Durante meses, acamparon y se manifestaron juntos, gritando las mismas consignas contra el poder en Irak. Pero hoy, los partidarios del líder chiita Moqtada Sadr han cambiado de bando y los demás manifestantes dicen estar ahora a la merced de un enemigo más.
“Hemos distribuido comida en sus tiendas desde el inicio de las manifestaciones” recuerda Mona, una militante presente en la plaza Tahrir de Bagdad desde el inicio de la “revolución de octubre”.
Desde que empezó el 1 de octubre, esta inédita protesta contra la corrupción y la incompetencia del sistema ha dejado ya cerca de 490 muertos y 30.000 heridos, en su mayoría manifestantes.
“Y ahora ¿nos hacen esto?” se enoja Mona, aludiendo a los partidarios de Sadr. Los enfrentamientos con éstos han dejado estos últimos días ocho muertos entre los manifestantes antipoder.
“Yo ya sabía desde el comienzo que iban a abandonarnos” se lamenta esta joven iraquí. El cambio de opinión de Moqtada Sadr –conocido por sus bruscos giros y su capacidad para pasar rápidamente de un bando a otro– ha fracturado en efecto la revuelta.
Por su lado, los “sadristas” quieren dar una oportunidad al nuevo primer ministro designado Mohamed Alaui, que formará gobierno en un mes.
Por el otro, los manifestantes antipoder rechazan a este político de 65 años, que ya ha sido dos veces ministro, y reclaman un nuevo sistema y una clase dirigente totalmente renovada.
Los dos bandos ya se han enfrentado violentamente, y los “sadristas”, reconocidos por sus gorras azules, intentan controlar el acceso a la plaza Tahrir, epicentro de la revuelta antipoder.
– Pacto con el diablo –
“La situación ha cambiado radicalmente en Tahrir”, asegura Mona, que ya no permanece en la plaza día y noche, como antes, y sólo acude a ella discretamente por temor a los partidarios de Sadr.
Inicialmente, el apoyo político del turbulento Sadr –que tiene el primer bloque en el Parlamento– le otorgó peso al movimiento e impidió una represión policial aún más masiva.
Aunque muchos militantes tuvieron la impresión de firmar un pacto con el diablo, una noche de diciembre acabó por convencer a los más escépticos.
Esa noche, individuos armados –que el Estado afirma no poder identificar, pero que los manifestantes acusan de ser afines a movimientos pro-iraníes– mataron a 20 personas cerca de Tahrir.
Los únicos que replicaron fueron los “gorras azules” partidarios de Sadr, muchos de los cuales murieron en los enfrentamientos.
“Es increíble, pero me vi obligado a agradecerles después de eso” afirma Hakim, uno de los manifestantes de la primera hora. La presencia de los “gorras azules” en Tahrir “fue lo que nos salvó” asegura.
– Perplejidad –
Desde entonces, Moqtada Sadr ha enviado varios tuits contradictorios, provocando perplejidad entre los propios “gorras azules”.
Llamó a manifestaciones distintas contra Estados Unidos, afirmó que ya no apoyaba a los manifestantes antipoder, se alineó con Alaui, y luego pidió a sus seguidores que retornaran a las calles para volver a abrir escuelas y administraciones cerradas por la desobediencia civil.
“Un tuit, y llegan. Otro tuit, y se van” resume Mona, con una sonrisa amarga, refiriéndose a los seguidores del líder chiita.
“Antes los +sadristas+ no nos molestaban porque no interferían en nuestras manifestaciones. Ahora es diferente” afirma Mohamed, un estudiante.
“Hacemos rondas día y noche para estar seguros de que nadie nos ataca”, dice a la AFP.
“Estamos rodeados por todas partes” asegura su compañero Mustafa, estudiante de historia. “Antes estaban las autoridades y los partidos políticos, y ahora están los +sadristas+”.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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