La educación de las mujeres, aún una deuda pendiente

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La desigualdad de género en educación (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde hace ya más de cuarenta años, UNESCO define a la alfabetización como un derecho inalienable y un instrumento de autonomía. Alfabetizar es introducir a alguien en la lectoescritura y en las primeras nociones del cálculo; pero no es sólo eso, es posibilitar la inserción de todo sujeto a la sociedad, es permitirle acceder a nuevos estudios, es enseñar destrezas que tengan repercusión en su vida cotidiana. Si bien es una actividad primordial de la escuela, no es responsabilidad exclusiva de esta institución, sino de todas las organizaciones que puedan aportar a tal fin.

A menudo se cree que alfabetizar tiene relación directa con la lecto- escritura, con saber leer y escribir; sin embargo, el término es mucho más abarcativo. Es un instrumento que confiere autonomía con miras a mejorar la salud, el ingreso y la relación con el mundo.

En ese marco, el Observatorio de igualdad de género de América latina y el Caribe (CEPAL), sostiene que la autonomía de las mujeres es un factor fundamental para garantizar el ejercicio de sus derechos humanos en un contexto de plena igualdad. El control sobre su cuerpo (autonomía física), la capacidad de generar ingresos y recursos propios (autonomía económica) y la plena participación en la toma de decisiones que afectan su vida y su colectividad (autonomía en la toma de decisiones) constituyen tres pilares para lograr una mayor igualdad de género en la región.

Para ello, es necesario planificar avanzar hacia un nuevo parámetro cultural, que permita un nuevo contrato social, plantear el desplazamiento de la violencia simbólica y sustituirla con otro modelo estratégico que tenga un impacto real sobre la realidad; es promover líneas de investigación, líneas de trabajo, responsabilidad del Estado, sin dudas, pero que también necesita de la toma de conciencia de la sociedad civil a fin de romper con una visión cristalizada en una sociedad que replica estereotipos definidos de antemano.

Asegurar la igualdad de género entre niños y niñas, significa educar en las mismas oportunidades, los mismos derechos y deberes, reto para continuar en la senda de los derechos humanos, con plena inserción en la sociedad en igualdad de condiciones entre hombres y mujeres.

En ese sentido, la deconstrucción, ese proceso que rompe con concepciones, discursos y prácticas hegemónicas es un proceso que llevará años, especialmente porque muchos aún no lo ven como un problema. Es un desafío urgente para celebrar la igualdad de una vez por todas

Como consecuencia de lo planteado, es claro que el analfabetismo está en estrecha relación con una cuestión de género. Las cifras dan cuenta que el atraso es mayor en mujeres y niñas. Entre los numerosos obstáculos que les impiden ejercer su derecho a estudiar y obtener un título, se destacan la pobreza, el aislamiento geográfico, la pertenencia a una minoría, la discapacidad, el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y las actitudes tradicionales relacionadas con el papel de las mujeres.

Aún existen, grandes desigualdades de género en el acceso y permanencia de las niñas en las escuelas ya que son ellas, en general, las más desfavorecidas. Y, a pesar de los logros alcanzados, existe un mayor número de niñas que de niños sin escolarizar. El Instituto de Estadística de la UNESCO señala que, en el mundo, 16 millones de niñas nunca irán a la escuela y, además, que las mujeres representan dos tercios de los 750 millones de adultos que carecen de conocimientos básicos de alfabetización.

Como aún queda mucho camino por recorrer, la Agenda mundial Educación 2030 reconoce que la igualdad de género requiere un enfoque que garantice que las niñas y también las mujeres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito y que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella.

Crear programas de alfabetización dirigidos a las mujeres y mejorar sus capacidades puede propiciar cambios significativos. En muchos casos, las mujeres son sostén de hogar; entonces, educarse les permite encontrar o mejorar un trabajo, acceder a bienes materiales y simbólicos; en definitiva, redunda en el bienestar de sus hijos.

Necesitamos aulas donde las infancias partan de la igualdad y problematicen la realidad, donde propongan cambios para su barrio; pero, para ello, es necesario reconocer que alfabetizar es registrar las individualidades y las subjetividades de los/as alumnos/as, cuyas trayectorias son distintas a otras instituciones.

Hoy por hoy, el ritmo rápido en las aulas, la imprevisibilidad donde suceden hechos que no están previstos, hacen que, algunas veces, se necesite cumplir con los contenidos antes de reflexionar acerca de algunos temas importantes al interior de la escuela, de “esta escuela” y de “estos estudiantes”, con particularidades, tan diferentes a otros escolares.

Educar es comprometerse con el otro, es ser parte del andamiaje necesario para que los más pequeños puedan descubrir e interpretar el mundo; un mundo más igual para todos y todas porque, desde que las niñas son muy pequeñas, las desigualdades de género socavan su capacidad de ejercer sus derechos y eso no debe ocurrir.


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