Hace diez días, una semana después de las PASO, la Conferencia Episcopal (CEA) emitió una “declaración conjunta por un diálogo responsable y comprometido” después del batacazo electoral de Javier Milei que dejó en shock al círculo rojo político y empresario, y también al eclesiástico. “El voto no es solo un acto de elección, también puede ser un llamado de atención”, subrayaron desde la cúpula de la Iglesia. Y agregaron: “No hay país posible sin diálogo, tampoco hay diálogo con insultos, gritos y descalificaciones del que piensa distinto”.
Ese mismo día por la mañana, en Olivos, Alberto Fernández recibió junto al secretario de Culto, Guillermo Oliveri, a Jorge García Cuerva, el flamante arzobispo porteño nombrado por el Papa Francisco en mayo en reemplazo de Mario Poli. Una reunión que se alargó por casi una hora y media y que, según trascendió, funcionó como una retribución por parte de García Cuerva después de que el Presidente participara de su reciente ceremonia de asunción en la Catedral Metropolitana.
No hubo fotografía oficial, y se trató de una audiencia estrictamente privada que trascendió solo porque la Casa Rosada se encargó de filtrar la información. Según altísimas fuentes gubernamentales, el encuentro incluyó un análisis coyuntural de la realidad y del escenario político post PASO, y se habló sobre la salud del Papa Francisco –resaltaron su buena recuperación tras la intervención quirúrgica a la que se sometió en junio por la oclusión intestinal que lo aquejaba-. Pero el pasaje más inquietante del desayuno, según confiaron, fue la preocupación compartida por el fenómeno libertario y la posibilidad real de que Milei obtenga un triunfo en las elecciones.
Es que, para la Iglesia local y el Vaticano, el fabuloso ascenso de Milei en el escenario político y social es una señal de preocupación: en esos términos se analizó en la reunión. Juan Grabois, ex precandidato presidencial de Unión por la Patria, un dirigente muy cercano al Papa Francisco, se refirió recientemente a los libertarios como “los falsos profetas de la Desigualdad Avanza”. Grabois suele vociferar lo que el Papa muchas veces está obligado a callar.
Según las mismas fuentes al tanto del desayuno se habló, además, de la eventual visita de Francisco al país para el próximo año. “Marzo”, fue el mes que se mencionó en la reunión como la posible fecha -se especuló, en principio, para más adelante- en la que el Papa podría aterrizar finalmente en la Argentina, una visita muy ansiada y que incluiría también Uruguay. No hay, por el momento, ninguna confirmación oficial. Y no la habrá, trascendió, hasta después del 10 de diciembre. Sí circuló que un viaje de ese tenor lleva, al menos, “entre cinco y seis meses” de preparación.
En ese sentido, desde la Conferencia Episcopal y desde Roma se sigue con creciente interés e inquietud el proceso electoral de nuestro país.
¿Un triunfo del economista de La Libertad Avanza podría modificar los supuestos planes? En el seno del Episcopado hay todo tipo de versiones.
El Sumo Pontífice no tiene ninguna vinculación con Milei y su entorno, pero hubo declaraciones del candidato que alteraron el humor de los obispos y que dieron pie a la “misa de desagravio por los ultrajes al Papa Francisco” convocada para el próximo martes en la parroquia Virgen de Caacupé, en la villa 21-24 de la Ciudad, una iniciativa promocionada en paralelo por el kirchnerismo. Cristina Kirchner se aferró a la fe con mayor vehemencia hace un año, después de que intentaran asesinarla en la puerta del departamento en el que vivía, en la esquina porteña de Juncal y Uruguay. En las horas posteriores a ese episodio traumático, la ex Presidenta mantuvo una comunicación con Francisco por la intermediación del sacerdote Juan Carlos Molina.
El creciente fenómeno en torno al economista libertario encendió una luz de alerta en la Iglesia. Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario para las Villas de Emergencia, participó del desayuno de Olivos. El padre “Pepe” Di Paola, que impulsa la iniciativa, visitó despachos oficiales esta semana.
Pero más allá del encuentro reciente en Olivos, el nexo entre el Presidente y el Vaticano sigue atravesado por una distancia insalvable. Según circuló en las últimas semanas, desde el propio gobierno se habrían iniciado algunas gestiones informales para indagar sobre la posibilidad de que el Presidente, de cara al viaje a la India de los próximos días, realice una escala en Roma y visite Santa Marta antes de que se despida de la gestión. La información fue desestimada por fuentes oficiales.
Lo cierto es que no es la primera vez que desde desde un sector del gobierno se busca recomponer la relación entre Fernández y el Papa, que quedó maltrecha desde que la Casa Rosada promovió y sancionó la ley del aborto, a fines del 2020. Cuando el Presidente visitó Roma en los meses siguientes, en mayo del 2021, en una gira que además incluyó Lisboa, Madrid y París, el encuentro con Francisco fue muy distante, y duró apenas minutos. Fue el último. Nunca más se recompuso el diálogo: en adelante, fueron solo intercambios fríos, protocolares y por carta. Hasta el canciller Santiago Cafiero, cercano a la Iglesia -su padre fue embajador ante la Santa Sede, y dejó su cargo en muy buenos términos con el Sumo Pontífice-, cayó en la volteada: tenía agendado un encuentro con el Papa, en abril del 2022, y fue suspendido de imprevisto.
Al mes siguiente, sin embargo, Francisco recibió en Santa Marta durante una hora y media al vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos: el funcionario tiene una relación cercanísima con el Papa desde chico que trasciende al gobierno y a su función actual. El secretario Oliveri es otro de los que mantiene canales abiertos de comunicación con Roma.
Por el contrario, no hay ningún contacto que haya quedado en pie entre el Vaticano y el ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo después de que Sergio Massa quedara en el ojo de la tormenta por la maniobra, de hace más de una década, por la que se intentó correr en su momento a Jorge Bergoglio del arzobispado. Massa siempre negó haber participado de esa jugada. El Papa nunca le creyó.
En el caso de Patricia Bullrich, tampoco hay relaciones con Roma. A la candidata presidencial de Juntos por el Cambio nunca le interesó demasiado forjar un lazo fluido con la Iglesia, a pesar de que hay dirigentes que orbitan en su entorno de buenos nexos, como el ex embajador Rogelio Pfirter o Federico Pinedo, interesado en la Cancillería.
En los últimos tiempos, la ex ministra de Seguridad dejó ese vínculo en manos de Rodrigo Fernández Madero, un consultor y especialista en comunicación que en algún momento manejó la cuenta de la Conferencia Episcopal, de buena llegada a Oscar Ojea y a un grupo de obispos -también a sectores evangelistas- a los que acercó en estos meses a la candidata presidencial.
En algún momento, incluso, Bullrich le sugirió a Fernández Madero, que militó activamente en contra de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la posibilidad de viajar a Roma para tratar de concertar un encuentro con el Papa, una opción que al final quedó descartada. Si se trabajó en la organización, todavía en carpeta, de una cita con García Cuerva. Por su función, el arzobispo porteño mantuvo antes de las PASO una cumbre con Horacio Rodríguez Larreta.
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