La belleza del día: “Los niños Hülsenbeck”, de Philipp Otto Runge

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“Los niños Hülsenbeck”, de Philipp Otto Runge, en el Museo de Hamburgo

El alemán Philipp Otto Runge (1777- 1810) tuvo una vida efímera, pero intensa, en la que se destacó no solo como pintor -especialmente en retrato-, sino también como un teórico que no pudo llevar adelante sus ideas, pero influenció notablemente al arte por venir.

Considerado junto a Caspar David Friedrich como el precursor del romanticismo alemán (de norte), el artista, nacido en una familia de buen pasar, atravesó problemas de salud desde pequeño. Si bien se esperaba que siguiera los pasos comerciales de su padre, estudió arte en Copenhague y Dresde y desde aquellos años estuvo muy interesado en la idea de dar un nuevo contenido simbolista al arte, incorporándolo, no a asuntos religiosos, sino a géneros menores.

Por ejemplo, el paisaje no era tenido en muy alta estima entonces y él desarrolló toda una teoría a partir de la cual lo consideraba un “jeroglífico poético” con la fuerza para genear en el espectador una interpretación religiosa de la naturaleza, por lo que lo consideraba el medio más adecuado para el pensamiento de los escritores y filósofos de la época.

Según Runge, el “misticismo más profundo de la religión” sólo podía expresarse en el nuevo arte de un “paisajismo” especial que tenía en mente y buscaba unir pintura, poesía, música y arquitectura en una obra de arte total, rompiendo así con todo lo conocido.

Tuvo también un estrecho contacto con la literatura, no solo como autor de varios poemas e incluso cuentos (Desde el boom de machandel y Sobre el pescador y su esposa), que legó a los hermanos Grimm, sino además una estrecha relación con Johann Wolfgang Goethe, a quien conoció en 1803 y con el que mantuvo correspondencia hasta el final de sus días.

Runge envió a Goethe dibujos y grabados para su ciclo Los cuatro tiempos del día, así como sobre el simbolismo del color. En 1810 publicó La esfera de los colores, en que vierte sus teorías.

En Los niños Hülsenbeck, una de sus obras más famosas, muestra a los hijos de un socio de su hermano, Daniel Runge, un exitoso empresario pero aún más reconocido editor y poeta.

“El más joven agarra a ciegas una hoja de girasol, mientras abre los ojos con asombro. El mayor ha agarrado el mango de la caña del timón y balancea vigorosamente el látigo, mientras que la niña ya se muestra responsable y le hace una señal al pequeño con la mano derecha. Aquí se muestran literalmente tres etapas del desarrollo infantil”, relata la descripción del Museo de Hamburgo, donde se encuenra la pieza.

El pintor representó a los hermanos de manera innovadora al romper con las formas infantiles clásicas. Se ve a los niños jugar, libres de la dependencia de los adultos, mirando dos hacia el espectador, como si hubiern sido sorprendidos en su faena. Detrás de ellos, un bosque, y más allá se aprecian las torres de las iglesias de Hamburgo, St. Jacobi, St. Petri, St. Nicolai y St. Katherinen.

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