Invasiones Inglesas: cuando la literatura resucita la memoria sepultada

¿Qué desafíos y obstáculos existen a la hora de llevar adelante una novela histórica? La autora de “Deuda de sangre”, “El peso de la verdad” y “El carro de la muerte” cuenta la cocina literaria detrás de su última novela (“Almas en pena”), donde el protagonista Samuel Redhead resuelve misterios inconclusos. Además, explica las dificultades de estudiar el pasado e indagar sobre eso que la historia oficial desechó.

Invasiones inglesas a Buenos Aires, pintado por Madrid Martínez, litografía de 1807

Almas en pena es una obra en la que se fusionan lo histórico, lo policial y la novela de aventuras, con una leve incursión en lo fantástico. Su personaje principal, Samuel Redhead, es un médico pelirrojo, mitad español y mitad británico, que además de practicar su profesión resuelve misterios y crímenes. Éste es su cuarto caso (y mi cuarta novela publicada). Transcurre en el año 1807 y tiene como telón de fondo a la segunda invasión inglesa y sus meses previos.

La escritura de este libro demoró más de lo esperado. Los lectores me escribían a menudo reclamándola pero yo me había embarcado en un posgrado y casi no tenía tiempo para otra cosa, aunque aproveché mis viajes a Córdoba invitada dos veces por un festival de novela policial y por un congreso de la UNC para investigar en la Biblioteca Mayor de esa universidad. En el orden lineal de la serie de novelas, transcurrieron apenas unos días desde la entrega anterior, El carro de la muerte. Pero en la vida real de la autora pasaron seis años. Si yo cambié, el personaje también lo hizo. Aunque creo que ese cambio lo humaniza, lo hace más verosímil, porque esta novela tiene que ver con sus afectos y con su pasado, en el que le ha quedado una cuenta pendiente. Además, Redhead es puesto a prueba en esta obra porque se enfrenta con su némesis y con algunos episodios que no tienen una explicación lógica sino que entran en la esfera de lo metafísico.

Para un novelista que ambienta sus tramas en la Historia, la cocina de la escritura requiere de tiempo e investigación, horas en bibliotecas y en archivos: ése es mi elemento. Me gusta llenar los huecos que ha dejado la historiografía. A lo mejor es éste el motivo por el que, en lo que se refiere a las invasiones inglesas, me interesó la suerte de los prisioneros de 1806. ¿Qué fue de ellos una vez vencidos? Por las memorias que dejaron algunos (en especial el capitán Alexander Gillespie) sabía que fueron trasladados a zonas distantes de la capital como Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero y Catamarca; que habían pasado penurias y cazado con sus propias manos para comer, o que tenían la ropa hecha jirones… También por Gillespie supe de algunos crímenes y episodios oscuros en los que varios “ingleses” perdieron la vida (a decir verdad, entre ellos había irlandeses, escoceses, norteamericanos y hasta un sueco, pero en nuestros registros siempre son ingleses).

Portada de “Almas en pena” de Mercedes Giuffré

Un jesuita curioso llamado Pedro Grenón se hizo la misma pregunta hace más de ochenta años. Con otra disponibilidad de tiempo, recorrió los archivos policiales y parroquiales referidos a la Colonia, accedió a la correspondencia de varios personajes de la época y hasta llegó a copiar documentos que luego se perdieron en la nebulosa de la burocracia archivística. Partiendo de esa información confeccionó un informe muy detallado de lo que fue el periplo de los vencidos y unas listas con sus nombres y los lugares que les tocaron en suerte: cárceles, estancias, casa de familia y una casa de ejercicios espirituales. También registró los asesinatos y los ataques que sufrieron. Y por supuesto, la rebelión que organizaron en Córdoba y que ya había picado mi curiosidad al saber de ella por unas breves líneas de la Historia de Córdoba de don Efraín Bischoff.

Me costó mucho encontrar el libro de Grenón (Internación de los prisioneros ingleses) porque apenas tuvo una edición modesta en 1929. Cuando di con él en la biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, a la que fui entre mis clases, me dijeron que debido a su antigüedad ya no podía fotocopiarlo, lo que amenazó con complicar bastante las cosas porque para leerlo de a retazos debería cruzar la ciudad durante semanas, siempre que tuviera un rato libre. Por suerte la bibliotecaria se enteró de que era una novelista y decidió apoyarme, escaneándolo como excepción.

Mercedes Giuffré (Foto: Alejandra López)

Los datos de la rebelión me parecieron fascinantes. ¿Cómo es que yo, que me precio de haber leído prácticamente todo lo relacionado con el tema, jamás había sabido de ella?, me pregunté. Y la respuesta obvia me dejó pasmada: porque todo estaba escrito con la perspectiva porteña. Lo acontecido en el corazón del entonces virreinato había sido soslayado por la Historia y la Literatura, con la excepción de un librito de don Arturo Capdevila y los de un par de autores cordobeses, bastante antiguo uno, que Cristina Bajo me prestó apenas supo de mi proyecto en una de mis visitas.

Por eso en esta novela me dispuse a contar la segunda invasión desde una doble perspectiva: la de Buenos Aires y la del interior. Así se orquesta la estructura, con dos líneas de investigación paralelas que en un punto se unen. Porque la forma refleja la intención.

Al igual que con los libros anteriores, hablar del pasado terminó siendo de a ratos mirar el presente y reflexionar sobre el modo en que se construye la memoria: seleccionando, recortando y olvidando lo que “no sirve”. Una reflexión que es incesante y necesaria, desde luego. A mí, como novelista, me interesa en particular lo descartado.

 

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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