(Desde Tel Aviv, Israel) La muerte de ocho soldados tras un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con Hezbollah y el lanzamiento de 240 cohetes que hizo la organización terrorista sobre Galilea Occidental, obligó a la reformulación del plan de batalla que había diseñado Benjamín Netanyahu para la invasión del Líbano.
El premier israelí consideró que un desembarco terrestre minucioso y acotado en el tiempo podía terminar con los constantes ataques de Hezbollah sobre los poblados cercanos a la frontera libanesa. Desde hace semanas que Netanyahu explica en público y privado que pretende terminar con el éxodo de 60.000 judíos que abandonaron sus casas en el norte por el constante hostigamiento aéreo -misiles, cohetes y drones- causado por Hezbollah.
Sin embargo, el plan de batalla Israelí fue superado por la realidad bélica en la zona sur de El Líbano. Hezbollah tiene una cadena logística que excede la zona fijada por la resolución 1701 de la ONU, y los túneles y arsenales terroristas se extienden en línea casi directa a Beirut. Desde esta perspectiva, Netanyahu debió ampliar los alcances de la invasión para cumplir el objetivo de exterminar a la milicia apoyada por los iraníes.
Israel y Estados Unidos debatieron largas horas para acordar los términos de la invasión del Líbano. Joe Biden trata de evitar un conflicto total en Medio Oriente, y ese temor del presidente de los Estados Unidos se puede transformar en una pesadilla si Netanyahu rompe el corsé geopolítico y se mueve rumbo a la capital libanesa.
Un día antes de la invasión, Yoav Gallant -ministro de Defensa- y Lloyd Austin -jefe del Pentágono- acordaron vía Zoom que las tropas israelíes no cruzarían los límites fijados por la resolución 1701 de la ONU, pero la resistencia de Hezbollah y los misiles lanzados por afuera de la zona libre de armamento determinó que Netanyahu enterrara sus promesas ante el Salón Oval.
La resolución 1701 prohíbe las armas sobre la zona acordada en Naciones Unidas (ver mapa), y la presencia militar extranjera sin el aval del Líbano. Entonces, respecto al cumplimiento de esta disposición multilateral, la ONU expuso la situación en números concretos:
“Entre el 8 de octubre de 2023 y el 30 de junio de 2024, UNIFIL (tropas de la ONU) detectó 15.101 trayectorias (de los cohetes lanzados), de las cuales 12.459 fueron de sur a norte de la Línea Azul (del Líbano a Israel) y 2.642 de norte a sur (de Israel al Líbano). Si bien la mayoría de los intercambios de fuego se han limitado a unos pocos kilómetros a ambos lados de la Línea Azul, varios ataques se han internado hasta 130 kilómetros en Líbano y 30 kilómetros en Israel”, sostiene un cuadro de situación sobre la resolución 1701 que publicó Naciones Unidas.
En este contexto, Netanyahu resolvió incrementar las tropas en territorio libanés, aumentar los bombardeos sobre terreno controlado por las milicias de Hezbollah y avanzar hasta Beirut si es necesario para terminar con la organización terrorista apoyada por Teherán.
El premier israelí asumió que su enemigo mortal quedó diezmado tras la Operación que hizo explotar beepers y walkie-talkies y el asesinato del líder chiíta Hassan Nasrallah, y ahora busca coronar una ofensiva militar que sólo Irán está en situación de condicionar.
El régimen de los Ayatollahs avanzó sobre Israel con 180 misiles que lanzó ayer, y ordenó a Hezbollah que enfrente a las Fuerzas de Defensa de Israel cuando sea inevitable. Irán pretende que haya un combate frontal entre las tropas israelíes y los militares libaneses, una hipótesis de conflicto que no descartan en Jerusalén.
Si Hezbollah no cede en sus ataques sobre territorio israelí -una posibilidad incierta-, el plan de Netanyahu es arrasar sobre todas sus posiciones militares, aunque ello implique un conflicto abierto con El Líbano.
Las próximas horas serán clave.
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