En la tarde del domingo 18 de agosto de 2024, se confirmó que las autoridades correspondientes activaron los protocolos de emergencia con el fin de rescatar a cuatro menores del resguardo indígena Jaidukama, que se encuentra ubicada en Ituango.
Así lo confirmó el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, a través de una publicación en su cuenta de X en la que explicó que la operación para rescatar a los menores comenzó luego de que se conociera que los niños “presentan síntomas de desnutrición y otros de leishmaniasis”.
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De acuerdo con la información que compartió Rendón, no solo la Gobernación del departamento está al tanto de la situación, también la Alcaldía de Ituango, por lo que ya “tenemos coordinación con autoridades indígenas de quienes demandamos respaldo y apoyo para facilitar el proceso”.
Al respecto, la secretaria de Salud de Antioquia, Marta Cecilia Ramírez Orrego, explicó que la extracción de los niños que se encuentran ubicados en la vereda San Matías del municipio tendrá que ser en helicóptero.
“El gobernador de Antioquia acaba de activar el rescate de estos niños en la vereda de San Matías del municipio de Ituango, Jaidukama, es la comunidad indígena en donde hay niños, sobre todo uno en riesgo de muerte por desnutrición, los otros tres niños tienen leishmaniasis y necesitamos enviar el helicóptero con la defensoría de familia para que a estos niños puedan salvársele la vida”, explicó la secretaria para Teleantioquia Noticias.
Qué es la leishmaniasis
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la leishmaniasis es una enfermedad parasitaria altamente devastadora que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Esta afección es causada por más de 20 especies del género de parásitos protozoarios Leishmania y se transmite por la picadura de flebótomos hembra infectados, conocidos como moscas de arena.
La enfermedad presenta tres formas principales: visceral (o kala-azar), cutánea y mucocutánea. La más letal, la leishmaniasis visceral, es mortal en más del 95% de los casos si no se trata, con un estimado mundial de entre 50.000 y 90.000 nuevos casos al año, especialmente en Brasil, el este de África e India.
Por otro lado, la leishmaniasis cutánea, la forma más común, genera lesiones ulcerosas en la piel que pueden causar cicatrices de por vida y discapacidad, con una incidencia de entre 600.000 y un millón de nuevos casos anuales, mayormente en las Américas, el Mediterráneo, Oriente Medio y Asia Central.
La leishmaniasis mucocutánea, que destruye las membranas mucosas de nariz, boca y garganta, se manifiesta principalmente en Bolivia, Brasil, Etiopía y Perú.
Un aspecto crucial de la transmisión de las leishmanias es la dependencia de los flebótomos. Estas moscas de arena hembra necesitan ingerir sangre para producir huevos, utilizando alrededor de 70 especies animales, incluido el ser humano, como fuentes de transmisión del parásito.
Una manifestación adicional de la enfermedad es la leishmaniasis cutánea poskala-azar, una secuela de la visceral, caracterizada por erupciones cutáneas que pueden persistir años después de la aparente cura, afectando principalmente al este de África y al subcontinente indio.
Los factores de riesgo para contraer leishmaniasis incluyen condiciones socioeconómicas desfavorables, malnutrición y movilidad de la población. Las malas condiciones de vida y la falta de saneamiento crean nichos favorables para los flebótomos.
La malnutrición, a su vez, debilita el sistema inmune, aumentando la vulnerabilidad, además, desplazamientos masivos pueden llevar la enfermedad a nuevas áreas, desencadenando brotes epidémicos.
El cambio climático también ha alterado la distribución de los flebótomos, influyendo directamente en la incidencia de la enfermedad al modificar regímenes de temperatura y pluviosidad, lo que afecta tanto a la abundancia como a la distribución geográfica de estos insectos.
De acuerdo con la OMS, el diagnóstico y tratamiento temprano son esenciales para combatir la leishmaniasis, dado que la forma visceral requiere una combinación de signos clínicos y pruebas parasitológicas o serológicas, mientras que la cutánea y mucocutánea se diagnostican principalmente mediante análisis parasitológicos.
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