La demencia es la primera causa de discapacidad en adultos mayores, con una mayor prevalencia luego de los 65 años. Estamos frente a un trastorno neurodegenerativo que se caracteriza por el deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades de la vida diaria. Es la primera causa de dependencia, sobrecarga económica y estrés psicológico. Y es un reto prioritario para la salud pública.
Se estima que alrededor de 35 millones de personas en el mundo tienen algún tipo de demencia, cifra que se duplica cada 20 años y se proyecta en 135 millones para el año 2050, según datos aportados en 2013 por Alzheimer’s Disease International. Ya en el año 2012 la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado a las demencias como prioridad sociosanitaria para las políticas públicas y en el 2015 la Organización Panamericana de la Salud (OPS) había lanzado un Plan Regional de Acción en Demencias.
De acuerdo con las cifras de 2014 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se espera que la prevalencia de la demencia aumente un 50% en los países de altos ingresos y en un 80% en los países de medianos y bajos ingresos. El costo social total de la demencia en el mundo fue de 818 millones de dólares en el año 2015, lo que representaba el 0,2% en los países en desarrollo y el 1,4% en países de ingresos altos.
En el año 2010, Alzheimer’s Disease International recordó a los gobiernos sus obligaciones en virtud de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Hizo un llamamiento a los gobiernos para que las nuevas inversiones en el cuidado de enfermedades crónicas siempre incluyeran la atención de la demencia.
En la Argentina se han impulsado iniciativas aisladas. Una de las últimas fue la generada por el doctor Carlos Regazzoni, en su paso por el PAMI, al promover el plan estratégico nacional para un cerebro saludable, enfermedad de Alzheimer y otras demencias. El proyecto tenía cinco objetivos fundamentales: concientizar a la población, aumentar el conocimiento de los profesionales, aumentar el acceso de los pacientes y los familiares a los servicios, investigar y promover un cerebro saludable, y reducir el riesgo.
Sin embargo, aún la asistencia sanitaria se encuentra organizada en torno a un modelo de atención aguda y episódica que ya no satisface las necesidades de los pacientes con enfermedades crónicas con alto nivel de dependencia. En el marco de atención innovadora de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), la OMS proporciona una base sobre la cual rediseñar los sistemas de salud para evitar la atención médica de mala calidad y la muerte prematura, y así alcanzar una atención integradora. Se ha de contemplar el cuidado dentro y fuera de los centros de salud, y la asistencia integral del paciente ambulatorio.
Corresponde a los gobiernos de todo el mundo el desarrollo de políticas y planes para la atención a largo plazo que anticipen y aborden las tendencias sociales y demográficas, y se concentren explícitamente en apoyar a los cuidadores y garantizar la protección social de las personas vulnerables con demencia.
Es necesario asegurar que los sistemas nacionales de asistencia sanitaria y social cuenten con la estructura y el financiamiento adecuados. Ha llegado el momento de que la atención informal del paciente deje de ser un peso exclusivo para las familias, con la consecuente asimetría social.
La autora es investigadora del Instituto de Ciencias Sociales de la Fundación UADE.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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