La historia secreta de un ex jerarca de las SS que “encubría la presencia nazi en Sudamérica”

Carlos Mateo Balmelli
Carlos Mateo Balmelli en su nuevo libro, “El andar del lobo”: “Descubrí que el hombre puede ser más determinado al hacer el mal que al hacer el bien”.

Un jerarca de las SS que “apostó al odio como motor de la historia”. Un hombre que “asesinó, lo quisieron asesinar y cuando pretendieron encarcelarlo, huyó”. Un docente en Paraguay que “era un eslabón en la cadena que encubría la presencia nazi en Sudamérica”. ¿Cuántas vidas caben en una misma vida? La historia que cuenta el escritor, político y abogado paraguayo Carlos Mateo Balmelli en El andar del lobo es una aproximación novedosa y llamativa a la literatura sobre la Segunda Guerra Mundial.

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El andar del lobo es la dramática biografía de Wolfgang, un nazi sin apellido, y de su viaje vital al corazón de las tinieblas. Desde su adolescencia en la Alemania hitleriana hasta su refugio y muerte en Asunción del Paraguay, Wolfgang hallará la justificación de su vida y de sus crímenes en el viejo aforismo latino, según el cual el hombre es un lobo para el hombre”, escribe Francisco Pérez de Antón en la contratapa.

Como explica Balmelli en el primer capítulo (que puede leerse a continuación), El andar del lobo es una historia escrita a partir del manuscrito de un ex jerarca del temible grupo parapolicial del nazismo, las SS, en la que un publicista se propone desentrañar la mente de un hombre común, apasionado por la historia y la filosofía, que abrazó al partido político de Adolf Hitler y refleja su pensamiento sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Un hombre que “nunca deseó ser perdonado, buscaba ser comprendido”, y que luego de aquellos sucesos, de los que no se arrepiente y justifica, termina su vida en Paraguay dedicado a la docencia.

Carlos Mateo Balmelli presentará El andar del lobo este jueves 11 de Mayo a las 17:30 en el sala Tulio Halperin Donghi en ocasión de la 47° Feria del Libro de Buenos Aires.

Así empieza “El andar del lobo”

Carlos Mateo Balmelli
Portada de “El nadar del lobo”, de Carlos Mateo Balmelli, editado por Suma.

Cuando la verdad te abre los ojos

Circunstancias fortuitas me allanaron el camino a esta historia. Un hecho aleatorio me permitió disponer de un expediente de primera mano. Me legaron un archivo que contenía abundante documentación. Con posterioridad, testigos me apoderaron de datos e impresiones que ciñeron el destino de Wolfgang. El devenir de los hechos desbocó mi curiosidad por entender la ambivalencia moral del hombre. Me sedujo la sugerencia de que las preocupaciones interiores son siempre contradictorias. Necesitaba comprender ¿por qué en el corazón solicitan su sitio el odio y el amor? Me inauguré experiencias insólitas que circunvalan el arquetipo de la raza superior, el desafío del superhombre, el holocausto y la pasión del amor.

Empezaré con el final. Se había muerto un alemán que combatió en la Segunda Guerra Mundial. Un misterio lo rodeaba, pero era ostensible que cargaba la sombra del pasado. No proyectaba la apariencia de un hombre añejo. No fue la vejez la causa de su muerte, murió de una enfermedad. Su nombre nadie podía pronunciarlo, por eso él pedía que lo llamaran Otto. Después de muerto se descubrió que atesoraba un archivo. De más está decir que no tenía familia, por lo menos aquí en el Paraguay. Se sabía que nunca deseó ser perdonado, buscaba ser comprendido. Evitaba el contacto social. Conversaba con los médicos y las enfermeras. No le gustaba hablar de superficialidades, de vez en cuando se le escapaban algunos recuerdos de su Deutschland. Con regularidad recibía la visita de un señor proveniente de la Argentina.

Llegó enfermo y aturdido, a pesar de su patología, se lo notaba un hombre recio que conocía de alcobas, pero que había ejercido el valor en las trincheras. Era de los tipos que requieren al cuerpo más de lo que este está dispuesto a dar.

Debuté en la psicología que penetra en el alma de manera fortuita e involuntaria. Adquirí por interpósita persona las carpetas del manuscrito y un caudal de papeles. Cuando terminé de traducir todas las páginas distinguí la oscuridad de eventos inadmisibles. Captar cuánta verdad contenían esas hojas, en qué circunstancias y por qué se redactaron me consumió más horas de las que sospechaba. Durante un periodo estuve dominado por la curiosidad de glosar el sentido implícito y explícito de las anotaciones. Descubrí que el hombre puede ser más determinado al hacer el mal que al hacer el bien.

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Remedié que se trataba de una biografía al servicio de una apología de lo injustificable. La verdad es que eso no me perturbó. La identidad y la trayectoria del difunto me fueron reveladas con la lectura del manuscrito. No obstante, corroboré que su deceso en Asunción del Paraguay no respondía a una desavenencia entre él y su destino. Presumo que se trataba de un hombre, como los otros, que procuraron subordinar, con hechos y no con palabras, al destino. Era de esos individuos que revocan la puja entre el bien y el mal. Apostó al odio como motor de la historia.

Tal vez, el acopio de crueldad nos insta a creer que Dios gobierna con furia. La idea de Dios, si no nos induce a la tolerancia, carece de utilidad práctica. En el carrusel de las especulaciones no hallaremos las razones que condujeron al pueblo más culto de Europa a la más irracional de las experiencias humanas. Alrededor de estas y otras interrogantes comenzaron a girar mis intrigas morales e intelectuales. Decidí que yo mismo debía esclarecer los claroscuros mentales. La curiosidad me dominaba y necesitaba entender por qué habitaban en el corazón sentimientos nobles y ruines. Me rebelé contra la ignorancia en este asunto.

Por mi propia cuenta y de mi bolsillo encargué a un profesional la traducción de las anotaciones. Las leí con detenimiento, repetí la lectura en varias ocasiones. Mientras las leía, me trasladaba a la época, me ubicaba en el medio social e intentaba comprender la lascivia y porfiada mentalidad de los protagonistas. Acredité que somos hijos del tiempo. Certifiqué que el cuerpo y el alma no se desarrollan fuera del medio. Que conste que bajo ninguna circunstancia abrí las puertas al relativismo moral. Las lecturas las clausuré con el convencimiento de que el racismo condenaba con antelación al no nacido. Me afané en localizar la razón que explicara la maldad. Me obstiné en entender cómo un hombre que amó honestamente a una mujer pudo haber desvalorizado, obscenamente, la vida.

Al tener en mis manos la biografía deduje que el viejo fallecido era un eslabón en la cadena que encubría la presencia nazi en Sudamérica, pero esto no era lo más significativo.

Carlos Mateo Balmelli
Balmelli fue senador en Paraguay y fue miembro de la Convención Nacional Constituyente en 1992, que sancionó la vigente Constitución Nacional del Paraguay.

Leyendo el material, enseguida establecí que las anotaciones expresaban reflexiones, datos históricos y capítulos biográficos de Wolfgang. Consideré que la situación revestía cierta gravedad, me propuse terminar la historia de la vida del personaje. Mi empecinamiento significó enfrentar un dilema ético: ¿correspondía o no devolverles la humanidad e individualidad a los que planificaron y ejecutaron métodos de asesinato en masa?

La comprobación de que los combatientes de Hitler eran humanos me provocaba desazón. Yo, sin juicio previo, los condenaba. Me eduqué en valores que adherían a la tradición judeocristiana. En mis años de formación me informaba sobre la brutalidad asesina del nacionalsocialismo. Había tomado conocimiento de la forma cínica con la que desvencijaron el derecho e iniciaron una guerra que terminaría costando cuarenta o cincuenta millones de muertos (más de la mitad civiles), el doble o triple de heridos y otros cincuenta millones de desplazados forzosos o deportados. Me propuse no exagerar en los trazos de los estereotipos, pero me preguntaba: ¿se hace justicia con las víctimas al identificar rasgos sensibles y nobles de los gestores del exterminio? ¿Debían considerarse disciplina eficaz o delirio fatal los pasos acompasados que marchaban con afán genocida?

El lector reconocerá que los personajes de este manuscrito no configuraban el tipo de sujetos que debían convencerse a sí mismos de sus verdades y actuaciones. No se mostraban de manera diferente ante situaciones contrarias. Prescindiendo de la naturaleza de las circunstancias, obraban con el mismo razonamiento y de la misma manera. No representaban la ambigüedad o la vaguedad. A solas o acompañados de personas extrañas, su naturaleza no variaba. Eran hombres determinados a gestionar el terror con tal de realizar su visión de Alemania y el mundo.

Wolfgang vivía alejado de las orillas del utilitarismo y del nihilismo. Lo afiebraba su irrefutable verdad. A quien le interese, se adentrará en la vida del protagonista principal. Este, de puño y letra, escribió sobre las impresiones que calaron en su ser. Como se podrá leer, se trataba de un militante convencido. Mientras elaboraba el material me pasaba por la cabeza si los fanáticos eran personas perversas y honestas al mismo tiempo. Los que accedan a la versión definitiva comprobarán que Wolfgang, como narrador, almacenaba experiencias, observaciones y reflexiones que se colaban en el transcurrir de su existencia y de las que él tomaba nota.

En mi condición de biógrafo, me empeñé en sistematizar toda la documentación y traté de proporcionar una coherencia interna. Al final para mí fue más importante la vida de Wolfgang que la cronología de la historia de los germanos o la fluidez sanguinaria de la Segunda Guerra Mundial. Mucho material reunido por el protagonista no lo incorporé al cuerpo de la obra. Decidí no recopilar un libro de historia provechoso en citas, fechas, batallas, estrategias, tácticas y número de muertos. Me impuse dar a luz un relato en donde los detalles bélicos no se impusieran en excesiva abundancia. Valoré y determiné que no podía publicar un compendio con todos los sucesos que componían los hechos y las circunstancias de una época convulsionada y proficua en crueldad. El material perdería agilidad, ganaría en espesura, pero me desviaría de mi propósito.

Trabajé un libro para tramitar una solicitud: he procurado entender, a través de las ambiciones de Wolfgang ¿por qué al mundo no le ha sido dado moderarse, ni a los grandes esquivar el abuso de la violencia, ni a las masas evitar ilusionarse con quimeras e idolatrar estatuillas de barro? He tomado en cuenta estas interrogantes para darle forma definitiva al material que el lector tiene en sus manos. He procurado alejarme de la dispersión, no sé si lo he logrado. Me esmeré en proporcionar impulso a la obra; debido a ello he dejado que las reflexiones del protagonista fluyan a través de la realidad europea y a lo largo de su vida. Cerré el circuito existencial de Wolfgang con el relato de sus últimos días en Asunción del Paraguay.

Sugerí al traductor que vertiera al español el contenido de los comentarios de la prensa alemana. Me manifestó que eran artículos laudatorios al esfuerzo bélico alemán. Textualmente sentenció: “Es pura propaganda”. Me decidí por una voz desapasionada, sonará escéptica y neutral, en cambio, la de Wolfgang adquirirá visceralidad y altanera sonoridad. Es natural que así sea, él es el actor principal de su existencia y se las jugó. Asesinó, lo quisieron asesinar y cuando pretendieron encarcelarlo, huyó. Mi situación reúne la comodidad del que deseca los hechos, pero me propuse terminar con el periplo del andar del lobo y contar la historia de la vida de Wolfgang.

Quién es Carlos Mateo Balmelli

♦ Nació en Asunción, Paraguay, en 1961.

♦ Es abogado, escritor, político y conductor de radio.

♦ Escribió libtos como La Pasión de Lucrecia, Tamarindo, Filosofía de vida y Premio Nobel.

♦ Fue senador en Paraguay y fue miembro de la Convención Nacional Constituyente en 1992, que sancionó la vigente Constitución Nacional del Paraguay.

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