La culpa es de Fabiola

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Alberto Fernández festejó el cumpleaños de Fabiola Yañez en la quinta de Olivos el 14 de julio de 2020

Fabiola Yáñez no es una nena. Ya va por sus cuarenta. Se presenta como periodista y actriz pero en este momento no trabaja en un reality. En su carácter de pareja oficial del Presidente de la Nación le ha sido conferida una representación institucional.

Como “Primera Dama” dispone de un presupuesto y equipo de asesores y colaboradores que la asisten en sus funciones.

Ahora venimos a enterarnos que, además, varios de ellos son sus amigos de la vida y que el 14 de julio de 2020 fueron convocados a un festejo de cumpleaños que ella misma organizó.

El Jefe de Estado manifiesta ahora haber sido sorprendido por su consorte. Algo que “no debió haber ocurrido y que él debió haber tenido cuidados que no tuvo”

Ninguno de sus allegados o asesores le advirtió al Presidente que su participación en el encuentro contradecía el mandato de sus decretos. Nadie le hizo saber cuán inconveniente era dejarse fotografiar por quién sabe quién violando alegremente sus mandatos.

El Presidente no pidió disculpas. Tampoco se condolió con los millones de argentinos que acataron a rajatabla sus disposiciones quedándose en casa durante meses sin poder acompañar a sus enfermos ni despedirse de sus muertos.

Ni una palabra para los miles de médicos, enfermeros, camilleros y personal de salud que dejaron el alma y la piel tratando de salvar vidas. Ni una palabra.

Alberto Fernández aprovechó el momento para fustigar a los denunciantes a quienes hizo cargo de lastimar al dulce montón de los invitados al festín exponiéndolos en los medios. Un daño que no lo alcanza porque ya sabemos, además de disponer de un gen revolucionario, que tiene el “cuero duro”.

Ahora resulta que mientras todos extremábamos los recaudos y la imaginación para seguir funcionando aislados y con distancia social, Olivos fue “casi una ciudad” y él recibía personas ya no de a diez sino de a cientos.

Concluyendo: la culpable es Fabiola y no va a volver a ocurrir. Eso fue todo y sanseacabó.

El Presidente debería saberlo: corren tiempos de transparencia, no hay manera de esconder, de ocultar, de negar, de falsear hechos o situaciones por mucho tiempo. La verdad se termina imponiendo.

La capacidad de registro, visualización, almacenamiento, acceso y cotejo de imágenes, videos, audios y testimonios que permiten las nuevas tecnologías desdibuja, borronea el límite entre lo público y lo privado. El archivo está siempre a tiro de clic.

Más temprano que tarde la verdad queda expuesta. Las paredes se vuelven translúcidas, los dispositivos escuchan, la luz se filtra por los resquicios y desnuda, aportando datos, mostrando debilidades, defecciones e inconsistencias.

Los hechos devienen incontrastables. Las evidencias se superponen y refuerzan. La verdad se agazapa en los celulares, a tiro de descuidos y traiciones.

No hubo una foto, sino dos. En el medio, el trabajo de rastreo sobre posteos en redes sociales que permiten confirmar la veracidad de la primera imagen. Esa que el Jefe de Estado calificó de fake. Vuelo corto para la pretendida coartada.

En los tiempos que corren no hay espacio para el ocultamiento ni las mentiras. Más temprano que tarde la verdad se impone. Siempre hay alguien que investiga. No cabe descartar tampoco el “fuego amigo”.

El Jefe de Estado parece no registrar las marcas de este tiempo. No se comprende si es o se hace el distraído. Desconcierta tanta desaprensión. Preocupa la liviandad con la cual el Jefe de Estado se maneja en cuestiones tan sensibles.

Alberto Fernandez y Fabiola Yanez
Alberto Fernandez y Fabiola Yanez (ANGELA PONCE/)

Frente a lo irrebatible el Presidente se enoja. Ofuscado: contraataca, reparte culpas, señala presuntos responsables. En la arremetida se hunde frente a la consideración pública, profundiza el deterioro de su imagen y acicatea a los que agrede a ir por más constataciones que no tardan en aparecer. Se va encerrando en un círculo que lo termina acorralando.

Es grave lo que está pasando. No se trata de una fiesta de cumpleaños. No se trata de un error ocasional. Se trata de una afrenta, de un destrato, de una burla soterrada a la sensibilidad colectiva. De un ninguneo. De un ostensible desprecio por el concepto de igualdad ante la ley.

“El Estado te cuida”, reza el eslogan oficial. El Estado te cuida y el Presidente te miente y te toma por estúpido.

El Presidente que fue de nota en nota, de discurso en discurso durante toda la semana tras ensayar una deslucida justificación, retomó sus tareas de campaña arremetiendo contra Macri.

El Jefe de Gabinete había ensayado más temprano una disculpa. “Se cometió un error, no debería haber pasado, estuvo mal”. Una explicación equivoca e insuficiente. Recurrente vuelve a la carga.

“Me parece necesario aclarar cómo aflora el oportunismo político. Como algunos que se opusieron a todas las medidas de cuidado ahora dan lecciones de moral”, sumó como al pasar. A esta altura de los acontecimientos es probable que CFK se esté preguntando si Alberto Fernández es parte del problema o de la solución. Mal momento para estas consideraciones.

La campaña está en llamas y los candidatos que encabezan las listas más discutidas llevan el sello albertista y no queda otra que salir a bancar. Ya lo dijo Kicillof: “El candidato es la unidad”.

La oposición reacciona y evalúa un juicio político. Una apuesta no exenta de riesgos, los números no dan (se necesita mayoría especial para ir adelante) y en caso de ser removido el Jefe de Estado, la línea de sucesión conduce a Cristina Fernández de Kirchner. El remedio y la enfermedad.

Se pone en marcha una comisión investigadora que tiene como curiosa misión investigar si el Presidente viola los decretos que él mismo dicta e impone al común de los mortales. Todo muy raro.

Dispuesta a cargarse la campaña sobre sus faldas, Cristina Kirchner reaparece sin su Presidente en un acto en Lomas de Zamora. Contradiciendo el manual que el Frente de Todos bajó a sus candidatos, que juzgaba inconveniente anclar en la figura del ex Presidente, vuelve a traer a Macri al centro de la escena. La polarización se radicaliza y sigue marcando los tiempos de la política.

La sesuda explicación acerca del endeudamiento en el que la administración macrista dejó al país y sobre el cual hizo eje CFK fue barrida de la pantallas por las repercusiones de la foto confirmatoria de los “deslices” sociales en Olivos. El protagonismo estaba en otro lado.

Cristina en las tribunas, Fabiola y Dylan en la TV.

Puede que la gente esté harta de los sucios juegos de la política pero hay claros indicadores de que se vive un clima de creciente “hipersensibilidad” social que no necesariamente tiene que ver con las dificultades que plantea la economía.

Se percibe el claro avance de un malestar, de un enojo, de un encono emocional para con una dirigencia que lejos de buscar la salida del oscuro túnel en el que estamos metidos se regodea de sus propias bajezas, mientras se entretienen en el carnaval carioca de la decadencia.

Los comandos de campaña de todos los espacios, dan cuenta de una realidad: hay un marcado desinterés de la gente por los avatares de la campaña. Desapego con la clase política. Las peleas de la interna, los escándalos de intramuros salen como una suerte de pochoclo tóxico que distrae y envenena al mismo tiempo.

El Presidente habla, habla y habla. Le gusta hablar, le da por explicarse a sí mismo. Se escucha embelesado sin registrar que tanta exposición desnuda sus inconsistencias y contradicciones. Confía en sus limitados recursos, esos que hoy ya no alcanzan.

En orden a presentarse como quien sintetiza la variopinta diversidad que conforma la coalición que lo llevó al poder va y viene entre varios Albertos. Engolosinado en su verborragia termina enredado en el berenjenal de sus contradicciones.

Hay quienes temen que las consecuencias de este patético vodevil termine perforando el piso duro del 30% que el kirchnerismo supone consolidado en el estratégico conurbano.

Si la resignación de la mayoría, un sentimiento que los analistas reportan en las últimas semanas, deviene bronca, las cosas se van a complicar para los socios del Frente.

Con un voto firme macrista de un 18% en la Provincia de Buenos Aires, la oposición va por los desencantados. De ese lote de votos deseados un 20% se inclina por seguir acompañando al oficialismo y un 11% optaría por Juntos. Pero hay un 20% de independientes, un colectivo de votos volátiles. Voluntades que todos quieren conquistar.

Todavía es imposible medir el impacto que este zafarrancho de combate tendrá sobre la decisiones de los que están dispuestos a ir a votar. En lo inmediato a las repercusiones políticas se suman las judiciales.

El fiscal Ramiro González intimó a Casa Militar a que informe en el plazo improrrogable de cinco días los datos requeridos de ingresos y egresos, con detalle de los motivos de las visitas e identidad del funcionario que las autorizó.

La Justicia apunta a establecer si se han perpetrado conductas violatorias de las restricciones en el marco de la emergencia sanitaria encuadrables en los art 205 y 248 del Código Penal. El primero penaliza a los que violen las medidas adoptadas para impedir la introducción o propagación de una epidemia. El segundo es el que no ejecuta las leyes cuyo complimiento le incumbiere.

Tal cual viene planteado, este asunto, excede el contexto electoral. Un escenario complejo en el que nadie la tiene fácil.

En CABA, Juntos por el Cambio necesita arrasar para retener las 10 bancas que pone en juego. Solo obteniendo el 60% de los votos sería posible. En Buenos Aires el Frente de Todos mantiene su número si llega al 37%. Así están las cosas.

El relato kirchnerista cruje con estos escándalos y la oposición no logra articular una narrativa que enamore. La agenda de la política no logra reencontrarse con la de la gente.

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