Itsaso Arana venía acumulando en su interior un deseo de dirigir desde hacía muchos años. No tanto de ponerse detrás de la cámara, sino de contar sus propias historias. Siempre había escrito de forma colectiva o con alguien más al lado, como con Jonás Trueba en La virgen de agosto, y pensó que era el momento de tomar las riendas y atreverse a responsabilizarse de algo propio. “¿Si no era ahora cuándo?”, cuenta a Infobae España. “Comencé a tener una especie de sensación de urgencia, de impulso vital que me conducía a ello, porque nunca parece que nos sintamos preparadas para nada y eso es un error”.
Así que se puso manos a la obra para componer lo que ha terminado convirtiéndose en Las chicas están bien, un cuento contemporáneo repleto de libertad expresiva en el que bulle la feminidad, la sororidad, la amistad entre chicas, el amor al arte, a la naturaleza y al teatro. A la actuación, pero también a la necesidad de expresar los sentimientos propios en un espacio seguro en el que poder confiar sin miedo, casi como una forma de juego y liberación.
Trabajo en equipo (de mujeres)
Itsaso Arana coincidió con Irene Escolar en Tenéis que venir a verla y ambas son amigas y se respetan personal y profesionalmente. Así que la embarcó en este proyecto junto a Bárbara Lennie. “Ha sido una experiencia muy diferente, porque en este caso Itsaso estaba al mando y la forma de trabajar de la que partía era diferente, más desde su experiencia y su ser. Consiguió generar un espacio cómodo, una atmósfera muy especial en los ensayos y en los rodajes, algo que es muy difícil y no siempre se consigue”, continúa Irene Escolar.
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En la película, los personajes se llaman como las actrices que las interpretan, por lo que existe un juego constante entre la realidad y la ficción, ya que hay detalles personales de cada una de ellas, y también se integró el embarazo de Bárbara Lennie, así como algunos momentos confesionales. Podría parecer que todo forma parte de un experimento de improvisación, pero no es así, y precisamente por esa razón Irene Escolar alaba la capacidad de la directora para hacer pasar por fácil lo que resulta tan difícil, es decir, que un guion perfectamente construido y estructurado, consiga ser fresco, chispeante y espontáneo.
Las chicas están bien gira en torno a una escritora que cita a cuatro actrices en un espacio bucólico durante una semana para ensayar una obra de teatro. Las veremos en su intimidad, en los momentos en los que preparan la función con sus vestidos de época y también expresando sus miedos e inseguridades en compañía las unas de las otras. Una oda a la sororidad femenina. “Para mí es un tema fundamental, poder hermanarnos, no hay otra forma”, dice Arana. “En el mundo de la interpretación nos han enseñado a competir entre nosotras, a luchar por un papel, y es necesario terminar con eso, porque es un lado muy oscuro de esta profesión, nos hacen creer que las cosas son así y no es verdad. Cada una de nosotras somos únicas y deberíamos tener nuestro lugar, y si no lo tenemos, inventarlo.
Integridad profesional y revolución femenina
La propia Itsaso durante su carrera se ha ido construyendo intentando ser íntegra y apostando por la creación personal. Por eso, forma parte del colectivo teatral La tristura, con el que investiga en torno a las artes escénicas y ahora ha firmado su ópera prima con la productora Los ilusos, formada por Javier Lafuente y Jonás Trueba con el objetivo de hacer cine de forma estrictamente independiente.
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Para Itsaso el feminismo empieza primero por una revolución interior que ha cambiado su manera de relacionarse y de mirar al resto de las mujeres y piensa que resulta fundamental que no se imponga nunca una idea de cómo tiene que ser una mujer. Es decir, deshacernos de los trajes minúsculos en los que nos sentimos constreñidas y liberarnos de nuestros complejos. Irene Escolar añade que más allá de la teoría y del discurso, hay que poner las cosas en práctica, como precisamente hace esta película.
“Siempre digo que Las chicas están bien es una utopía de título. Al menos, estamos en ello y aspiramos a estar bien”, dice Itsaso. En la película se habla de todo tipo de temas, del amor, de la muerte, de la amistad, de la interpretación, de la maternidad y del deseo, de permitirnos vivir en la fantasía y de la necesidad de dejar de juzgarnos entre las mujeres, protegernos, acompañarnos y escucharnos. Todo ello desde una perspectiva ligera, ingeniosa, a veces reflexiva y otras melancólica.
En ese contexto, los cuentos de hadas y su deconstrucción adquieren un papel fundamental. “El tema de los cuentos nos sirve como soporte estético y literario en la película. Para mí era muy importante que hubiera algo de fabulación, de cuento de verano”, dice Itsaso Arana. A la actriz y directora siempre le inquietó cuando era pequeña La princesa y el guisante, que aparece como leit motiv en la película. “Como tantos otros cuentos, tiene una cara fascinante y otra tenebrosa. Más tarde, Vivian Gornick lo recuperó en La mujer singular y la ciudad y de pronto entendí que la princesa en realidad no buscaba al príncipe, sino al guisante, algo pequeño, frágil y delicado con lo que me identifico y que me ha hecho sentir que a veces no encajaba en este mundo. Y en el del cine industrial, mucho menos”.
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