Hacia una mejor vigilancia epidemiológica

A raíz de los últimos casos vinculados a infecciones provocadas por cuadros invasivos de la bacteria estreptococo pyogenes, que generaron el fallecimiento de seis personas, y que despertaron enorme preocupación en la sociedad, surge la necesidad de reflexionar acerca de algunos aspectos desde la epidemiología: ¿Es necesario estar alarmados? ¿Cuántos son muchos casos para alarmarse y cuántos, pocos?

Siempre pienso que la epidemiología es una materia que, de alguna forma, trata de ver el bosque en lugar del árbol, y es así como trato de transmitírselo a mis alumnos. Y digo esto porque una de las acciones más importantes de las que se nutre esta mirada de lo que llamamos bosque es la vigilancia epidemiológica de casos, y no hubo, hay ni habrá una reunión de epidemiólogos en la que no se concluya que hay que mejorar esa vigilancia.

¿Y para que nos sirve la vigilancia epidemiológica? En términos muy simplificados, podríamos decir que sirve para detectar si estamos ante una epidemia, entendida como muchas personas de una región o país que padecen al mismo tiempo una enfermedad, en un período acotado y con un gran número de casos (como lo es la gripe durante la época invernal).

Hay un viejo dicho que dice “lo que no se vigila y no se detecta parece que no existe”. Y, además de que no existe, se desconocerá la magnitud de la epidemia de enfermedad que se está produciendo.

Entonces, ¿cuántos son muchos casos y cuántos son pocos? Es una pregunta que debe responder la epidemiología que, para eso, se nutre de dos elementos esenciales: los numeradores y los denominadores de una fracción. Supongamos que en una isla viven 200 personas y 8 de ellas se enferman, podemos decir que son pocos en términos absolutos, pero si pensamos que el 4% de la población está enferma, nuestra primera impresión puede cambiar. Sobre todo cuando la proporción habitual de sujetos que padecen esta supuesta enfermedad para una población de 1000 sujetos es de 20 personas enfermas (hay más enfermos en términos absolutos), en realidad la enfermedad parece más agresiva en la isla que en el continente, ya que la proporción de sujetos enfermos es del dos por ciento.

Como solemos decir: “La epidemiología es información para la acción”. Una vez que el dato nos atraviesa con su valor, estamos obligados a buscar las causas por las cuales hay más enfermos en la isla y tratar de abordar este problema de salud con el objetivo de controlar la enfermedad y llevarla a los valores de casos más bajos, observados en otras regiones si fuera posible.

Otra forma de ver si estamos por arriba o por debajo del número de casos que pasan en otros lugares es lo que se llama, de manera alegórica, “cómo estamos nosotros mismos en relación a nosotros mismos pero en otro año”.

Este concepto aplica para las epidemias que tienen estacionalidad, entendida como comportamientos similares a lo largo de los años con variaciones abruptas de casos a lo largo de ese período. Ejemplos de patologías con estacionalidad son las epidemias de resfríos en invierno, enfermedades eruptivas en primavera y diarreas en verano. Aquí también es donde se necesita de la epidemiología para saber dónde estamos parados este año en relación con los anteriores.

Con el objetivo de contestar esta última pregunta, se construye lo que se sabe que será la línea de base esperada en función del número de casos que aparecen todos los años y así podremos saber cuánto estamos por encima o por debajo de la línea de base. Esta apreciación nos permitirá inferir si las infecciones ese año vinieron igual, mejor o peor que los años anteriores. En términos más técnicos, la línea de base sería lo que esperamos que suceda en número de casos, y lo que sucedió sería el número de casos que realmente observamos.

Sin duda, la epidemiología es una disciplina fascinante que nos ubica en contexto y nos da la información necesaria para actuar sobre metas objetivables para el control, la erradicación o la eliminación de enfermedades.

Pero la epidemiología está cambiando, al igual que todo ha cambiado con la explosión informática. Por lo que, así como en nuestros días tenemos unidades de vigilancia epidemiológica centinela que reportan los casos que necesitamos para construir los indicadores que hemos descrito en los párrafos anteriores, en un futuro no muy lejano tendremos los big data, donde los indicadores serán mucho más precisos con respecto a los que hoy tenemos.

El autor es médico pediatra, epidemiólogo en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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