El confinamiento social es una medida necesaria para aplanar la curva y aliviar al sistema de servicios de salud a fin de que no colapse. Pero el propio éxito de esta medida presenta a su vez un gran dilema: continuar con el confinamiento a fin de preservar la salud o salir para evitar una crisis económica. ¿Abandonamos el confinamiento social o lo continuamos? De salir, ¿cómo hacerlo?
En estos días se ha instalado una (falsa) discusión entre cuidar la economía o cuidar la salud. Incluso el Presidente ha dicho que prefiere un 10% más de pobres antes que descuidar la salud. Esta parece ser la opinión de la mayoría de la población hasta ahora. ¿Pero cuánto más durará?
Desde el punto de vista de muchos infectólogos, como el pico se ha desplazado gracias a esta medida, debería continuar el confinamiento para seguir demorándolo. Lo que era una medida temporal se transforma en algo que tiende a prolongarse toda vez que el sistema de servicios finalmente no termina de prepararse y no sabremos si algún día podrá estarlo. El nivel de contagios del personal de los hospitales aún sin haber alcanzado el pico pone una alarma sobre la verdadera capacidad de los servicios. ¿Realmente se están siguiendo protocolos en forma estricta? ¿Tienen lo elementos de protección adecuados? ¿Serán suficientes las camas de UCI?
Estamos empezando a escuchar opiniones que dicen que en países como el nuestro con estándares de calidad inferiores a los europeos o americanos, el confinamiento debería extenderse bastante tiempo más. O sea seguir con la curva aplanada el mayor tiempo posible hasta que aparezca alguna solución (tratamiento eficaz y vacuna) que demorarán en llegar.
Por otro lado muchos economistas están alertando sobre una crisis muy profunda y se sabe que las crisis económicas traen aparejados problemas graves de salud. En el contexto de la crisis política, económica y social sin precedentes del año 2002 aumentó la violencia contra las personas, los problemas de salud mental, la tasa de mortalidad infantil y los casos denunciados de HIV-SIDA y de Chagas. Un tercio de la población no pudo conseguir los medicamentos recetados, no pudo consultar al médico por una necesidad sentida y no pudo hacerse los análisis solicitados por el médico. El costo social fue muy alto, tema que no se ha investigado lo suficiente.
Algunos problemas comienzan a asomar como los son el aumento de la violencia de género, los problemas de salud mental, alcoholismo y se estiman 10.000 muertes evitables por falta de consulta o tratamiento de enfermedades cardiovasculares por un confinamiento prolongado.
No solo debemos mirar este problema desde las perspectivas de infectólogos y economistas (miradas fundamentales por supuesto), sino que se debe complementar también con una mirada desde la salud pública.
Debemos analizar cuántos Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVAD) perderemos para cada acción que tomemos. No solo muertes, sino también morbilidad (discapacidad).
La respuesta que esta mirada podrá darnos es cuál es el límite entre evitar muertes por COVID-19 pero empezar a contar AVAD perdidos. Dicho en otras palabras, hasta cuándo el remedio es mejor o peor que la enfermedad.
La salud pública no ve el dilema entre economía y salud; por el contrario, parte de la concepción de la economía como un determinante clave de la salud.
Realizar un análisis desde los AVAD perdidos (o ganados) según las medidas que adoptemos puede contribuir también a explicar a la población la conveniencia (o no) de salir del confinamiento en el momento en que sea peor el remedio que la enfermedad. Y puede colaborar con las propuestas de salidas ordenadas, ya que de seguir en esta situación de (falso) conflicto entre la salud y la economía la salida del confinamiento será de la peor manera, desordenada, caótica y culpándonos unos a otros.
El autor es médico y especialista en salud pública. MP 19.316
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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