El 18 de septiembre de 2016, Rolando Nicolás Faeda, alias “Nico”, vecino de Caseros y Yu Yumei, alias “A Dong”, ciudadano chino oriundo de la provincia de Fujian, tuvieron una interesante conversación por teléfono. Hablaron en vivo, en caliente y en perfecto idioma español, con las motos enduro listas para arrancar.
Faeda: Hola, sí, escuchame, ¿Bacacay a qué altura era?
Yumei: 3900.
Faeda: Ahí va. Lo tengo a un amigo. Mañana va a trabajar.
La comunicación se corta. Ambos hombres vuelven a hablar poco después desde dos líneas de teléfono diferentes.
Faeda: Escuchame, en 15 minutos salen los chicos a laburar.
Yumei: ¿En 15 minutos?
Había un pequeño supermercado chino en la calle Bacacay al 3900, en Floresta. El 18 de septiembre de 2016, dos hombres a bordo de una moto frenaron en su puerta. Uno de ellos disparó dos veces dentro del local para luego huir. Nadie salió herido. Un día antes, el propietario del lugar había denunciado en la Comisaría Nº43 que un hombre, también en moto y con la cara cubierta por un casco, se había aparecido en el lugar para esgrimir una pistola. Al día siguiente llegaron las balas, calibre .22 según análisis posteriores tras la recolección de fragmentos y vainas.
Para la Policía Federal la mecánica era evidente, otro ataque de la mafia china en plena Capital. “El jefe quiere saber”, le dijo “A Dong” a Faeda al final de su conversación. Inmediatamente, “A Dong” llamó a un compatriota. Su charla no fue en español sino enteramente en chino. Ese compatriota, todavía prófugo y buscado por la Justicia, es uno de los jugadores más fuertes de la mafia china más organizada, poderosa y violenta de la historia argentina, la tríada Pi Xiu.
Llamada así por su símbolo, un animal mitológico con cabeza de dragón y cuerpo de perro, los más altos mandos de Pi Xiu cayeron con un estruendo a mediados de junio de 2016, en una serie de redadas a cargo de la división Defraudaciones y Estafas de la Policía Federal bajo órdenes del Juzgado N°42 de María Gabriela Lanz. La Policía Federal allanó un karaoke que controlaban en Floresta donde se encontraron a tres prostitutas y a una camioneta Renault Kangoo estacionada en su puerta con seis armas de alto calibre entre sus asientos. Se allanó también un gran restaurant chino junto al cine Cosmos, en la calle Corrientes, donde el grupo organizaba sus banquetes.
Su jefe, Yong Ye, alias “A Di”, o “el grosso”, fue encontrado en su aguantadero más reciente en la calle Ramón Falcón al 5200 junto a su esposa de nacionalidad argentina; una reciente inspección a un supermercado que controlaba lo había alertado para moverse. Le encontraron siete celulares, una camioneta Mercedes Benz Sprinte, un Toyota Corolla y 130 mil pesos en efectivo.
Pi Xiu no iba a dejar que los allanen tan fácilmente. Un efectivo del GEOF recibió un tiro en la cabeza mientras el grupo táctico intentaba irrumpir en un supermercado que la mafia controlaba sobre la avenida Rivadavia en San Martín. Su casco frenó la bala. Otro policía recibió un impacto en el brazo derecho.
Como mafia, Pixiu tenía un modus operandi algo irónico: se enmascaraba detrás de la Cámara de Comerciantes, Empresarios e Industriales Chinos de la Provincia de Buenos Aires, un frente de fantasía inexistente en los papeles que les permitía relevar nuevos supermercados y así convertirlos en sus víctimas. Luego, llegaba la primera extorsión, por teléfono o con una hoja A4 en dialecto fujianés o mandarín, con un teléfono de contacto. El pedido podía ir de 30 a 100 mil dólares como matrícula de ingreso, una cuota inicial. “Las víctimas tenían cinco días para responder. Si no lo hacían, recibían el primer tiro”, indica un investigador del caso a Infobae.
Operaban en Hurlingham, Castelar, Pergamino, Moreno, Flores, Floresta, incluso Mar del Plata, La Plata y partes de Córdoba. Un sticker con un pequeño dragón en la puerta de cada comercio o el logo de la falsa Cámara indicaba que el lugar estaba bajo el ala del grupo, lo que reemplazó el viejo código de colores identificatorios en las rejas, una suerte de clásico de las tríadas orientales en el país.
No solo habrían extorsionado supermercadistas: las escuchas del caso, que se apilaron en más de 1200 CD, dan a entender que Pi Xiu también proveía aprietes contra rivales comerciales de sus comerciantes afiliados. Fuentes policiales vinculan a la tríada a la muerte de un comerciante ocurrida en Floresta en 2015, baleado en plena calle, un ataque presuntamente ordenado por dos competidores en las cuadras cercanas. Se cree que Pi Xiu podía facturar hasta un millón y medio de dólares mensuales. La jueza Lanz cuenta con evidencias que sugieren giros por casi ocho millones a China en moneda norteamericana, detallados en una libreta incautada a un miembro de la banda. Las anotaciones hablan de bancos específicos en Oriente.
En esta mecánica de aprietes, Pi Xiu propuso un cambio radical con respecto a los crímenes de la era caliente de la mafia oriental en el país a fines de la década pasada: chino ya no se encargaba de matar a chino. Las amenazas armadas, usualmente un tiro a las piernas del verdulero o el cajero del establecimiento, ya no eran cometidas por compatriotas sino por sicarios argentinos o peruanos a bordo de motos enduro y con caras tapadas por cascos. Alguien se debía encargar de proveerlos, bolseros de hombres con pistolas. Rolando Nicolás Faeda, “Nico”, habría sido uno de ellos según las imputaciones en su contra.
Hoy, Faeda, con 24 años de edad, oriundo de Caseros, se sienta y espera en la cárcel de Devoto -en donde cobra un péculo, un sueldo carcelario en blanco por trabajar en talleres- tras ser procesado y elevado a juicio por Lanz. El juicio en su contra, todavía sin fecha, tendrá lugar en el Tribunal Oral en lo Criminal N°28. La cúpula de Pi Xiu está acusada de 52 hechos de extorsiones y agresiones armadas; Faeda están acusado de participar en al menos dos, el ataque en la calle Bacacay y otro en la calle French al 2000, en donde “Nico” habría apretado él mismo al supermercadista a fines de marzo de 2016: el comerciante llegó a recibir una bomba de humo en su local. Yu Yumei, o “A Dong”, el contacto de Faeda con Pi Xiu, también habría participado en las amenazas.
“Nico” fue arrestado en su casa de Caseros a mediados de mayo de 2017; la división Defraudaciones y Estafas lo encontró sentado en shorts negros y camiseta de River. La ropa que le incautaron en su casa coincide con la que muestran cámaras de seguridad en los ataques. Le incautaron su moto, una Honda Falcon plateada.
También se allanó un tenedor libre sobre la avenida San Juan en Boedo, llamado Amistad. Las escuchas indicaron que “Nico” y Yu Yubei arreglaron allí al menos dos encuentros, uno para la venta de una pistola. El lugar también funcionaba como un depósito de armas y garito de fiesta para Pi Xiu. Debajo de una mesita de paño verde para noches de póker algo carcomidas se encontraron más de 30 frascos de ketamina paraguaya lista para reducir, pipas de vidrio para fumar metanfetamina o pasta base y una pistola calibre .380.
“Nico”, por su parte, ya había pasado mucho tiempo con una pistola al cinto. “Reiterante múltiple” fue el término que la jueza Lanz usó para procesarlo.
Faeda fue condenado por primera vez en septiembre de 2014, cuando tenía apenas 19 años de edad, luego de que el Juzgado de Garantías Nº6 de San Martín lo acusara de ser coautor de un robo a mano armada agravado por la presencia de un menor. Le dieron seis meses y quince días: salió de la cárcel poco antes de su cumpleaños número 21.
No iba a pasar mucho tiempo antes de que comparezca otra vez ante un tribunal. En diciembre de 2016, el Tribunal Oral Criminal Nº30 en la Capital Federal lo condenó a dos años y cuatro meses por robarle el celular a una mujer junto a un cómplice peruano, un arrebato de ventanilla desde una moto en la esquina de Gallo y Guardia Vieja.
“Nico”, a pesar de sus antecedentes, no fue preso de inmediato: el TOC Nº30, insólitamente, eligió dejar la pena en suspenso a pesar de una condena previa, que tampoco era la única en su contra. En paralelo, también en 2016, Faeda fue condenado en una causa del Juzgado de Garantías Nº3 de Campana por otro robo en banda a otros dos años de cárcel tras un juicio abreviado. Faeda se la llevó relativamente fácil, por así decirlo: el cumplimiento de esta nueva pena también quedó en suspenso.
La comunicación entre jurisdicciones judiciales no suele ser gran cosa tampoco, al nivel general. El primer juzgado que lo condenó hasta tuvo que ordenar la averiguación de su paradero mientras era investigado en 2016 por la Justicia porteña. ¿A dónde estaba “Nico”? Los datos son paradójicos: registros comerciales indican que cobró un sueldo desde febrero de 2012 hasta noviembre de 2016 en una conocida empresa de limpieza de edificios con domicilio en la avenida Federico Lacroze.
Hasta aquí fueron solo robos a mano armada en Capital Federal y el conurbano bonaerense. Pero en algún punto, Faeda creció como criminal, pasó de ser un ratero a un hombre con agenda y con diálogo directo con una de las bandas más violentas y herméticas del país, el único argentino en el medio de la mafia china más poderosa en territorio porteño.
La Justicia de instrucción y la división Defraudaciones y Estafas de la PFA tardaron años en comprender a Pi Xiu, en comprender sus estructuras, sus códigos y su fuerte penetración en la comunidad china donde el silencio y la distancia del resto de la sociedad le jugaban a favor para repartir sus aprietes en donde eran los dólares de supermercadistas o sus vidas y las de sus familias.
Los testigos escaseaban, plantar un infiltrado era algo impensable. Las amenazas que presuntamente dejaban en supermercados en hojas A4 con una docena de ideogramas tampoco eran fáciles de leer para secretarios de juzgados y detectives de brigada: muchas estaban escritas en un tono callejero propio de ciertas ciudades de Fujian, un dialecto dentro de otro dialecto. Hizo falta que agregados policiales de la embajada de China tradujeran las intervenciones telefónicas: los intérpretes de la comunidad local que conocían el dialecto fujianes rara vez se atrevían.
Los mafiosos chinos pueden ser ambiciosos y despiadados, pero no saben mucho de tecnología. Los miembros de Pi Xiu tenían el hábito de cambiar los chips para intentar distraer a la Federal, pero se olvidaban de deshacerse de sus teléfonos. Los números IMEI de esos aparatos llevaron a las primeras intervenciones. La investigación llegó a “Nico” gracias a esos números.
El 28 de abril de 2016, Faeda apareció por primera vez en las escuchas judiciales de la causa que investigaba a la mafia. Ningún investigador lo conocía hasta ese momento, pero Faeda cometió un desliz al menos tonto que develó su identidad. Compró un auto usado a un hombre, un Volswagen Voyage. El hombre le pidió sus datos vía SMS. Faeda le dio su nombre completo, DNI y dirección.
Así, Faeda quedó identificado. Su logro, al final, fue tan extraño como único: ser, virtualmente, el único occidental en ser considerado parte de la tríada china más violenta del país. La jueza Lanz no lo procesó como un proveedor externo, un tercerizador: le colgó el cartel de miembro directamente.
La familiaridad con Yu Yubei, que se hacía llamar “Franco” -muchos orientales en Argentina suelen adoptar un nombre occidental común- lo llevaba a Faeda a hablar un poco más suelto por teléfono. El siguiente intercambio, diseminado en frases sueltas a través de distintas fojas en el expediente y recompuesto por la jueza Lanz en su procesamiento a Faeda firmado a mediados del año pasado, es particularmente llamativo. Matar a un policía solo costaría un poco más que la tarifa de costumbre.
Faeda: ¿Qué hacés Franco? Escuchá, hay un perro (un policía) justo en la puerta.
Yubei: Bueno, entonces dejamos.
Yubei: Andá solo con moto, y da una vuelta, y cuando no hay perro, busca la lapicera (eufemismo para un arma).
Faeda: Bueno, escúchame, por qué no me pagas un poquito más, boludo, y yo le doy masa.
Yubei: No loco, no puedo, sino dejamos, yo voy a hablar con mi jefe mañana.
¿Quién le negociaría el precio a un mafioso? ¿La mafia china más violenta del país era tacaña a la hora de tercerizar un apriete armado? Faeda podía aventurarse un poco más en sus límites. El 6 de septiembre de 2016, dos días antes del ataque al supermercado en la calle Bacacay, “Nico” y Yu Yubei tuvieron una charla un poco tensa.
Faeda: Hay que hablar más adelante lo del precio. Ahora no, porque nadie quiere trabajar con ese precio.
Yubei: Bueno como quieras, el jefe me pasó ese precio.
Faeda: Bueno, pero después háblalo, a ver si puede aumentar, porque nadie quiere trabajar sino. Ahora van a trabajar, pero después no sé si van a querer seguir trabajando.
Yubei: Vos sabés, trabajo mío, antes vos no pediste nada y yo aumenté.
Faeda: Sí, ya sé, pero hay que aumentarlo, porque nadie quiere trabajar. Siempre se quejan del mismo precio, boludo. Aumentó todo ahora.
“Nico” volvió con un precio cuatro días después, mientras la grabadora en la central de escuchas de la Corte Suprema tomaba la conversación. “Treinta mil dice el pibe”, apuntó Faeda. Yubei le respondió: “Ni en pedo.”
El contacto de “Nico” con Pi Xiu, no irá a juicio oral. La jueza Lanz consideró extinta la acción penal en su contra. Sus vínculos dentro de Pi Xiu llegaban a la cúpula máxima, a hombres temibles como Ai Ru, acusado de estar detrás de la entrada clandestina de ocho mujeres chinas a la Argentina, un caso investigado por el Juzgado Federal de Campana que terminó con la detención de un funcionario de Migraciones. Pero Yubei no se convirtió en un arrepentido para salvarse, no entregó a otros para aliviar su situación para librarse de los cargos en su contra. Directamente, ya no está para que lo juzguen.
El 22 de septiembre de 2016, su esposa atendió el teléfono. Un amigo era quien llamaba. La esposa de Yubei contó cómo su marido yacía moribundo en un hospital luego de que dos argentinos a bordo de una moto le dispararan mientras se subía a su Toyota Corolla estacionado frente a su departamento en la calle Catamarca al 600. Era un ataque sicario. “Sabían en qué coche viajaba”, dijo la mujer en el teléfono. Los sicarios no tuvieron suerte en su fuga. La Policía de la Ciudad los arrestó casi de inmediato mientras huían. Fueron procesados como homicidas poco tiempo después.
Yu Yubei, como muchos chinos, empleaba la red WeChat para chatear por teléfono, una suerte de WhatsApp. Todavía queda su perfil allí, con una foto de su sillón favorito, un poco futurista, hecho en acrílico y cuerina roja.
El asesinato a balazos del intermediario de Faeda no habría sido algo para nada casual. Pi Xiu, rumorearon policías, habría puesto una sentencia sobre su propio dealer de sicarios. “Después de la muerte de Yubei, Faeda intentó abrirse. No se la perdonaron”, aseguraba un investigador cuando “Nico” fue arrestado. Una versión en ese entonces indicaba que Yong Ye, el presunto capo de la mafia, habría librado la orden desde la cárcel. Otros dicen que fue el padre mismo de Yong Ye quien marcó a Faeda.
Para “Nico”, irónicamente, estar preso en Devoto se convirtió en su mejor defensa.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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