Aunque en los últimos años casi ningún canal de televisión cambia su programación por Semana Santa, décadas atrás era común que, el Viernes Santo, se emitieran películas religiosas. Una situación muy curiosa ocurre en Chile donde la Televisión Nacional lleva 41 años consecutivos transmitiendo Jesús de Nazareth de Franco Zeffirelli y duplica la audiencia de su competencia. Hasta el estreno de la obra de Zeffirelli, en muchos países, Rey de reyes era de exhibición obligada cada Viernes Santo.
Más allá de creencias o cuestiones de fe, la Biblia inspiró historias muy cinematográficas. Solo por nombrar algunas producciones del siglo pasado, en 1961 Anthony Quin protagonizó Barrabás, que narra la vida del ladrón liberado en lugar de Jesús; Los Diez Mandamientos filmada en 1956 cuenta la historia de Moisés; Pier Paolo Pasolini dirigió El Evangelio según San Mateo; y en 1949 llegó al cine Sansón y Dalila. Filmar estas historias es un desafío más que interesante. No solo por lo atractivo de los personajes, también por el despliegue visual que implica recrear la época en que transcurrieron los hechos. Cuando en 1960 a Jeffrey Hunter le ofrecieron ocupar el rol de Jesús en Rey de Reyes su respuesta fue un rotundo sí.
A principio de los 50 existían dos grandes estrellas: Robert Wagner y Jeffrey Hunter. Galanazos, buenos actores, eran las figuras destacadas de la poderosa 20th Century Fox. El primer protagónico de Hunter fue en Llanto en el pantano y luego en El marino de su majestad. “Para mí, Jeff es el apogeo de la juventud estadounidense. Parece que acaba de salir de un campus universitario. Es extremadamente guapo, pero eso no es lo que me impresiona. Tiene una especie de … bueno, un tipo de magnetismo que lo abarca todo”. ¿Quién opinó esto? Marylin Monroe.
Además de bello, Hunter era buen actor, tanto que John Ford uno de los directores y productores más influyentes había trabajado en tres películas con él. No solo Ford quería tener a Hunter en sus proyectos, también Nicholas Ray que lo llamó para La verdadera historia de Jesse James. La dupla de director y dirigido funcionó tan bien que cuando tres años después a Ray le ofrecieron dirigir Rey de Reyes no dudó en quién sería el protagonista: Hunter.
El actor aceptó sin titubear. No solo trabajaría con un director con el que congeniaba, además participaría en una superproducción de época. En sus comienzos había sido parte de Julio César, pero en rol secundario ahora sería el protagonista. Cuando le preguntaban por qué creía que lo habían elegido, respondía: “Cristo era carpintero y tenía 33 años. Yo tengo la misma edad y supongo que mi físico encaja con las descripciones de Jesús que aparecen en el Evangelio”. Su explicación parecía creíble excepto por un detalle. Ninguna cita del Nuevo Testamento hace referencia a cómo era el aspecto físico de Jesucristo. No se describe si era alto o bajo, si sus ojos eran oscuros o claros, ni si sus cabellos eran negros o rubios. Para los evangelistas era más importantes difundir el mensaje de Jesús que describir sus características físicas, algo maravilloso para los creyentes pero que desespera a los directores de casting.
La película se rodó en España y acompañaron a Hunter, Siobhan McKenna como María, Hurd Hartfield en el rol de Pilatos y Rip Torn fue Judas. Para el papel de María Magdalena se eligió a Carmen Sevilla, la bella y carismática actriz española que aceptó porque le aseguraron su ingreso en Hollywood y además, como afirmó, “los programas, se borran, desaparecen, se olvidan… Las películas, no; quedan para toda la vida”,
Si en la propuesta de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, se narran solo los hechos que se celebran en Semana Santa, la película dirigida por Ray se centra más en las enseñanzas del Nazareno. Si en la primera, las escenas más impactantes son las de la flagelación y crucifixión, en la segunda la escena central es el Sermón de la Montaña. El Jesús de Hunter, con sus ojos turquesas y carilindo, estaba a tono con los movimientos juveniles y el hipismo de ese tiempo donde el pacifismo, el desinterés por lo material y el amor universal parecían posibles.
En ese sentido, el relato no es estrictamente religioso como el Jesús de Nazareth de Zeffirelli sino que se centra en el contexto social y político de la época. Si Jim Caviezel, dirigido por Gibson muestra al hijo de Dios torturado cruelmente y Robert Powell con Zeffirelli entregan un Nazareno bondadoso y compresivo, Hunter personifica a un Jesús que muere martirizado para conseguir un mundo mejor. El contraste entre la imagen de Barrabás -el preso que según los evangelios fue liberado en lugar de Jesús- como un libertador político de su pueblo, con el Mesías espiritual de Hunter reforzaba la diferencia entre acción y contemplación que tanto se discutía en los 60.
Más allá de mostrar a Jesús como un revolucionario, la película sí hizo algo revolucionario para la época. Fue la primera que se animó a mostrar el rostro de un actor en el rol de Jesús. Hasta ese momento en todas las producciones aparecía tomado de lejos y con formas difusas. Un detalle más, gran parte del guion es un relato en off y la voz es la de Orson Welles.
Cuando la película se estrenó fue un exitazo. Recaudó 13 millones de dólares, con lo que su presupuesto de cinco millones quedó más que superado. La mayoría de los críticos alabaron el estilo épico de la puesta y aseguraban que Hunter sería recordado como uno de los mejores intérpretes de Jesucristo de la historia del cine. Sin embargo, algunos ironizaban sobre ese Jesús de 1,83, tan bonito que enamoraba adolescentes más por su aspecto que por su mensaje, un Jesús tan cuidado que aparecía crucificado pero con axilas afeitadas. Pese a las críticas, Hunter sentía que estaba en la cima de su carrera. Lo que no sabía es que duraría tan poco tiempo en ese lugar.
Al igual que otros actores que encarnaron a Jesús, Hunter quedó demasiado identificado con el Nazareno. Dos años después del estreno, desconocidos solían pararlo por la calle para pedirle una bendición y seguía recibiendo un promedio de 1500 cartas mensuales. La mayoría era gente que le decía que su actuación en Rey de Reyes los había conmovido o inspirado, pero también estaban los que le contaban problemas personales y le pedían que los resolviera cual si se tratara de un ser todopoderoso.
Intentando que lo dejaran de asociar con el Hijo de Dios, buscó papeles opuestos. Fue un asesino psicópata en Checkmate, un soldado heroico de la Segundo Guerra Mundial en El día más largo. Aunque ninguna fue un fracaso tampoco arrasaron en taquilla ni le garantizaron portadas de revistas. Comenzó a aceptar proyectos donde si bien conservaba su rol protagónico, resultaban trabajos menores con flojos guiones como la comedia Una bruja sin escoba o Guía para el hombre casado. Aceptó coproducciones que lo llevaron a filmar en Italia, México y hasta Hong Kong.
Cansado de malas películas decidió probar en un formato que parecía prometedor: la televisión. Su rol como el capitán Pike en la mítica Star Trek lo había entusiasmado. Con 40 años estaba convencido de que la pantalla chica le daría las posibilidades que la pantalla grande le negaban. Decidió que ¡Viva América! sería su despedida del cine y que luego solo trabajaría en televisión.
¡Viva América! era una película sobre el crimen organizado en Chicago pero que se filmaba en… España. Hunter encarnaba a Frank Mannata, un gánster que moría en una explosión. El día de su muerte, el actor debía estar en un auto y se preparó un artefacto que explotaría hacia afuera. Pero algo falló y el dispositivo explotó hacía adentro. Los vidrios de la ventanilla lastimaron el rostro del actor y su cuerpo sufrió quemaduras, pero lo peor fue que tuvo una conmoción cerebral. La situación empeoró porque días antes, bromeando con un amigo, este sin querer le dio un golpe de karate en el mentón, Hunter no atinó a cubrirse y su cabeza pegó contra una puerta.
Los médicos lo atendieron pero no notaron nada extraño. Con su esposa, la actriz Emily McLaughlin, con la que se había casado hacía solo tres meses, emprendieron el regreso a Los Ángeles. Pero en el vuelo, ella notó que algo no andaba bien con su marido. Su brazo derecho estaba semiparalizado, confundía palabras hasta que a punto de aterrizar perdió el habla. Desesperada pidió ayuda a las azafatas que intentaron tranquilizarla mientras el piloto contaba la situación que se vivía y pedía ayuda a la torre de control. Apenas aterrizaron, una ambulancia los esperaba en la pista. Sin demora, lo trasladaron al hospital donde los médicos determinaron que el actor tenía una vértebra desplazada y lo más grave: una conmoción cerebral.
Pasó internado varias semanas, pero evolucionó, los médicos evaluaron que no había riesgo de vida y le dieron el alta. En su casa y aunque seguía experimentando mareos y jaquecas muy fuertes, Hunter intentó retomar su rutina. La tarde del 26 de mayo de 1969, mientras bajaba los tres escalones de la entrada de su casa, se cayó y golpeó su cabeza contra una de las barandas. El impacto fue tan fuerte que quedó inconsciente. Así lo encontró Frank Bellow, un amigo que pasó a visitarlo. De urgencia lo llevaron al hospital Presbitereano, donde comprobaron que tenía una fractura de cráneo. Lo sometieron a una cirugía cerebral, pero ya no despertó. Murió a la mañana siguiente.
Algunas versiones que se publicaron en ese momento aseguraban que el actor se había suicidado deprimido por haber quedado encasillado en el rol de Jesús. La Justicia desestimó esas versiones y aseguró que nadie se suicida golpeándose la cabeza en una escalera. Sin embargo, su muerte pareció refrendar la maldición que asegura que todo actor que interprete al Hijo de Dios no seguirá destacándose en su trabajo. Una maldición que no aparece en la Biblia, pero que mirando cómo terminó la vida de Hunter parece absolutamente cierta.
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