Hijo de una familia acomodada y tradicional, Mijaíl Nésterov (1862-1942) es el representante más importante del simbolismo religioso ruso, un tipo de estética que inició y que configuraría un estilo reconocible en artistas posteriores, como sucede en El alma del pueblo, que se encuentra en la Galería Tretyakov de Moscú.
Antes que nada, Nésterov fue un artista prerevolucionario, por lo que los ideales a los que aspiraba tenían una fuerte raigambre en la cultura popular, y por ende religiosa, de aquellas épocas. Formado en Moscú y San Petersburgo, comenzó en el arte gracias al apoyo principalmente de su padre.
En sus inicios se dedicó a las pinturas de género sobre temas históricos, en los que reflejaba su interés por el pasado, en particular en la mirada de la era prepetrina, por la que se creía que la unidad subyacente de las naciones eslavas estaban basada en la ortodoxia cristiana como principal elemento cohesionador.
Nésterov creó una estética con imágenes donde se representaba una poética de la belleza de la naturaleza de Rusia Central, una vegetación apagada en bosque primaverales u otoñales: en muchas de sus obras aparecen los abedules delgados de troncos blancos, árboles raquíticos, flores apenas perceptibles, extensiones interminables entre las montañas, ríos y bosques helados. A este tipo de paisaje único, influenciada por el paisajismo del lituano Isaak Levitán, se llamó más tarde “Nesterovsky”.
Otro rasgo de la obra del artista es cómo la naturaleza se espiritualiza para crear una armonía con el estado de ánimo de los personajes que representa, de tal manera que todos son uno. En ese contexto se enmarca La visión del joven Bartolomé, pintada entre 1890 y 1891, considerada su obra maestra, en la que representa la conversión de Sergio de Rádonezh.
Por su parte, en El alma del pueblo, de nombre original Cristianos o En Rusia, es una de las últimas obras prervolucionarias de Nésterov, en la que indaga sobre el destino del la patria y el pueblo ruso. Luego de la revolución de octubre, se marchó junto a su familia hacia el Cáucaso, pero regresó a Moscú en 1920 luego de una prounda depresión en la que dejó de pintar.
“Cada uno tiene sus propios ‘caminos’ hacia Dios, su propia comprensión de él, su propio ‘acercamiento’ a él, pero todos van a lo mismo, algunos solo con prisa, otros dudando, algunos al frente, otros atrás, algunos con alegría, sin dudarlo, otros son serios, pensando…”, escribió sobre esta obra.
La imagen recrea una imagen colectiva del pueblo, una procesión de personas que buscan a Dios y la verdad caminando a lo largo de las orillas del Volga, unidas por una aspiración de representantes de todas las clases de la sociedad desde la antigüedad hasta el presente, incluidos personajes históricos y contemporáneos de Nesterov.
Por delante del grupo se encuentra un niño campesino de unos doce años, que representa a Alyosha Popovich, un héroe popular folclórico, que para el autor representaba “la expresión más perfecta del alma del pueblo”. Para Nesterov la obra fue una de las más significativas de su vida y repitió repetidamente: “Al principio de la vida, La visión del joven Bartolomé, hacia el final, El alma del pueblo”.
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