos y se escondían dólares.

La tristemente célebre “tablita” del ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz durante la dictadura militar, marcó otro punto de inflexión. En dicha tabla se explicaba el calendario de devaluaciones y, por ende, la futura cotización entre peso y dólar. La medida buscaba estabilizar la economía, pero lo que hizo fue poner en evidencia la crítica situación de las finanzas argentinas.

Más tarde, en los 90, en el gobierno de Carlos Menem fue su ministro de Economía, Domingo Cavallo, quien inventó la convertibilidad, el uno a uno entre peso y dólar, y colocó, definitivamente, a la moneda estadounidense como parte de la cultura argentina. Terminó siendo tan “propio” como el colectivo o la birome.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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