La ciclista olímpica Kelly Catlin parecía destinada a la gloria. ¿Por qué se suicidó?

Kelly Catlin, tres veces campeona del mundo en ciclismo de pista, parecía estar destinada a ser una estrella en el equipo estadounidense en los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio. (Foto: Mark Catlin)
Kelly Catlin, tres veces campeona del mundo en ciclismo de pista, parecía estar destinada a ser una estrella en el equipo estadounidense en los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio. (Foto: Mark Catlin)

WABASHA, Minn. — En las semanas anteriores a su suicidio, la ciclista olímpica Kelly Catlin sintió que su mente se iba.

No podía concentrarse en sus tareas en Stanford, donde era una estudiante de primer año en matemáticas computacionales. En un correo electrónico que envió a su familia, a un entrenador y a un amigo en enero, dijo que sus pensamientos eran “interminables giros, giros, giros” como si “nunca descansaran, nunca estuvieran en paz”.

Escribió que lloraba por ello, y que eso la hacía sentir peor. Por años, Catlin, de 23 años, fue alguien que se enorgullecía por aguantar el llanto.

Catlin le dijo a su hermana, Christine, que buscar terapia significaba que era débil y que prefería sufrir. Le dijo a su hermano, Colin, que creía que se estaba volviendo loca y le preocupaba que fuera un peligro para otros porque se sentía llena de rabia.

Escribió que temía morir.

“¿Cómo será no tener más una mente?”, escribió en enero, justo días antes de su primer intento de suicidio. Contestó la pregunta.

“Es inimaginable”, escribió. “Terrorífico”.

Catlin se preparaba para el estrellato en los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio, donde tenía una oportunidad razonable para el oro olímpico que se esfumó en 2016. Con el título avanzado de Stanford en el que estaba trabajando, podría elegir entre varios empleos en computación.

¿Cómo podía, se preguntan ahora aquellos que la conocían, no encontrar un propósito para seguir viviendo? ¿Cómo podía ser tan desconocida para la gente más cercana a ella?

Kelly Catlin había intentado explicarse a sí misma y a su angustia, tanto por teléfono como en notas antes de que la encontraran muerta en su apartamento de Stanford el 8 de marzo. En una nota que escribió en enero, incluso preguntó: “¿Qué deseas saber?”, dejando un rastro de respuestas crípticas.

El hermano de Kelly Catlin, Colin, busca entre las pertenencias recuperadas del departamento de estudiante en Stanford, esperando pistas que expliquen por qué se quitó la vida hace un mes a los 23 años (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)
El hermano de Kelly Catlin, Colin, busca entre las pertenencias recuperadas del departamento de estudiante en Stanford, esperando pistas que expliquen por qué se quitó la vida hace un mes a los 23 años (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)

“Crees que conoces a tus hijos”, dijo su madre Carolyn Emory, “pero había mucho de Kelly, especialmente este código secreto personal en el que vivía, que me sorprendió al final. Era muy discreta”.

El viernes, un mes después de que se suicidara, una camioneta blanca apareció en la granja de sus padres para entregar sus cosas.

Tres bicicletas. Cerca de una docena de cajas de ropa, libros y material de ciclismo. Su violín de fibra de carbón. Bolsas de plástico llenas de material de ciclismo y uniformes del equipo olímpico de EEUU de los juegos de Río 2016, donde ganó una medalla de plata.

Su madre y su hermano, Colin Catlin, escudriñaron entre las pertenencias recuperadas de su departamento. Su padre, el Dr. Mark Catlin, solo podía unirse a ellos por momentos porque estaba muy perturbado.

Cada objeto provocaba un recuerdo, ninguno una pista.

Colin Catlin esperaba encontrar información contundente en su teléfono, pero en cambio encontró el fondo de pantalla que ella seleccionó y por eso era inquietante: una portada de álbum con un cuerpo con dagas en la parte posterior. El título del álbum era “Trata de morir”.

Él rompió en llanto.

Fue difícil asimilar que solo meses antes, en noviembre, en el podio de una carrera de la Copa Mundial, donde el equipo de Catlin terminó en segundo lugar, ella se sumergió en el momento: banderas ondeando, fanáticos vitoreando, adrenalina. Tres veces campeona del mundo, Catlin consideró la victoria como un preludio para finalmente ganar una medalla de oro olímpica.

Fuera de la pista de carreras, ella llenaba una obsesión de toda la vida con números y el orden a través de sus clases y planear una carrera en Silicon Valley.

Esta sólida trayectoria en la que aparentaba estar había hecho que su espiral mental descendente y su muerte fuera más desconcertante para compañeros de equipo, amigos y familiares.

El padre de Catlin, que es patólogo, culpa de su suicidio a una combinación de factores, incluyendo su personalidad de éxito a toda costa, sobreentrenamiento, estrés y heridas físicas desde el intento de suicidio en enero, un mes antes de que la encontraran muerta en su dormitorio. En ambas ocasiones, ella inhaló gases nocivos.

Kelly Catlin, la segunda desde la izquierda, y su equipo celebrando la medalla de plata en el Circuito de Equipos de Mujeres en los Juegos Olímpicos de Río 2016. (Foto: Bryn Lennon/Getty Images)
Kelly Catlin, la segunda desde la izquierda, y su equipo celebrando la medalla de plata en el Circuito de Equipos de Mujeres en los Juegos Olímpicos de Río 2016. (Foto: Bryn Lennon/Getty Images)

Pero el punto de quiebre, según creen él y otros miembros de la familia, fue una conmoción cerebral que sufrió durante un entrenamiento el 5 de enero. Ellos habían donado su cerebro para que investigadores encontraran si la herida en la cabeza contribuyó a su cambio de comportamiento.

A pesar de los resultados, nada puede dar a la familia una respuesta definitiva. El suicidio es mucho más complicado que lo que puedan revelar resultados de laboratorio y factores múltiples, como eventos de la vida desestabilizadores, química cerebral y luchas mentales persistentes, que siempre entran en el juego.

“Despierto cada dos o tres horas en la noche para pensar en todas esas permutaciones sobre lo que pudo haberla salvado”, dijo su padre, cuyos ojos estaban rojizos por semanas de llorar. “No puedo más que preguntarme lo que ella habría hecho con su vida”.

La madre de Kelly respondió, sollozando, “algo grandioso”.

‘Nunca ames’

Catlin y sus hermanos trillizos, Christine y Colin, crecieron en Arden Hills, Minn., un suburbio de Minneapolis. Sus padres —su madre es una ex investigadora de Alzheimer— se conocieron en un laboratorio de disección.

Los Catlins vivían en una casa grande con un gimnasio interior. Tomaban vacaciones a Europa y rostizaban el postre s’more en el patio. Eran una familia de introvertidos que disfrutaban quedarse en casa para fiestas de té. Para Kelly, Christine y Colin, la escuela y los deportes eran igualmente importantes. Destacaban en ambos.

Kelly era una atleta super enfocada, una primer violinista que estudiaba sin parar. Christine era la escritora creativa y corredora que tocaba tres instrumentos. Colin era el sabio de matemáticas que tocaba guitarra y competía en bicicleta. En la preparatoria, los hermanos empataron en probabilidades de tener éxito.

“Nuestros padres siempre nos dijeron que podríamos ser buenos en cualquier cosa que quisiéramos, si trabajabamos lo suficientemente fuerte”, dijo Christine. “Mirando atrás, quizá convertirmos eso en pensar que no nos merecíamos nada si no éramos los mejores. Creo que Kelly creía eso”.

Los padres de Kelly dijeron que fue una niña intensa que creció siendo socialmente torpe. En la primaria, cuando no podía entender la suma o la resta, gritaba durante horas por frustración, dijeron, y se negaba a tomar un descanso.

Durante años en su juventud estuvo obsesionada con caballos. Estudió el libro de 512 páginas, ‘El libro definitivo del caballo y el jinete’, tanto que tuvo que pegar la encuadernación porque el libro estaba muy gastado. Ella mantuvo una colección de docenas de caballos modelo que no permitía que nadie tocara porque estaban arreglados en un cierto orden.

“Crees conocer a tus hijos, pero había mucho sobre Kelly, especialmente ese código secreto personal en el que vivía, que me impactó al final”, dijo su madre Carolyn Emory.
“Crees conocer a tus hijos, pero había mucho sobre Kelly, especialmente ese código secreto personal en el que vivía, que me impactó al final”, dijo su madre Carolyn Emory.

Christine Catlin describió a su hermana como una chica sociable y amistosa que empezó a cerrarse en la secundaria porque estaba “muy obsesionada con el éxito”.

Kelly Catlin también empezó a limitar sus interacciones sociales “movimientos sociales robóticos”, como la misma Catlin escribió en la nota escrita en enero a amigos y familiares. Alrededor del tercer grado, Catlin estableció su código de por vida e incluyó algo de ello en la nota, que fue compartida con The New York Times:

El miedo no es la incomodidad físcia. Nunca ames. Nunca entres en una relación que podría definirse como tener una pareja signifivativa. (En mi caso, el llamado “novio”). Nunca te permitas estar lo suficientemente cerca de otro como para que sus acciones u omisiones puedan causarte (cualquier cantidad de) angustia o dolor. Si la amabilidad y la gentileza son en absoluto una opción, son la única opción.

“Todos sabíamos que a ella no le gustaba expresar sus emociones”, dijo Christine Catlin. “En realidad nunca le dijo a nadie cómo se sentía, hasta el final, eso es”.

Llamadas de ciclismo

Colin y Christine Catlin practicaban el ciclismo para un equipo local en desarrollo, NorthStar, cuando Kelly abandonó el fútbol de la escuela secundaria y se unió a ellos, ante la insistencia de Colin. Le encantaban los largos entrenamientos y usaba el ciclismo como una forma de practicar la memorización, otra pasión.

Recordaba docenas de matrículas de automóviles que pasaban junto a ella y recitaba el número pi a cientos de decimales, dijo Colin Catlin. Ella trazó rutas de entrenamiento en su cabeza.

“A ella le gustaba que el ciclismo mantuviera su mente enfocada, pero creo que a ella le gustaba más cuando comenzó a ganar todo”, dijo Colin, un científico de datos. “Su mentalidad era que, si querías ser olímpico, todo lo que tenías que hacer era entrenar duro”.

Y Kelly no lo hizo parecer fácil. Dos años después de comenzar a correr, fue invitada al centro de entrenamiento olímpico de los Estados Unidos en Colorado, donde los entrenadores ponían a los ciclistas en pruebas para ver si eran material para el equipo nacional. Kelly era eso, y más.

Su poder en la bicicleta fija era mayor que cualquier otro recluta y superior que varios atletas del equipo nacional de ciclismo, dijo Neal Henderson, uno de los entrenadores en ese entonces.

Los ciclistas de pista compiten en un óvalo llamado velódromo, y Catlin parecía estar preparada para eso porque requería tanto poder como precisión.

Kelly Catlin, segunda desde la izquierda, con Jennifer Valente, Chloe Dygert y Kimberly Geist, durante la final de la persecución por equipos femeninos en los campeonatos mundiales en marzo de 2018. El equipo de los Estados Unidos ganó la medalla de oro. (Foto: Peter Dejong / Associated Press)
Kelly Catlin, segunda desde la izquierda, con Jennifer Valente, Chloe Dygert y Kimberly Geist, durante la final de la persecución por equipos femeninos en los campeonatos mundiales en marzo de 2018. El equipo de los Estados Unidos ganó la medalla de oro. (Foto: Peter Dejong / Associated Press)

Fue llevada a la ciencia del ciclismo. No estaba cómoda con el aspecto social de eso. En las notas que escribió en sus últimas semanas, reconoció no tener muchos amigos.

“No es que no quisiera amigos”, dijo su hermano. “Solo era cuestión de prioridades. Y su prioridad era ser exitosa y respetada”.

Como sus hermanos, Catlin no podía soportar que la abrazaran, dijeron miembros de la familia. Prefería enterrarse en un libro que hablar con sus compañeros. Tenía un sentido del humor juguetón -frecuentemente humor negro- con su círculo familiar, pero raramente lo mostraba a personas ajenas.

Aunque destilaba confianza, describió en una nota tener “un miedo fenomenalmente poderoso a la vegüenza social”, y también le preocupaba no ser capaz de mantenerse al nivel de otros ciclistas, dijo Charlie y Sherry Townsend, los cofundadores de su equipo de desarrollo. Era un síndrome del impostor clásico, dijeron.

“Pero cambió debido el ciclismo, realmente lo hizo”, dijo Sherry Townsend, psicóloga, agregando que el autoestima de Catlin mejoró después de que compitió en los Juegos Olímpicos. “Aprendía lentamente a cómo ser mejor empática con la gente, aprendiendo poco a poco cómo compartir sus pensamientos con otros. Pero era difícil realmente conocerla”.

El apodo de Catlin en el Centro de Entrenamiento Olímpico, donde vivió antes de los Juegos Olímpicos de 2016, era Roy Orbison, porque siempre usaba lentes oscuros. Usaba el pelo corto porque era práctico para el deporte, tan corto que era confundida algunas veces por un hombre.

Chloé Gygert, una compañero olímpico, dijo que estaba emocionada cuando Catlin comenzó a abrirse, incluso ocasionalmente accediento a un abrazo rápido. Dygert y otra compañera una vez convencieron a Catlin a tocar el violín para ellas.

“Fue como, whoa, tan bueno que fue algo que nos dejó con la boca abierta”, dijo Dygert. “Kelly era asombrosa. Leía un libro cada día, incluso cuando se cepillaba los dientes, y era difícil de conseguir. Era una linda chica por dentro”.

Una conmoción cerebral, luego cambios

La conmoción que su familia asegura que lo cambió todo ocurrió el 5 de enero cuando Catlin chocó mientras montaba con su equipo de ciclismo profesional, Rally UHC Cycling. Un vocero del equipo dijo que no hubo “ninguna indicación de que se golpeara la cabeza o tuviera una herida grave” cuando el equipo la evaluó.

El padre de Catlin, Dr. Mark Catling, culpa del suicidio a una combinación de factores incluyendo su personalidad de éxito a toda costa, sobre entrenamiento, estrés y heridas físicas (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)
El padre de Catlin, Dr. Mark Catling, culpa del suicidio a una combinación de factores incluyendo su personalidad de éxito a toda costa, sobre entrenamiento, estrés y heridas físicas (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)

Pero en un campo de entrenamiento nacional dos días después, Catlin se sintió mareada y no pudo continuar entrenando. Le dijo al equipo sobre su accidente. Personal médico del Centro de Entrenamiento Olímpico la colocó en protocolo de conmoción cerebral y le sugirió descansar, dijo Guillermo Rojas, un vocero de USA Cycling.

Aún así Catlin continuó quejándose con sus padres de dolores de cabeza, sensibilidad a la luz y problemas para dormir. Y esto se produjo meses después de una caída en octubre que la dejó con un brazo roto y debilití el interés en el equipo nacional.

“Había una profunda apatía”, dijo su padre. “No le importaba más ganar medallas”.

La vida en Stanford era muy diferente a lo que estaba acostumbrada. Se mudó a un dormitorio después de vivir con su hermano en la Universidad de Minnesota mientras terminaba su licenciatura. Colin había preparado sus comidas y, a menudo, tenía que engañarla para que tomara descansos del estudio y entrenamiento, poniendo los episodios del programa de televisión “Stargate” porque no podía resistirse a la ciencia ficción.

En Stanford pasaba mucho tiempo sola porque su compañera de cuarto, una estudiante de Derecho, no estaba ahí frecuentemente.

Después de la conmoción cerebral, Catlin simplemente no se podía concentrar en la escuela o el ciclismo – o nada. A finales de enero, escribió que había empezado a planear su suicidio antes del accidente y la conmoción cerebral. Pero su familia no cree que esto sea cierto.

“Por primera vez en su vida, la señorita estóica no podía forzarse a continuar”, dijo su padre, sofocándose. “Esto es cuando empezó a planear su suicidio”.

Después de su primer intento de suicidio, Catlin pasó una semana en un hospital psiquiátrico. Cuando dejó ese tratamiento, comenzó a acudir a sesiones de terapia grupales, donde se sentía inútil, dijeron sus padres, y ella decía que no podía encontrar un psiquiatra disponible que pudiera cubrir sus necesidades.

Cuando Catlin se mudó a su departamento de la universidad, sus padres volvieron a Minnesota para darle espacio, diciéndole “Te amamos, te queremos viva”, dijo su padre. Confiaron en que no intentaría matarse nuevamente. Les había dado su palabra, una parte de su código personal que ellos conocían.

“Nos engañó a todos”, dijo su madre.

El intento de suicidio y la conmoción cerebral habían dañado su cerebro y corazón, dijo su familia, por lo que competir en el campeonato mundial el 27 de febrero no era posible. El día en que comenzó el campeonato, Catlin escribió una publicación en un blog en la que describió manejar su carrera ciclista con sus estudios de posgrado como “malabares con cuchillos” y dijo: “Realmente estoy abandonando muchos de ellos”. En una nota que escribió en marzo, dijo, “si no soy un atleta, no soy nada”.

La tumba de Kelly Catlin en el cementerio Lakewood en Minneapolis (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)
La tumba de Kelly Catlin en el cementerio Lakewood en Minneapolis (Foto: Jenn Ackerman for The New York Times)

Mirando atrás, dijo su padre, era claro que necesitaba tiempo para que su cerebro sanara, pero aparentemente nadie podía darse cuenta al verla.

Dijo que su resolución de por vida jugó un factor importante al intentar suicidarse de nuevo.

“Estaba furiosa por haber sobrevivido a su primer intento de suicidio”, dijo su padre.

Una última llamada

El teléfono de Christine Catlin sonó a finales de febrero, y era Kelly. No habían hablado en años porque estaban muy ocupadas con sus vidas después de la preparatoria, pero ahora Kelly quería hablar. Christine encontró eso extraño. No era algo que Kelly hubiera hecho antes de la conmoción cerebral.

Kelly dijo que le preocupaba que las consecuencias físicas de su conmoción o su primer intento de suicidio -o ambos- hubieran afectado su juicio.

Preguntó: ¿Qué podría Christine verla hacer en el futuro?

Su hermana respondió: “Podrías hablar públicamente sobre tomar consciencia del suicidio y ayudar a las personas. O podrías programar computadoras a distancia para que no tengas que estar cerca de la gente. Podrías tener una granja y estar rodeada de caballos todo el día.

“Podrías montar la bicicleta, si quieres”, dijo Christine. “O no”.

Kelly pareció sentirse mejor después de la llamada, que duró dos horas y media.

Aún así, le dijo a Christine, “Si las cosas no cambian en un mes, probablemente me mataré”.

Christine le rogó que no lo hiciera.

“O.K.”, dijo Kelly, con un tono que Christine ahora se dio cuenta que fue menos que convincente.

La llamada se terminó. Christine le llamó a sus padres y por días la familia supervisó a Kelly. Dos semanas después de la conversación, la vida de Catlin se terminó.

En una ceremonia conmemorativa en Minneapolis el 23 de marzo, Kelly Catlin vestía el uniforme que llevaba el equipo de los Estados Unidos para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río, y la mayoría de los portadores eran sus compañeros de ciclismo. Fue enterrada a los pies de un roble de 50 pies en el cementerio de Lakewood, cerca de uno de sus senderos favoritos para bicicletas.

Antes de que cerraran su ataúd, su hermana, Christine, dejó caer una nota escrita a mano que incluía estas palabras:

Kelly, si pudiera intercambiar mi vida con la tuya, lo haría. Te amo sin todos tus logros.

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Si tienes pensamientos suicidas, llama a la línea nacional de prevención de suicidio al 800-273-8255 (TALK) o ve a SpeakingOfSuicide.com/resources para una lista de recursos adicionales.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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