Industria agroexportadora: la potencia del sector y los desafíos para superar el “estancamiento”

Gustavo Idígoras
Gustavo Idígoras es presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y del Centro Exportador de Cereales

En esta entrevista otorgada a Movant Connection, Gustavo sostiene que, desde hace 15 años, el sector atraviesa un estancamiento que generó dificultades para el país. No obstante, señala que la demanda de biocombustible va a crecer y que Argentina tiene potencial para posicionarse en ese mercado.

¿Qué representa el sector agroexportador para la Argentina?

Argentina es reconocida globalmente como un país agroexportador, especialmente por sus productos del complejo cerealero oleaginoso. Somos conocidos por la exportación de maíz a 110 países.

Además, Argentina industrializa la soja, transformando el poroto en productos y subproductos. Por eso, también es el mayor exportador mundial de harina y aceite de soja, y ha logrado convertir el aceite en biodiesel, liderando en ese ámbito a nivel global también.

Este país vende aproximadamente 65.000 millones de dólares en productos de agroexportación, de los cuales la mayoría son cereales, oleaginosas y derivados de girasol, principalmente aceite. De hecho, el sector del aceite genera siete de cada diez dólares que ingresan al país.

¿Cuáles son los principales destinos de las exportaciones argentinas?

Cabe aclarar que la producción de granos está mayoritariamente destinada a la exportación, ya que el mercado interno consume solo una pequeña fracción en comparación con la producción total. Argentina produce alrededor de 100 millones de toneladas de granos al año, consumiendo solo 20 millones internamente, lo que deja 80 millones para exportación.

En ese marco, Argentina exporta principalmente al sudeste asiático, a destinos como Indonesia, Malasia y Vietnam, con envíos desde Rosario, Bahía Blanca y Necochea, los principales centros exportadores del país.

En ese marco, actualmente Vietnam se ha convertido en el principal cliente de Argentina, superando a China y Países Bajos, y comprando más alimentos de Argentina que de cualquier otro país.

¿Hay desafíos para el complejo agroexportador argentino?

Sí, una de las principales dificultades que enfrenta Argentina en cuanto a sus agroexportaciones es que hace 15 años no aumenta su producción, a pesar de que la demanda mundial de alimentos y bioenergía sigue creciendo.

En contraste, Brasil incrementó sus exportaciones y producción en un 111%, y Estados Unidos, con su alta tecnología y productos de alto valor, creció un 45% en exportación y producción de soja entre 2010 y 2024.

Otro ejemplo es Bolivia, que no tenía producción de soja y logró crecer un 145% en este sector. Por su parte, Paraguay que tenía una producción limitada, aumentó en un 133%.

Argentina se estancó, lo que provocó una escasez de dólares. De hecho, se perdieron 45.000 millones de dólares en exportaciones del complejo industrial de la soja en los últimos 10 años, una cantidad equivalente a la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

El impacto de esa pérdida es gigante. Y un problema que se suma a ese tiene que ver con la falta de inversiones, porque cuando una industria pasa tanto tiempo sin moverse, es natural que las empresas decidan no invertir más o, incluso, opten por desinvertir y buscar un negocio que sí esté creciendo.

¿Qué factores llevaron a Argentina a estancarse?

Desde comienzos del 2000 hasta el 2010, Argentina tuvo una década dorada, con la tasa de inversión en exportación agroindustrial más alta del mundo.

Para alcanzar ese punto, se dieron varias situaciones clave. La primera fue la adopción de la biotecnología a nivel de producción primaria. Incorporamos esa tecnología al mismo ritmo que Estados Unidos, lo que resultó en una explosión de la producción.

En segundo lugar, hubo un importante proceso de privatización en materia de puertos. Las empresas pudieron construir puertos privados, algo que estaba prohibido. Eso también permitió un crecimiento significativo.

En tercer lugar, se desarrolló la hidrovía. Eso fue crucial para mejorar la conectividad, permitió que se llevara el puerto al centro de producción, Rosario, en lugar de trasladar los granos y sus subproductos a un puerto de aguas profundas como Buenos Aires. Así, Rosario se convirtió en un polo agroindustrial argentino y en uno de los más importantes a nivel mundial. Eso fue posible gracias al dragado y balizado del río, que lo transformó en una vía navegable eficiente.

Sin embargo, al día de hoy, la hidrovía lleva 15 años sin ser dragada en términos de profundización. Lo único que se le hace es mantenimiento. Una empresa belga se encarga únicamente de realizar un “bacheo” y, al igual que en una autopista, después de 15 años, aparecen pozos. Sumado a que la cantidad de buques que circulan por la hidrovía se duplicó.

Hidrovía Paraná Paraguay
“La hidrovía lleva 15 años sin ser dragada en términos de profundización”, comenta Gustavo (Revista Chacra) (Revista Chacra/)

Además, nosotros operamos con 34 pies de profundidad, lo cual es como tener una autopista de dos carriles, mientras que el mundo está usando rutas de cuatro. Actualmente la mayoría de los barcos que llegan requieren 40 pies de profundidad. Como resultado, estamos perdiendo carga porque cada barco que sale de Argentina tiene que ir a Brasil para terminar de cargar, lo que significa que estamos regalando millones de dólares a los brasileños debido a la falta de profundización de nuestra vía navegable.

Otro problema que ha complicado al complejo agroexportador en los últimos años es que los gobiernos se han enamorado del ingreso de las retenciones, usándolas para diversos fines. Esta situación llevó a que los políticos castiguen a la soja, imponiendo un nivel de retención del 33%. Eso operó sistemáticamente con un desincentivo para las inversiones en el sector.

Para empezar a superar esta situación, las retenciones deberían ser equitativas con el resto de los productos. El maíz, por ejemplo, paga solo el 12%, por eso creció en términos de superficie.

Por otro lado, considero que el gran desafío que enfrentamos es superar la visión cortoplacista impulsada por la inestabilidad macroeconómica. Esto produjo la creación de múltiples tipos de cambio especiales para las exportaciones, como el dólar soja 1, 2, 3 y 4. En cambio, nos tendríamos que haber enfocado en reducir los derechos de exportación a la soja para fomentar el crecimiento.

¿Qué esperás para el futuro del sector del aceite?

El mundo está cambiando y lo que hoy vendemos como alimento, en cinco años podría transformarse en energía. La demanda global de alimentos disminuirá y la demanda de bioenergía, especialmente para el transporte aéreo y marítimo, aumentará significativamente.

Para el 2030, todas las aeronaves del mundo deberán utilizar aceite vegetal hidrogenado para reducir las emisiones. En consecuencia, las aerolíneas ya están invirtiendo en proveedores de esta bioenergía, eso aumentará diez veces el comercio mundial de aceites vegetales.

Argentina es el principal exportador mundial de aceite de soja. Sin embargo, actualmente en Argentina no hay inversiones en hidrógeno verde para mezclar con aceite de soja y venderlo como biocombustible a las aerolíneas. Por lo tanto, si no tomamos acción, Argentina podría terminar importando biocombustible para aeropuertos como Ezeiza, Córdoba y Salta, a pesar de tener el potencial para desarrollarlo localmente.


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