La marcha que importa es la marcha del país

La Marcha de la Impunidad logró unir a los protagonistas del pasado que los argentinos queremos dejar atrás. Allí estaban, avalando los turbios manejos sindicales de Hugo Moyano, Hebe de Bonafini, Máximo Kirchner y Raúl Eugenio Zaffaroni, entre otros.

El caso de Zaffaroni ya excede todo lo imaginable. No solo hace declaraciones impropias de su función de juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sino que participa abiertamente de actos políticos. Peor aún, de actos, como este, cuyo objeto es presionar a los jueces para que no avancen las investigaciones contra un dirigente gremial seriamente sospechado de haberse enriquecido ilícitamente.

Los artífices del populismo autoritario y corrupto, que dejó un 30% de pobres, salieron a pasear en dulce montón. Faltaba la principal responsable de la debacle, pero nos mandó a su hijo. El sol de la 9 de Julio disimulaba, en una tarde templada, la sombra que el destino judicial acaso les depare.

La marcha contó, sin dudas, con muchos asistentes. ¿Cuántos de ellos fueron espontáneamente? Es probable que muy pocos. Nuestro sindicalismo arcaico es poco idóneo para lidiar con los desafíos del mundo actual, para adaptarse a los cambios vertiginosos de las nuevas tecnologías, para acompañar el salto de calidad que permita mejorar sustancialmente la productividad, y de esa forma los salarios y las condiciones laborales; pero tiene un doctorado en organización de marchas y actos.

El control de la calle, por la razón o por la fuerza (y la razón suele ser un recurso poco expeditivo) es su especialidad. Esa cuidadosa planificación es poco afecta al libre albedrío. No es cuestión de preguntarles a los trabajadores si quieren marchar. Tampoco lo hacen las organizaciones “sociales” con las pobres familias a las que condenan a marchar sin ningún rumbo de progreso.

La falta de sentido del acto es evidenció por la vacuidad de sus consignas y de las erráticas palabras de Moyano, que no sabía muy bien qué decir para disfrazar el verdadero objeto de la marcha, que es su impunidad personal. Se paralizó buena parte del centro porteño sin motivo alguno. Se llevó temor a quienes trabajan y circulan por la zona, dados los antecedentes violentos de este tipo de manifestaciones. Hubo pérdidas económicas que se estimaron en 4.800 millones de pesos.

Todo con la única finalidad de exhibir los músculos ante los magistrados que intervienen en las causas que comprometen a la familia Moyano. Desprovistos de argumentos y de pruebas, los miembros del clan recurren a la prepotencia. No aceptan perder sus privilegios. Tienen terror a que se los examine como simples ciudadanos. La Argentina enfrenta por fin su encrucijada: mafias o república. Las urnas ya hablaron.

Hay otra marcha que importa, la del país. El gobierno nacional tiene un mandato dado por la ciudadanía, no por las corporaciones, para desmontar, sin prisa pero sin pausa, el engranaje de obstáculos que nos impidió desarrollarnos en un marco de equidad social. Esa marcha es la contracara de la de la impunidad: es la de la ley pareja para todos, la del futuro construido en paz, la del diálogo y del respeto, la de la cultura del trabajo. Marchemos.

El autor es diputado nacional, Cambiemos.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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