La jornada prometía. Alberto Nuñez Feijóo estaba ante la cita más importante de su carrera política. Eso decían en su equipo. Por eso el PP había preparado la escenografía inicial, la puesta de largo. Como los ultras de un equipo de fútbol que van todos juntos y escoltados por la policía al campo rival, así apareció el líder popular en la Carrera de San Jerónimo: acompañado de una legión de diputados y senadores para no sentirse solo. Feijóo necesitaba todo el apoyo de los suyos porque ya sabía que dentro del Congreso le esperaba la derrota.
Feijóo había movilizado también a sus principales barones autonómicos para que le arroparan, para hacer público y notorio que es el presidente del partido, el jefe, el único candidato presente y futuro a la presidencia del Gobierno. El destino hizo que la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso y el portavoz de Esquerra Gabriel Rufián entrarán juntos. Apenas se miraron. La primera se llevó aplausos. El segundo, pitos de los pocos curiosos congregados frente al Congreso de los Diputados.
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Y así, con un poco de retraso sobre el horario previsto y con un Hemiciclo lleno hasta la bandera, Feijóo inició su debate de investidura asumiendo que no sería investido. Que nada ha cambiado en estos dos meses que en teoría lleva buscando apoyos parlamentarios para intentar llegar a La Moncloa. Sabedor que ‘morirá en la orilla’, a falta de un puñado de votos (concretamente cuatro), Feijóo empezó su discurso con un ataque directo a las negociaciones entre el PSOE y los independentistas y para dejar claro que no será presidente porque no quiere. Porque él no tragará nunca con la amnistía: “tengo principio, límites y palabras”, señaló. “No defenderé la amnistía. Ningún fin, ni la presidencia del Gobierno, justifica los medios”, recalcó.
Quizás porque sabía que cabalgaba contra molinos de viento, para algunos dentro de sus filas su discurso fue un poco “plano”, quizás “falto de emoción y convencimiento en algunos momentos”. “Es difícil jugar un partido sabiendo que lo has perdido de antemano”, explicaba un dirigente del PP de Madrid. El mensaje oficial dentro del partido es que Feijóo hizo un discurso “de Estado” y “muy completo”, aunque en algunos momentos “sonara a presidente del Gobierno y otros a líder de la oposición”. La novedad es que por fin ofreció detalles de un programa de hipotético Gobierno.
Feijóo esperaba que tras su intervención y la pausa de comer llegará el turno de réplica por parte de Pedro Sánchez, aunque solo fuera por cortesía parlamentaria. O en su defecto (no todos dentro del PP tenían seguro que el líder socialista apareciera en escena) que su lugar lo ocupara el portavoz del grupo, Patxi López. Pero el presidente del Gobierno en funciones decidió ‘reventar’ la jornada y eligió a un diputado raso, un orador con cierto colmillo y mala leche: Óscar Puente, exalcalde de Valladolid. Sánchez decidió que Puente replicara a Feijóo hace tres semanas, señalan fuentes cercanas al presidente. Buscaba un perfil que “reflejara a la perfección la principal contradicción del argumento fallido de Feijóo”: que no gobierna quien gana las elecciones, sino quién suma más apoyos.
Con Puente, que guardó el secreto de su intervención hasta este mismo martes (quienes sabían que hablaría se contaban con los dedos de una mano), llegó el vodevil. Si Sánchez quería dejar claro que consideraba esta investidura una “farsa”, Puente era la mejor elección. Con un tono duro y a veces incendiario, el diputado destrozó los pocos puentes que quedaban entre PP y PSOE. El pitbull socialista sacó toda la artillería que tenía contra Feijóo: que Ayuso le quiere quitar la silla, que los sobresueldos que le paga el PP son “una vergüenza”, que nunca ha terminado de explicar su amistad con el narco Dorado… ya puestos a sacar la metralleta, hasta Puente disparó contra la vieja guardia socialista que últimamente ha hecho demasiado ruido en contra de Sánchez y la amnistía que negocia con los independentistas. En Ferraz aseguran que lo de Puente no fue soberbia sino astucia.
El tono fue tan alto que volaron insultos en el Hemiciclo. Varios “macarra” salieron de la bancada popular. Incluso la presidenta del Congreso, Francina Armengol, tuvo que llamar varias veces la atención porque no iba a consentir lo que estaba viendo con sus propios ojos y oyendo con sus oídos. “No se puede patalear en el Congreso”, señaló enfadada. El escenario era tan esperpéntico que mientras todo el Gobierno en funciones se levantaba a aplaudir a un Puente desatado, la vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz, se quedaba sentada intentando esconder la cabeza.
El omnipresente Pablo Iglesias también opinó en redes sociales: “El PSOE apuesta por Óscar Puente, su perfil más agresivo e incorrecto (a veces es abiertamente un macarra) para responder a Feijóo… Claro que esos perfiles funcionan en estos debates. Y más aún si la progresía mediática no les ataca y no les acusa de crispar y hacer ruido”, señaló el fundador de Podemos. El PP, por su parte, tenía claro cuál era el objetivo de Sánchez: no hablar de una amnistía que “ya se ha negociado con los partidos independentistas”.
“Club de la comedia”
El discurso de Puente descolocó a Feijóo. Lo admiten en su equipo. “No voy a participar en el club de la comedia”, respondió el líder popular. “Ver a un primer ministro europeo en funciones y a todo un Gobierno poniéndose en pie después de este discurso es lamentable. Señor Sánchez, usted me pedía seis debates durante la campaña de las elecciones generales. ¿Y ahora no es capaz de hacer el segundo?”, ironizaba Feijóo para intentar reponerse y levantar el ánimo de los suyos, que enseguida empezaron a corear gritos de “¡cobarde!” y “¡fuera, fuera!”. Hasta un senador del PP se cayó de su asiento en la efusividad del momento. “Hoy el PSOE ha llegado al cenit de su desprestigio como partido histórico de la democracia española”, retomó Feijóo tras la interrupción. Aquí Feijóo fue consciente de que todo había acabado.
La intervención posterior de Vox fue un simple trámite. No había ya debate. La última salsa de lo que se cocinó este martes en el Congreso la puso Sumar. Yolanda Díaz, que sí intervino en la moción de censura de Ramón Tamames, no lo hizo este martes. “No tenía sentido. Feijóo transformó su discurso en una moción de censura a un Gobierno en funciones o más bien a un Gobierno que ni se ha formado y cuyo eventual presidente ni siquiera es candidato oficial”, señalan desde Sumar. Podemos, por su parte, acusó sotto voce a la coalición de la que forma parte de que les habían vetado y que no subirían a hablar a la tribuna de oradores. Nueva afrenta para los morados. Los elegidos fueron los portavoces oficiales, Marta Lois y Enrique Santiago. La primera señaló que había sentido “vergüenza ajena” por lo vivido, y el segundo definió la jornada como un “espectáculo marichulo digno de un bar. Pido disculpas a los españoles”, señaló.
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Este miércoles, segunda jornada con la intervención del resto de grupos y votación para consumar lo que el líder del PP ya sabe: no será investido. Salvo sorpresa mayúscula que nadie espera, el líder del PP saldrá del Congreso cambiando el traje de ganador de las elecciones por el del candidato que no logró la confianza del Parlamento y nuevo líder de la oposición. ¿O no? Como le dijo Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra, “cuídese, señor Feijóo, la agenda se la marca la señora Ayuso. No sea que reciba usted el mismo jarabe que recibió Pablo Casado”. Fin del vodevil.
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