La ira de Biden no alejará a los ejecutivos estadounidenses de la gran cumbre saudita

Especial para Infobae de The New York Times.

El presidente Joe Biden trató de transmitir una advertencia a Arabia Saudita la semana pasada por asociarse con Rusia en un drástico recorte de producción de la OPEP+.

“Habrá consecuencias por lo que han hecho con Rusia”, comentó en CNN.

Sin embargo, esas palabras severas no parecen haber disuadido a Jamie Dimon y a otros líderes de las corporaciones estadounidenses de asistir a una conferencia empresarial patrocinada por Arabia Saudí —conocida popularmente como Davos en el desierto— en Riad, Arabia Saudí, este mes.

Se espera que asista Dimon, director general de JPMorgan Chase, que figura en el sitio web de la conferencia como orador destacado. También se espera la presencia de Steve Schwarzman, del gigante de las inversiones Blackstone; Ray Dalio, del fondo de cobertura Bridgewater Associates, y Michael Arthur, máximo ejecutivo internacional de Boeing.

La asistencia de importantes ejecutivos corporativos evidencia los límites de los esfuerzos de Estados Unidos para castigar a Arabia Saudita por cruzar los objetivos de la política estadounidense. Y es un ejemplo más de las empresas multinacionales atrapadas en las corrientes cruzadas de la política mundial, donde pueden exponerse a condenas estrictas.

Los ejecutivos corporativos señalan que no siempre reciben orientación de los funcionarios del gobierno, lo que les deja cumplir sus objetivos comerciales bajo sus interpretaciones de la política estadounidense, a veces cambiante. El expresidente Donald Trump trató de estrechar lazos con Riad. Durante la campaña, Biden prometió convertir a Arabia Saudita en “paria“ internacional, pero visitó el reino y se reunió diplomáticamente con su líder de facto, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, como parte de una iniciativa con el fin de que los sauditas aporten más petróleo.

El papel de las empresas en la geopolítica se ha complicado aún más a medida que un mayor número de ellas hace de la defensa social parte de sus misiones principales. Los movimientos que se concentran en los objetivos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo, o ESG, se han vuelto cada vez más populares, y hacen que las empresas y sus ejecutivos se conviertan de manera implícita en líderes morales.

Arabia Saudita, en particular, ha obligado a las empresas a adoptar un delicado acto de equilibrio, sobre todo en los últimos años. El reino, el más grande productor de petróleo del mundo, está inundado de dinero —su fondo soberano, el Fondo de Inversión Pública, supervisa más de 600.000 millones de dólares— y lo ha invertido en el extranjero en empresas como Uber y SoftBank de Japón.

El fondo soberano ha respaldado la creación de LIV Golf, que pretende desafiar al PGA Tour, y lideró un grupo que compró el club de fútbol inglés Newcastle United.

Además, el príncipe heredero Mohamed ha cortejado a las empresas internacionales para que le ayuden a cumplir con Visión 2030, su gran iniciativa para abrir la sociedad saudita y reducir su dependencia del petróleo. (La campaña incluye la construcción de Neom, una ciudad futurista en el desierto para la que el príncipe heredero Mohamed ha prometido 500.000 millones de dólares).

Sin embargo, el papel del gobierno en el espantoso asesinato y desmembramiento del disidente Jamal Khashoggi en 2018 hizo que decenas de empresas y ejecutivos, incluyendo a Dimon y Schwarzman, se retiraran de la conferencia de inversión saudita ese año.

Esta vez, los esfuerzos de Biden por empañar a Arabia Saudita como país aliado de Rusia parecen, hasta ahora, no haber logrado convertir al reino en paria.

Esto quizá se deba, en parte, a que las empresas consideran que el actual enfado de Washington con Riad es diferente de la indignación por Khashoggi, según Raad Alkadiri, director gerente de Eurasia Group, una consultora de riesgo político.

La muerte de Khashoggi “fue un acto atroz de los sauditas, y las empresas no podían ignorarlo”, comentó Alkadiri. “Se trata de una riña política”.

Varias compañías cuyos ejecutivos figuran como oradores destacados este mes también tienen vínculos comerciales profundos dentro de Arabia Saudita. JPMorgan fue uno de los suscriptores de la oferta pública inicial récord de Saudi Aramco, el gigante petrolero estatal del reino. Blackstone cuenta con los sauditas como uno de los principales patrocinadores de un fondo de infraestructuras de miles de millones de dólares.

Por otro lado, Boeing mantiene una relación de 77 años con el reino, tras la venta a los sauditas de aviones comerciales y armamento militar como cazas y misiles Harpoon.

Dicho esto, las empresas cuyos ejecutivos figuran como ponentes destacados no han promocionado su asistencia a la conferencia. Joseph Evangelisti, portavoz de JPMorgan, afirmó que Dimon asistiría para ver a clientes e inversores. Michael Reid, portavoz de Pimco, aseguró que el vicepresidente de la firma de gestión monetaria, John Studzinski, asistiría pero no estaba programado como orador o panelista.

Boeing enmarcó la asistencia de Arthur, su presidente internacional, como una manera de contribuir al diálogo geopolítico. “Esta conferencia reúne a líderes mundiales empresariales, políticos y de innovación para debatir el futuro de la inversión internacional y la economía mundial”, explicó Paul Lewis, portavoz de la empresa.

Otras compañías cuyos dirigentes figuraban como ponentes destacados en la conferencia fueron más circunspectos. Blackstone, Bridgewater, Goldman Sachs y la casa de subastas Sotheby’s rechazaron hacer comentarios sobre la asistencia de sus ejecutivos.

Algunos no respondieron a las solicitudes para hacer comentarios, como la empresa de vehículos eléctricos Canoo y la firma de capital de riesgo 500 Global.

Aunque Biden ha prometido consecuencias por el recorte de petróleo de Arabia Saudita —y sus aliados demócratas en el Congreso han instado a tomar represalias, como detener la venta de armas—, hasta ahora ha rechazado identificar posibles castigos y no ha anunciado más medidas.

Los funcionarios sauditas han insistido en que el reino sigue siendo un firme aliado de Estados Unidos y han defendido la decisión de la OPEP+ como una medida exclusivamente económica.

No obstante, Alkadiri, del Eurasia Group, aseguró de que las empresas multinacionales tendrían que tomar nota de una actitud cada vez más escéptica con Arabia Saudí en Washington.

“Lo que este episodio ha ilustrado es que no hay que rascar mucho la superficie en Washington para descubrir un profundo sentimiento antisaudita”, comentó. “A medida que los intereses sauditas se alejan más de los intereses estadounidenses, las empresas van a sentir mucho más ese pellizco”.


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