La Argentina posee innegables ventajas competitivas en sectores relacionados con la explotación e industrialización de recursos naturales. Pero, muchas veces, sobre todo en el debate público, se cae fácilmente en el prejuicio de defender sólo a la industria manufacturera como clave del éxito en materia de desarrollo sustentable cuando, en realidad, es preciso desarrollar todos los sectores con ventajas comparativas para, de verdad, poder alcanzarlo.
Asimismo, se suele asegurar que la producción primaria y sus exportaciones no aportan suficiente valor agregado o, mejor dicho, no al mismo nivel que los bienes industriales. También que, si el desarrollo no se enfoca solo en esa actividad, la innovación y la incorporación de tecnología resultan mínimas, lo que nos condena a una baja productividad y al atraso.
Es preciso desarrollar todos los sectores con ventajas comparativas para, de verdad, poder alcanzarlo
Nada más alejado de eso, por diversos motivos. Primero, porque la incorporación y la innovación tecnológicas son permanentes, no sólo en la agricultura y en la ganadería; en la generación de energía y en la industria minera, los progresos son notables y permiten aumentar la productividad con mayor cuidado del medio ambiente. Segundo, porque se trata de actividades que, amén del empleo directo que crean, generan una gran cantidad de puestos indirectos en innumerables actividades conexas y en las cadenas de valor propias de cada explotación. Por último, porque hay vastas regiones en nuestro país que, sin tener un entramado industrial ni sectores de servicios tecnológicos o profesionales desarrollados, sí cuentan con recursos naturales de enorme potencial que deberían ponerse en valor.
De todos los sectores en los que las ventajas derivadas de la riqueza natural de nuestro suelo son notorias, el de la minería es el que se encuentra menos explotado. Para comprobarlo, basta con ver lo que sucede en países vecinos como Chile o Perú, donde la industria minera tiene una participación 10 veces mayor en el PBI que en Argentina y contribuye, además, con alrededor del 60% de las exportaciones totales de ambos países. O lo que sucede en otros, como Canadá y Australia, que hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX tenían condiciones de vida similares a las nuestras, pero que eligieron promover su desarrollo mediante la explotación de todos sus recursos naturales y no sólo la agricultura y la ganadería; lo cual derivó en una mejora exponencial de la calidad de vida de sus habitantes.
De todos los sectores en los que las ventajas derivadas de la riqueza natural de nuestro suelo son notorias, el de la minería es el que se encuentra menos explotado
En Argentina, es enorme el potencial de la industria minera que está sin aprovechar. Según datos oficiales, la extracción de minerales metalíferos no llega al 1% del PBI (0,7% en los últimos cinco años) mientras que en Chile y Perú las participaciones son cercanas al 10 por ciento.
Pero medir el aporte sólo a partir del PBI minero subestima la relevancia del sector, considerando que la importancia de sus cadenas de valor excede con creces su participación en el PBI. Vale la pena mencionar que en el entramado de explotaciones mineras y de servicios conexos, la presencia de pyme (no se trata solo de megaempresas y megaproyectos) es muy fuerte y representan alrededor de un 90% del total de las empresas de la cadena de valor minera, lo cual es sinónimo de generación de empleo a nivel local y regional.
En tal sentido, según estimaciones de la consultora Abeceb, por cada empleo directo, dicha cadena genera al menos dos empleos indirectos. Sería un error suponer que la actividad minera se limita exclusivamente a la extracción de algún mineral. Cuando se piensa en ella como factor de desarrollo (como lo hacen los países que la consideran fundamental) hay que pensar en innovación, empleo y profesionalización.
En materia de su aporte a la generación de divisas a través de las exportaciones, en 2020 el sector colaboró con unos USD 2,500 millones, un 4,5% del total
En materia de su aporte a la generación de divisas a través de las exportaciones, en 2020 el sector colaboró con unos USD 2,500 millones, un 4,5% del total, lo que deja un enorme potencial de crecimiento que la Argentina aún no está capitalizando. Recordemos, tal como lo mencionamos previamente, que en países como Chile y Perú dicha participación es cercana al 60%, mientras que en lugares como Canadá y Australia oscila entre 20% y 25 por ciento.
Asimismo, el sector no sólo hace ingresar divisas vía exportaciones, la inversión directa extranjera también las aporta y representa uno de los sectores de mayor contribución por esa vía. En proyectos de mediana o gran envergadura se desembolsan entre USD 2.000 millones y USD 3.000 millones. Tengamos presente además que, según estimaciones privadas, alrededor del 80% de las compras de bienes y servicios que realizan las empresas mineras se hacen en el mercado doméstico.
Alrededor del 80% de las compras de bienes y servicios que realizan las empresas mineras se hacen en el mercado doméstico
Otra forma de percibir el enorme potencial de esta industria es a partir de su contribución a la generación de empleo privado, el que si bien asciende a menos de 1% del total del país, ha crecido nada menos que 18% en los últimos 10 años, contra una suba de sólo 3% del empleo total en el mismo período. Incluso, si sólo se mira lo ocurrido entre 2017 y 2020, el empleo privado registrado del sector creció 4,2% (a una tasa media de 1% anual), mientras que el total privado cayó 5,5% (con una tasa de baja de 1,4% promedio por año). Esa cifra esconde realidades diferentes según el peso de la minería en cada provincia, puesto que la importancia del sector como empleador crece y llega hasta el 20% del total de empleo privado en Santa Cruz y alrededor del 6% en San Juan, Catamarca y Jujuy.
El marco regulatorio e impositivo y su volatilidad aparecen como candidatos para ser sindicados como los grandes responsables de la falta de desarrollo del sector minero en la Argentina. Sin embargo, no son los únicos. El costo de capital muy elevado, la inestabilidad macroeconómica -que ha generado, entre otras, medidas restrictivas para la libre disponibilidad de divisas- y la ausencia de previsibilidad para el planeamiento estratégico, han conspirado -y lo siguen haciendo- para que la industria minera no ocupe el lugar que le corresponde como un factor de desarrollo adicional de la economía argentina.
El marco regulatorio e impositivo y su volatilidad aparecen como candidatos para ser sindicados como los grandes responsables de la falta de desarrollo del sector minero
En la actual situación socioeconómica, resulta clave desarrollar una actividad que no sólo aporta a nivel macro (al PBI, a las exportaciones y generación de divisas y al fisco) sino que tiene, además, valiosas y positivas consecuencias desde el punto de vista del empleo y de la infraestructura regional. Con la correspondiente decisión política y adoptando medidas adecuadas, cuesta encontrar razones de peso para que las inversiones para el desarrollo de yacimientos de cobre en San Juan, Catamarca y Salta o del litio en Jujuy, Catamarca y Salta no se extiendan a otros productos y se multipliquen en todas las provincias con potencial minero. Ello permitiría el desarrollo de una industria que, sumándose a otros sectores, tiene mucho por contribuir al crecimiento que tanta falta nos hace como país.
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