Si algo faltaba para poner en evidencia la podredumbre del régimen político actual es la denuncia irrefutable de la violencia ejercida por el expresidente Alberto Fernández contra quien fuera su esposa. Las fotos de Fabiola Yañez con su ojo morado y sus brazos con moretones quedarán impregnadas en la retina del pueblo por largos años. Que estos hechos de violencia se hayan cometido dentro de la muy custodiada Quinta de Olivos, poblada de funcionarios y de integrantes de la Casa Militar cuando la víctima cursaba su embarazo, llena de significado político este acto de violencia machista contra una mujer. Si la ola verde acertó al denunciar la responsabilidad del Estado en la violencia machista, este acto viene a corroborarlo de manera inapelable; es que dicha violencia la aplicó directamente el presidente de la Nación, o sea, el jefe del estado.
Como era previsible, la denuncia contra Alberto Fernández agravó la crisis del peronismo. Después de todo, el golpeador sigue siendo presidente del Partido Justicialista a nivel nacional. Los hechos aberrantes, además, salieron a luz cuando se investigaban negociados varias veces millonarios realizados con las pólizas de seguros del Estado. En síntesis, violencia machista, más corrupción. Esa investigación, que seguirá su curso, estaba convirtiéndose para el peronismo en un cáncer con metástasis que alcanzaba a todo el organismo. Los medios que siguen el caso ya habían anticipado que del negocio habían sido parte otros funcionarios.
Los repudios de rigor que se fueron sucediendo entre los dirigentes del gobierno del Frente de Todos se caracterizaron por la falta de credibilidad. ¿O acaso no son los mismos que defienden al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, actualmente procesado por abuso sexual de una de sus secretarias? ¿O no tuvieron en su bloque de senadores a Alperovich a pesar de las denuncias de violación de su sobrina, que luego se corroboraron como ciertas en sede judicial? ¿O no eran, en el caso de los camporistas, aliados estrechos de Insaurralde, el ex jefe de gabinete de Kicillof que cayó en desgracia cuando se hicieron públicas sus fotos en un yate en Marbella? No estamos ante las excepciones inevitables de que habla Cristina Fernández de Kirchner en su descargo, sino ante una fuerza política podrida que se vale de los recursos del Estado para cometer atropellos contra las mujeres y luego encubrirlos. En la lista deben anotarse entre otras cosas la complicidad con las redes de trata y el negocio capitalista de la prostitución que incluye también a niñas y niños.
Muchos analistas políticos concluyeron que esta descomposición del peronismo tiene como principal beneficiario a Milei. Aunque resulta obvio, no es lo que cree Grabois, que sorprendentemente afirmó en su cuenta X que volvería a votar por Alberto Fernández. Y no solo por él. También lo haría por Scioli y Massa. El amigo del Papa parece no darse cuenta de que la derecha fascistoide de Milei llegó al gobierno como resultado de la política llevada adelante por el peronismo en todas sus variantes (“Frente de TODOS”). Usando un concepto típico del kirchnerismo nada más “funcional” a Milei y la derecha que insistir en la línea de fracaso del peronismo. Este error de Grabois, que bien visto lo inviabiliza como alternativa política, solo se explica por sus propias limitaciones de clase. Ni siquiera pudo valerse de la experiencia de la colaboración del peronismo con Milei para superar el limitadísimo enfoque binario de “derecha vs peronismo”. Más perspicacia mostraron las grandes mineras y petroleras, que sin prejuicio de ningún tipo acercaron posiciones entre Milei y los gobernadores peronistas para asegurarse la aprobación del RIGI y de la ley de bases.
Aunque Milei busca aprovechar el derrumbe moral de Alberto Fernández y su fuerza política, lo cierto es que visto doctrinariamente el expresidente se ha convertido en el mejor alumno del libertario. ¿O no es Milei y la runfla que lo acompaña un grupo que se caracteriza por su animadversión a todo reclamo del movimiento de mujeres? Tan potente es esa animadversión que no se ruborizan con la contradicción flagrante de invocar la golpiza sufrida por una mujer como la razón para desarmar las pocas medidas de protección estatal que se habían logrado conquistar con la movilización popular.
Los favores del peronismo a Milei parecen no tener límites. El último de ellos fue pactar un texto con LLA hablando de la “democracia” que encubría la complicidad con los diputados libertarios que fueron a rescatar a los genocidas con su visita a la cárcel, foto de familia incluida, impulsando la prisión domiciliaria y dando un mensaje de rescate de la dictadura en tanto promueven armamentismo, cuantiosos fondos para los servicios y eventual participación de las FFAA en cuestiones internas. El texto de UxP en consenso con LLA no vio la luz porque Pichetto hundió la sesión. Mientras los de LLA hacen demagogia valiéndose de las golpizas de Alberto Fernández a su exesposa, conspiran para lograr la libertad de genocidas como Astiz, Suárez Mason y Raúl Guglielminetti que secuestraban, torturaban y violaban a las mujeres en los centros clandestinos de detención de la última dictadura militar.
La explotación que realiza la derecha no se limita a la que está directamente en el gobierno. Dentro del peronismo el derrumbe político y moral de Alberto Fernández afecta con mayor fuerza al kirchnerismo, que es quien lo puso en el sillón de Rivadavia. Conscientes de esa situación, los kirchneristas se quieren refugiar en cuarteles de invierno, cediendo el liderazgo del “movimiento nacional” a los Pichetto y cia. A su favor el candidato a vice de Macri tiene en su currículum haber sido jefe de la bancada peronista en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner. Kicillof, por su parte, quiere paliar su orfandad ante la pelea con La Cámpora aliándose a gobernadores como Quintela de La Rioja, a quien propuso como presidente del PJ nacional. ¿Le habrán dicho que La Rioja junto con Corrientes está a la cabeza de los casos Loan?
La podredumbre del régimen político emerge en momentos que la clase capitalista se vale del gobierno y la oposición cómplice para avanzar en un ataque histórico a las conquistas populares. Metodológicamente es necesario unir ambas cuestiones para superar las denuncias puntuales o personales y sacar conclusiones políticas de conjunto. Se trata de ajustar cuentas no solo con los Alberto Fernández, los Espinoza y los diputados defensores de genocidas, sino con todo un régimen que los cobija en función de intereses de los explotadores y opresores.
La izquierda debe recoger el guante y hacerse cargo del desafío que tiene delante de sí. Más que nunca debe realizar una impugnación general de todos los partidos que nos han gobernado en las últimas décadas y presentarse como alternativa de poder para los trabajadores y los sectores populares. El requisito número uno es bregar por su propia independencia política, rechazando todo seguidismo al peronismo-kirchnerismo en nombre de que el enemigo es la derecha. El mensaje debe ser claro: “Ante el derrumbe político y moral de un régimen, construir una alternativa política de la izquierda y de los trabajadores”.
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