
Había una vez un país que recibió un atentado terrorista contra una sede diplomática. Se pudo llevar a cabo porque las fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia no tomaron los lógicos recaudos y prevenciones para evitarlo. Porque había nichos de corrupción en el poder político y seguramente impunidad asegurada para los perpetradores.
El Presidente convocó a todas las fuerzas políticas en forma inmediata, y acordaron otorgar máxima prioridad al esclarecimiento del terrible episodio. Esta decisión permitió que rápidamente se organice una pulcra y profunda investigación que incluyó a fuerzas de seguridad idóneas, profesionales y honestas que instruida por una justicia proba e independiente llegó con velocidad a la verdad y juzgó a los culpables.
Las autoridades gubernamentales tomaron en consideración las motivaciones que generaron el atentado terrorista, realizaron una extensa autocrítica y evaluaron las debilidades de seguridad del país, tanto en las fronteras como a nivel interior. También establecieron y ejecutaron un plan de trabajo que posibilitó que desde ese momento hasta la fecha que nunca más se lleve adelante ningún otro acto terrorista en su territorio.
Estos objetivos se pudieron lograr porque asumieron los errores cometidos previamente sin tapujos y excusas. Se creó un programa de mejoras en cuanto al cuidado y control de las fronteras, limpieza de los agentes de inteligencia corruptos, perfeccionamiento del nivel de entrenamiento de las fuerzas de seguridad, trabajo de campo en los integrantes de la policía, identificación de los funcionarios judiciales que impedían avances en las investigaciones, remoción de jueces corrompidos…
Posteriormente ese país fue reconocido en el contexto de las naciones por su respuesta rápida y eficaz. Fue un ejemplo contra el terrorismo para el mundo entero. Políticos, agentes de inteligencia, fiscales y jueces suelen dar charlas y capacitaciones difundiendo cómo se debe llevar adelante un trabajo coordinado de parte de un Estado ante un atentado terrorista.
La consecuencia natural fue que la ciudadanía sintió orgullo del modo de abordar la tragedia ocurrida. También se dio un enorme alivio para todos los familiares de las víctimas, que consiguieron cierta paz a través de la verdad y la justicia.
La población en general supo que las autoridades estuvieron a la altura de las circunstancias, el índice de confianza en los dirigentes, las fuerzas de seguridad y la justicia, creció…
Ese país lamentablemente no es la Argentina.
No es nuestro país, porque fuimos atacados en 1992 y en 1994. Tenemos una Nación que no resuelve lo grave. Que deja de lado lo importante. Que no atiende la urgencia. No hay planificación ni largo plazo.
Para evitar situaciones necesitamos una estrategia sostenida en el corto, mediano y largo plazo, se requiere líderes comprometidos y eficientes.
El atentado a la AMIA con su falta de justicia y verdad es el síntoma de un país con un Estado enfermo, del cual el acto terrorista es una muestra más.
Cuando no se puede o no se quiere aprender, en el sentido hondo del término, la historia tiende a repetirse. Es el eterno retorno de lo mismo…
Con tristeza, nuevamente, nos encontramos con el mismo reclamo. Conmemoramos mirando al pasado con la convicción de que el futuro se construye con memoria.
Por eso este 18 de julio volveremos a pedir justicia. Recordaremos a los 85 asesinados, acompañaremos a sus familiares y exigiremos que de una vez por todas cese la impunidad en la República Argentina.
Sin memoria no hay recuerdo, sin recuerdo no hay justicia, sin justicia no hay verdad y sin verdad no hay paz.
Hoy, 26 años después, seguiremos exigiendo justicia.
El autor es candidato a presidente de AMIA por la agrupación UNA AMIA.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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