Gustavo Alfaro, mano a mano con Infobae: "El futbolista necesita el 0KM para demostrar en el barrio que evolucionó"

“Yo le digo a los jugadores “compren ladrillos” porque en un auto no podés vivir”, asegura (Foto: Lihue Althabe)
“Yo le digo a los jugadores “compren ladrillos” porque en un auto no podés vivir”, asegura (Foto: Lihue Althabe)

El intenso aroma del verde césped recién cortado de La Quemita es penetrante y avasalla a los sentidos. Gustavo Alfaro pide que acerquen dos sillas y ofrece un techo de chapa al aire libre para escapar del agudo sol primaveral. El entrenador de Huracán le advierte a Infobae que su agenda está desbordada de compromisos. Esto no lo condiciona: cederá una hora de su tiempo para hablar de fútbol, pero también del reflejo que expone la sociedad dentro del deporte predilecto en el país.

Sus citas para reforzar las respuestas oscilan desde Maquiavelo y Einstein hasta Braceli. Utiliza el argumento de la película “Ana y el Rey” para ejemplificar y se apega a las raíces del latín para contestar sobre el éxito. No es un técnico más. Su bella retórica es el brazo comunicacional de los entrenadores menos reconocidos y él acepta colocarse como abanderado de ese sector sin pudor. Una especie de líder de los descamisados de los bancos de suplentes.

Alfaro sabe que es contratado por los clubes para dar respuestas futbolísticas, pero sus principios le exigen un aporte mayor: “El aprendizaje son los valores que transmitís porque de esa manera vos vivís, de esa manera jugás y de esa manera triunfás. Para mí una de las satisfacciones más grandes no es ganar un partido, es que el otro día –por ejemplo– “Nacho” Pussetto me mandó un mensaje y me dijo un montón de cosas que me gratifican el espíritu. Ahí es donde pienso que vale la pena. No estoy sembrando en el asfalto, estoy sembrando en tierra fértil. Entre tantos, que haya uno que brote ya mi misión está cumplida”.

— ¿Cómo haces para manejar a chicos de 20 años que se mueven en autos lujosos, que tienen los mejores celulares, el mejor perfume, etc. y creen que la vida es esa?
— Hablándoles y sabiendo que tienen un entorno que es muy difícil. Yo estoy para decirles las cosas ingratas y para hablarles como le hablo a mis hijas. Obviamente que las cosas deslumbran y el jugador necesita el 0km para demostrar en el barrio que creció y evolucionó, pero yo les digo que esto no es sustentable en el tiempo. Yo les digo “compren ladrillos, comprense un departamento”, porque el día de mañana se les puede romper una pierna en el medio de un entrenamiento. Ojalá no les pase, pero si tenés un techo tenés un lugar donde vivir. En un auto no podés vivir. Por más que sea ingrato, y haya alguno que escuche y otro que diga “¿qué dice este pelotudo?”. Mi obligación es decirlo porque mi contribución es esa, no es decirle “tirá una diagonal al primer palo para ganar una pelota”.

Su estadía en Huracán lleva cerca de un año y medio. Quedó cuarto en el campeonato, clasificó a la Copa Libertadores y el club vendió por 20 millones de dólares. ¿Cuál será la fórmula detrás del éxito del método Alfaro?

“No podría ser tan determinante en cuanto al éxito porque todavía estamos a mitad de camino en un montón de cosas. Sí estamos en un proceso de recuperación. Le decía al presidente que Huracán parecía un auto que iba de banquina en banquina. Pasaba de jugar copas internacionales a pelear el descenso en el mismo camino. Lo que nosotros teníamos que tratar de hacer era meter el auto sobre la ruta firme y que más allá que vaya a poca velocidad que vaya siempre derecho para evitar de esa manera los banquinazos. Hubo que cambiar un poco o serenar las cuestiones internas, tratar de marcar el norte hacia donde se quería llegar y tratar de convencer que entre todos empujemos hacia ese lugar para llegar al camino que todos queríamos. Todavía el destino final a lo que se puede llamar éxito siento que está lejos”.

“Mi contribución es transmitir valores, no ‘tirá una diagonal al primer palo'”, explica  (Foto: Lihue Althabe)
“Mi contribución es transmitir valores, no ‘tirá una diagonal al primer palo’”, explica  (Foto: Lihue Althabe)

— Hacés la salvedad con la palabra éxito, ¿qué es el éxito para vos entonces? Porque ganar, gana uno solo…
— Eso porque es una sociedad exitista. Lamentablemente nosotros somos más exitistas que exitosos. Valoramos únicamente al que gana. Después hay un montón de cosas. Para mí tiene éxito un equipo que con un presupuesto muy bajo logra permanecer en la primera división y de pronto con recursos muchos más acotados se las ingenia para clasificar a una copa. Son distintas formas de éxitos, obviamente que no tiene lo que deslumbra que es el que da la vuelta olímpica. Como sociedad, como nos han cambiado tanto las reglas durante tanto tiempo, sentimos la necesidad de ser reconocidos rápidamente, que hagamos algo que tome trascendencia, que de pronto uno sienta la gratificación del reconocimiento. Y yo digo que el éxito se toma su tiempo, pero cuando se presenta el éxito es determinante porque perdura en el tiempo. Ahí es donde yo entiendo que el éxito, la definición de éxito, nos la está dando la misma palabra. Éxito viene del latín “exitus”, que significa la salida y quizás te está diciendo que el éxito se mide al final.

— Hace poco Ariel Holan dijo que es imposible pensar en un proyecto a largo plazo en Argentina pero detrás de tus palabras se esconde que tenés pensado un proyecto en Huracán y en tu vida profesional en general… 
— Coincido con Ariel que en el fútbol argentino es inviable hablar de proyecto de trabajo cuando el único proyecto que resiste es ganar el fin de semana que viene.  Argentina desde que los grandes se fueron al descenso y los chicos salieron campeones es como que ese cambalache en el que todos pueden salir campeones y todos se pueden ir al descenso. Y eso te pone en una carrera alocada detrás de ese éxito que hablábamos antes sin saber a dónde ir o cómo hacerlo. Nosotros tenemos nuestros propios proyectos y nuestros propios tiempos que a veces van más allá de los tiempos de las instituciones. Por eso cada vez que llego a un club la competencia la miro con dos ojos. Con uno pienso que me voy a quedar durante mucho tiempo en el banco de Huracán y empiezo a pensar qué tendría que hacer yo para proyectarme un tiempo largo en ese banco de suplentes. Y con el otro ojo miro pensando en que el fin de semana es el último partido que voy a dirigir y de esa manera trato de evitar que ese sea el último partido que voy a dirigir.

— Hablás de mirar con dos ojos la competencia y planteas el “no perder” por un lado, ¿el mote que te persigue de pragmatismo entonces es en parte una realidad?
— Los equipos surgen y se van ensamblando. Esto me lo demostró la experiencia. No es algo que yo tenía como premisa. La experiencia me demostró que en el arranque del torneo necesitás más resultados que rendimientos porque lo único que te hace crecer a un equipo es la confianza y lo único que te da confianza a un equipo es ganar, sumar puntos. La confianza trae seguridad, lo que hace que el jugador se sienta mucho más liberado. Esa confianza es lo que hace fluir a un equipo. El entrenador compite antes que el resto y esa obligación de ser pragmático es una cuestión que en definitiva estamos todos los entrenadores obligados porque yo digo que en el fútbol no hay verdades absolutas. Al final del camino son todas filosofías pragmáticas porque la veracidad de cualquier doctrina depende de la demostración práctica. Entonces, si vos no demostrás prácticamente lo que vos decís, te quedás en la retórica de un discurso. El tema es que las palabras cuando terminan se transforman en acción y la acción es el equipo jugando. Si vos decís una cosa y la realidad del campo de juego te devuelve otra, tenés un problema. O no tenés la capacidad de convencer o persuadir, o estás dando un mensaje erróneo y ahí creo que es donde muchas veces quedamos atrapados los entrenadores.

—¿Sentís que existe ante esto el tema de la buena o mala prensa en los entrenadores? Ya te catalogaron de pragmático y a otro de lírico, entonces se termina el tema.
— Son luchas que antes las daba y ahora no las doy. No sirven de nada. Como decía Fito Páez: “No hay que hacerse enemigos que no estén a la altura del conflicto”. Para qué voy a dar una discusión en tratar de demostrar cosas que se demuestran prácticamente. Después que cada uno diga lo que tiene que decir porque al final el tiempo pone las cosas en su lugar. Cada uno termina en el lugar que tiene que estar y cómo tiene que estar. No lo digo yo, lo dice Einstein: “Es mucho más fácil desactivar un átomo que un preconcepto”. Cuando vos tenés un preconcepto adquirido ¿qué voy a pelear? Si ya tenés un prejuicio…

— Pero si das batalla es porque en algún momento te molestó mucho…
— Sí, porque no era así. Yo te digo vení, hacete cargo de esto, tomá la billetera que yo tengo y hacelo jugar mejor. Yo digo de qué manera puedo optimizar esto. Trato de decir “tengo para esto”, bueno. ¿Tengo un equipo que puede rendir cinco puntos? Trato que rinda seis o siete. Es la manera de mejorar el rendimiento de ese equipo. Yo miro para atrás y veo cómo terminan los procesos cuando tomo distancia. Obviamente que hay cosas que seducen más que otras, pero cuando vos no tenés las formas… En Quilmes nos costó muchísimo agarrar un plantel después de 11 años en el Nacional B y seis o siete finales perdidas. Y ese equipo no sólo ascendió a primera sino que fue el equipo que más puntos sacó para equipos recién ascendidos en primera división y clasificó a la Libertadores y a la Sudamericana. Yo decía en ese momento “cuidenlo porque esto es muy difícil, es muy difícil llegar a estos lugares”. Uno se cree que estas cosas son para siempre. Después, a los dos años, había descendido. Ahí es donde yo creo que después el tiempo te pone en el lugar que te tiene que poner. Algunos equipos contratan a un jugador que son tres presupuestos míos, ¿cómo haces para pelear? Llega un momento que es jerarquía. ¿Le podés criticar algo a Atlético Tucumán porque no pasó a semifinales de Copa Libertadores? No, pero llegó hasta ahí con el corazón a más no poder, hasta ahí le daba porque le faltaba la jerarquía que por ahí tienen Boca y River. Que en los momentos determinantes tienen jugadores que te marcan la diferencia, jugadores que por sí solos te resuelven cosas que el equipo no te puede resolver. ¿Es menos valioso lo del “Ruso” Zielinski que lo de Gallardo? ¡No, para nada! Es tan valioso uno como otro. Obviamente lo de Gallardo tiene sustento y valor, pero yo le doy mucho más valor a Zielinski que de la necesidad construyó algo que era imposible en ese lugar. Ahí es donde le doy valor porque no es una cuestión estética la forma de jugar, es una cuestión de que un tipo con muchos menos recursos se las ingenió para ponerse en un plano de igualdad.

Alfaro en 2003, durante los festejos del ascenso de Quilmes a primera (FotoBaires)
Alfaro en 2003, durante los festejos del ascenso de Quilmes a primera (FotoBaires)

Alfaro posa sus ojos en el horizonte para hablar. Escoge las palabras con precisión. Expone un vasto vocabulario pero sin sonar presumido. Los vehículos de los futbolistas ya se marcharon hace rato y sólo quedan alrededor de la escena el trinar de algunos jilgueros que atraviesan el silencio que predomina en el campo de entrenamiento del “Globo”. Alfaro es uno de esos entrenadores que fue colocado en la columna del pragmatismo o fue catalogado como defensivo. Recicló el dolor del pasado para transformarlo en energía. Irrumpe como el defensor de los desposeídos que logran elevar el nivel de sus equipos pero no alcanzan los campeonatos como para dominar las tapas de los diarios.

“Trabajo en los medios desde el 2006 y entiendo cómo funcionan. No me pone mal, pero sí digo que la prensa se la terminan llevando determinados equipos, determinados lugares, lo bueno y lo malo. Ya lo dijo el “Bichi” Borghi, que dirigir a Boca era hacer el amor con la ventana abierta. Hay una película que se llama “Ana y el Rey”, que es una historia sobre el Rey de Siam. Hay una reflexión de la película que detallan lo que son estos momentos. El Rey dice que muchas veces las cosas que nos deslumbran lo hacen por el brillo particular que tienen. Son tan brillantes que enceguecen. Pero con el paso del tiempo esas cosas se vuelven oscuras y opacas. Pero las cosas que realmente perduran en el tiempo tienen un brillo que por allá, al final, parece imperceptible. Pero cuando pasa el tiempo esa intensidad hace que eso permanezca y se mantengan para toda la vida. Esas son las cosas que realmente valen. Obviamente que Boca y River se van a llevar todo si consigue coronar en campeonatos, pero yo le doy valor a los tipos que con menos recursos se las ingeniaron para estar en un plano de igualdad e hicieron hasta donde pudieron. Para los más chicos es muy difícil poder sustentar en el tiempo esas situaciones cuando empiezan los problemas de lesiones, cambios o te sacan a los buenos. Entonces ahí es donde reivindico a los luchadores del barro, que es en definitiva como me identifico yo“, argumenta.

“Revindico a los luchadores del barro, que en definitiva es como me identifico yo”, advierte (Foto: Lihue Althabe)
“Revindico a los luchadores del barro, que en definitiva es como me identifico yo”, advierte (Foto: Lihue Althabe)

— Hay un posible River-Boca en la Libertadores, vos tenés por delante Huracán-San Lorenzo y está la polémica sobre Newell’s-Central. En todos estos partidos importantes se habla más de violencia que de fútbol, ¿por qué?
— Porque estamos así. Primero que somos una sociedad históricamente planteada así, desde radicales y conservadores, peronistas y radicales, nosotros somos Fillol o Gatti, Menotti o Bilardo, Maradona o Messi. Para nosotros Gabriela Sabatini fue un fracaso porque fue número 2 del mundo, el “Lole” Reutemann también. ¿Cuándo hay un corredor de Fórmula 1 en Argentina? Tenemos esa tendencia de profesía autocumplida, nosotros estamos esperando el fracaso. Estamos agazapando para esperar el fracaso para decir que teníamos razón, hacemos apología del fracaso. Fuimos una sociedad castigada que durante un montón de tiempo nos robaron los sueños. Los sueños que nos roban nos violentan de alguna manera, entonces vivimos de esa manera que es de a todo nada y no sabemos convivir. Como le digo siempre a los jugadores, ¿ustedes quieren ser un equipo ganador? Aprendan a perder. Si no aprenden a perder, si no pasan por el tránsito de aprender a perder, no están preparados para ganar. Es una sociedad que no se permite perder, que no se permite el fracaso. Mi viejo me decía: en el único lugar donde encontrás el éxito antes que el trabajo es en el diccionario. Tenemos un problema social. (Rodolfo) Braceli en el libro “De fútbol somos” dice que el fútbol es un espejo de la sociedad y la culpa no la tiene el espejo de la imagen que refleja. Nosotros como sociedad debemos tener muchas falencias de pérdidas de valores que han desembocado en esto. Vivimos en una sociedad donde no hay premios y castigos.

— ¿Y en qué momento se perdieron los valores?
Se perdieron a mitad del camino. Cuando nosotros nos extraviamos, quisimos comprar un modelo de vida o de país o de sueños que no era el ser nacional. Cuando no tuvimos la sensación de entender que hubo una sangre inmigrante en dos períodos muy fuertes en la creación de este país que le dieron un cambio cultural a este país. De pronto lo que nosotros vivíamos percibiendo de la generación del traslado de lo que era de nuestros abuelos y padres lo perdimos y no fuimos capaces de trasladarlo a nuestros hijos. ¿De qué manera una sociedad puede tener éxito cuando yo a mi hijo le justifico que no estudia bien en el colegio y digo que el problema es de los profesores o de la enseñanza? Cuando le digo el equivocado es el profesor, estoy preparando a mi hijo para fracasar. No lo estoy preparando para triunfar. Cuando yo le digo te equivocaste, pedí perdón, estudia de otra manera… Que te vaya mal o fracases no significa que no puedas tener éxito. Vivimos en una sociedad que condena al que no es exitoso y donde vale el todo y de pronto es que en algún punto estamos en esa sociedad de Maquiavelo en la que el fin justifica los medios. Los medios son la forma para conseguir un determinado fin. Hemos retrocedido en nuestros valores en un montón de cosas. Ahí estamos empantanados y enredados. Vivimos detrás de soluciones mágicas para tratar de que venga alguien que nos solucione mágicamente todos los problemas y los problemas los tenemos que empezar a solucionar nosotros desde nuestro propio lugar.

Hoy en Huracán, Alfaro inició su carrera como técnico en 1992 al frente de Atlético Rafaela aunque demoró una década más en saltar a la fama como conductor de Quilmes. Es el DT con más años en los bancos de suplentes por delante de apellidos de la talla de Julio César Falcioni (1999), Edgardo Bauza (1998), Leonardo Madelón (1997) y hasta del “Ruso” Zielinski, quien inició su travesía en 1994 al frente de Deportivo Italiano.

Una particular formación familiar

Gustavo Alfaro en el 2001, durante su primera experiencia como DT de primera con Belgrano (FotoBaires)
Gustavo Alfaro en el 2001, durante su primera experiencia como DT de primera con Belgrano (FotoBaires)

En la vida de Gustavo Alfaro hay un cuento que merece ser contado. Un antes que habla mucho del hombre que se sienta delante de la nota. Una estructura familiar que explica las particularidades de un técnico diferente. Todo comenzó en Junín a mediados de los 50 y varios años antes del nacimiento suyo.

El quiebre fue cuando su padre abandonó la fábrica de Siam Di Tella que estaba en Buenos Aires y se trasladó a Junín para iniciar una nueva travesía laboral en los talleres de los ferrocarriles argentinos. Tras la nacionalización de este medio de transporte, los trabajadores debían elegir a un representante sindical.

“Como tenia ascendencia sobre los compañeros de trabajo le dicen a mi viejo que vaya él, pero no quería porque había otra rama sindical de los peronistas que estaban para quedarse con el sindicato. Con un grupo de independientes se presenta y gana las elecciones internas. Como gana las elecciones internas, a él lo meten preso. Le levantan un cargo por una confrontación sindical y lo meten preso. Contaba mi vieja que en ese momento hacían desfilar por la ciudad a todos los presos comunes y mi viejo desfilaba con ellos. Era para mostrarle a la sociedad que no se tenían que comportar como esa sociedad”, rememora a más de medio siglo de aquella historia.

No es la única particularidad de su árbol genealógico. En Junín, su madre trabajaba como maestra rural donde tenía a chicos de poblaciones originarias: “Daba clases en una escuela rural donde tenía muchos chicos de los campos y había una comunidad toba muy grande en Junín. Ellos iban a hacer los censos, a educar y a convencer a los caciques de que manden a los chicos al colegio. Venían con las carretas y los caballos a dar clases”.

Toda esta situación con su padre obligó a la familia a trasladarse hacia Rafaela, de donde era nativo su padre. “Cuando pasó eso de mi padre a mi mamá la echaron del colegio y se quedaron los dos sin trabajo. En Rafaela ya nacemos mi hermana y yo. Yo seguí yendo a Junín en vacaciones para visitar a la familia de mi mamá y tomé durante varios años clases en la escuela rural durante las semanas que estaba ahí”, explica.

“Mis viejos me inculcaron la cultura del trabajo. Siempre me decían que todo plato de comida que se regala alguien lo paga, nada es gratis en esta vida. Me hicieron ver un montón de cosas, entender el por qué de los sacrificios y es un legado que traté de darle a mis hijas. Mi familia está forjada de la vocación del trabajo, los valores y el sacrificio. Es la única herencia que le puedo dejar a mis hijas y la única herencia que le puedo dejar de mi forma de ser y proceder a mis equipos“, asegura.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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