
“Hablas como mujer necia. Si se acepta de Dios el bien, ¿no habrá de aceptarse el mal?” Libro de Job, en el Tanaj (Biblia).
En su libro Vivir con esperanza, morir con dignidad, Mario Sinay, Doctor en Educación (PhD) y pedagogo especializado en enseñanza del Holocausto (Shoá), nos propone una visión alternativa de la tragedia que representó la persecución y asesinato sistemático de seis millones de judíos a manos de los nazis bárbaros en la Europa ocupada entre 1933 y 1945, que nos interpela en nuestro rol humano: es nuestra obligación rebelarnos ante la maldad absoluta y los judíos lo hicimos aún cuando todo era adversidad.
Cincuenta y nueve rebeliones armadas, cuarenta y nueve organizaciones de resistencia frustradas y ciento catorce actos de resistencia y fuga a los bosques partisanos documentadas por Sinay rompen con el relato hegemónico de que los judíos marchamos como ovejas al matadero.
Nos defendimos, luchamos por nuestras vidas y no fuimos pasivos ante la barbarie.
Si bien tengo cincuenta y seis años, me considero parte de aquel grupo de luchadores contra los nazis, y de los sobrevivientes que aquí estamos para contarlo y evitar que vuelva a repetirse. Porque también estuve junto Abraham emigrando de Ur hacia la tierra que nos fuera indicada, fui esclavo en Egipto, junto a Moisés caminé cuarenta años por el desierto para retornar a nuestro lugar y combatí también junto a los sediciosos Macabeos en su heroica lucha contra los helenizantes.
Los judíos somos memoria y presente.
Hoy conmemoramos Iom Hashoá Vehagvurá, el día del erróneamente llamado Holocausto (ya que no fue un sacrificio voluntario) y del heroísmo, precisamente el día de la rebelión del Gueto de Varsovia, donde los movimientos juveniles sionistas combatieron contra la maquinaria bélica alemana encerrados dentro del barrio judío de la capital de Polonia.
La lucha desigual entre jóvenes que no sobrepasaban la veintena de años, guerrilleros artesanalmente armados, frente a un ejército especialmente conformado para asesinarlos se convirtió en una de las más grandes y heroicas gestas de resistencia de la historia moderna.

La resistencia armada judía a través de la Europa ocupada por el nazismo no es un mito. Es una realidad que destroza el relato de unos judíos pasivos observando su propio exterminio y re significa el rol de los protagonistas del liderazgo en la búsqueda y la lucha por la supervivencia: los miembros de los movimientos juveniles judeo sionistas -Tnuot- que difundieron la idea de la rebelión armada a través de mensajeros y combatientes por los guetos y los campos de la muerte.
Hashomer Hatzair, B´nei Hakiva, Hanoar Hatzioni, Gordonia, Betar, Dror e incluso la juventud judía del Bund, los comunistas y los Poalei Tzion.
De izquierda a derecha fueron no sólo la cúspide de la actividad clandestina sino también su esencia y su contenido (Israel Gutman, 2008).
Sabemos que seis millones de los nuestros fueron asesinados allí. Sin embargo, no debemos dejar de preguntarnos: ‘¿Cuántos millones sobrevivimos por combatir en los bosques y en las alcantarillas de los guetos y los campos de exterminio?’
No estuvieron solos los jóvenes líderes de los movimientos sionistas. Estuvieron junto a los padres que siguieron circuncidando a sus hijos en secreto, en las madres que se las ingeniaron para encender una vela en Shabat y en los rabinos que cada sábado estudiaron Torá escondidos junto a sus talmidim (alumnos) sabiendo que probablemente no hubiera un mañana.
Como dijo Elie Wiesel, escritor, ganador del Premio Nobel de la Paz y sobreviviente de la Shoá: “La pregunta no es por qué todos los judíos no lucharon. La pregunta es: ¿Cómo lo hicieron ellos, atormentados física y mentalmente, aún muertos de hambre? ¿De dónde han sacado la fuerza física y espiritual para resistir?”
A modo de ejemplo: más de tres millones de soldados soviéticos fueron tomados prisioneros durante la guerra, torturados y hambreados, más o menos un millón de ellos terminaron muriendo. Sin embargo, no hay documentación histórica que hable de rebeliones.
Ahí están los 222 actos de rebelión judíos contra los nazis.
Hoy recordamos a los seis millones que fueron convertidos en cenizas, homenajeamos a los sobrevivientes que a pesar de todo han podido formar familias, dejar legado y, en muchos casos, lograron edificar un país en la tierra que desde los tiempos bíblicos nos pertenece: Medinath Israel.
La resistencia judía a la barbarie nazi es el símbolo máximo de la lucha contra la opresión y la deshumanización del individuo, lucha que continúa hoy y aquí, porque las persecuciones por razones políticas, religiosa y tribales siguen existiendo, se cobran miles de víctimas cada día y el huevo de la serpiente sigue agazapado en las letrinas del totalitarismo y el antisemitismo.
¿Por qué los que vivimos esta historia estamos obligados a contarla? Es compleja y sencilla a la vez la respuesta: porque al doblar en un recodo del camino podemos encontrar la redención.
En su notable artículo “Teología del Holocausto”, Gustavo Perednik de alguna manera nos explica por qué los pueblos que luchan por su libertad al fin podrán encontrar sentido a su gesta, dando por aceptado lo que nos es dado: lo bueno y lo malo.
“Mira: yo pongo hoy delante de ti la vida y la bendición, la muerte y la maldición”, concluye por decirnos la Torá.
Continúa Perednik: Eliezer Berkovits (rabino húngaro fallecido en 1992) sostenedor de esta idea agregará que en el tema del Holocausto, el contraste histórico es claro: desde los humos de Treblinka, irrumpe el Estado de Israel.
Lo que Berkovits denominaría, después del horror, “la sonrisa suficiente”. El retorno a Sion da el significado a la historia judía.
Aún más quisiera agregar que el retorno judío a Sion da significado a las historias de liberación del género humano.
Seguir leyendo:
Sé el primero en comentar en"Iom Hashoá, desde la maldad absoluta al heroísmo y la redención"