Ya nada será como antes. Claramente los tiempos han cambiado y los estudiantes y las familias, también. El futuro no es una extrapolación del pasado.
Hay una brecha enorme entre lo que nuestros alumnos están aprendiendo y lo que necesitan saber; entre cómo están aprendiendo y cómo necesitan aprender. ¡Hoy los alumnos aprenden qué, dónde y cuándo quieren!
La enseñanza en una actividad mediada por la palabra, ya sea oral, visual, escrita. Y en esta mediación comunicativa se ponen en juego códigos simbólicos que deben ser compartidos tanto por docentes como por alumnos. Con la irrupción de las nuevas tecnologías, la manera en que nos comunicamos cambió. Y por lo tanto la forma de aprender, también.
La gran mayoría de los docentes enseñan como aprendieron, pero, claro, ahora los alumnos han cambiado y esa forma de enseñar, que tal vez funcionaba hace mucho tiempo, hoy queda desdibujada frente a un alumnado que necesita aprender de manera diferente. En este sentido, vale la pena replantearse si los profesionales de la enseñanza, junto con el sistema, están acompañando estas transformaciones.
Desde siempre, el trabajo en el aula se ha basado en prácticas de enseñanza tradicionales que se preocuparon más por abordar las disciplinas de manera enciclopédica. Sin embargo, en el ámbito laboral, muchas organizaciones exponen que ellos no quieren contratar a colaboradores que tienen simplemente un buen nivel técnico o académico. Se interesan en la contratación de colaboradores que también puedan relacionarse de manera positiva con sus pares, que sean proactivos, creativos, flexibles, que puedan ayudar a otros, que puedan mantenerse motivados a pesar de las circunstancias, entre otras habilidades esenciales.
En este sentido, ¿están las instituciones educativas enseñando para las necesidades actuales del mercado de trabajo?
El nuevo paradigma de la educación acentúa aprender en cualquier momento y en cualquier lugar. La acumulación de conocimiento ya no representa un bien socialmente valorado, y esto se debe a que podemos acceder a todo tipo de conceptos y contenidos a través de internet. Lo que el mundo exige son personas que puedan adaptarse, y que puedan aplicar este conocimiento, no solo adquirirlo.
Pareciera que todo en la institución educativa está basado en el resultado final, en aprobar. ¿Cómo hacemos, en este contexto tan rígido, para trabajar la creatividad y la innovación, partiendo de la premisa de que la innovación surge del probar, del fallar, de aprender de las equivocaciones? ¿Estarán los docentes aprovechando estas instancias para trabajar aspectos socioemocionales como el aprender de los fracasos o manejar la frustración?
La educación hoy reclama cambios, una vuelta de timón contundente. Nuestro sistema educativo necesita humanizar la educación. Necesita brindar una educación acorde a los tiempos que vivimos y para esto es necesario contar con docentes y directivos que no solo comprendan cuáles son las habilidades y las competencias que este siglo XXI reclama, sino, además, que ellos también puedan ser un espejo de estas capacidades.
Si el docente se centra tanto en qué enseña y en cómo lo enseña, ¿estará perdiendo el foco de a quién se lo enseña? ¿Estaremos muy ocupados enseñando en vez de ayudando a aprender? Y en todo caso, ¿a aprender qué? Si querés que tus alumnos aprendan, tenés que dejar de enseñar y comenzar a ayudarlos a aprender.
La autora es capacitadora y especialista en educación. Su último lanzamiento es “Fuertes y Felices, el manual que no te entregaron cuando tuviste hijos”, de editorial Bonum.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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