El G20 ha sido una extraordinaria oportunidad para nuestro país de de profundizar sus vínculos con los países de mayor desarrollo económico del mundo. No hay que esperar resultados mágicos de esta cumbre, como de ninguna. Lo trascendente son los diálogos cara a cara de los principales líderes. En nuestro caso, es una ocasión que no desperdiciamos.
Nuestra Cancillería y todo el Gobierno nacional, así como el Gobierno de la Ciudad, trabajaron desde hace mucho con notable profesionalismo para que todo se desarrollara con eficacia y en armonía, como se ha visto desde las primeras horas. Aun en este siglo de las comunicaciones, de la tecnología, de las redes sociales, los lazos humanos forjados en los diálogos personales conservan una gran importancia.
Nuestro país fue un anfitrión ejemplar. La organización fue impecable. Hasta las habituales manifestaciones antiglobalización que suelen ser muy agresivas en todas partes del mundo pudieron desarrollarse en paz, casi sin incidentes. De paso, cuesta entender contra qué protestan quienes repudian el G20, siendo que reúne a gobiernos con regímenes y políticas económicas no solo muy variados, sino en ciertos casos opuestos. ¿Es el diálogo entre los países lo que les molesta? ¿Es la posibilidad de encontrar en el marco de las diferencias algunos denominadores comunes que favorezcan la cooperación, el desarrollo sostenible, la equidad social y que minimicen el riesgo de conflictos armados?
Además de las reuniones generales, que concluyeron con un documento de consenso (otro logro en el que no es menor el paciente trabajo de nuestro país, que ejerció durante este año la presidencia del grupo), hubo una enorme cantidad de reuniones bilaterales, algunas de extraordinaria importancia mundial, como la que celebraron el presidente de los Estados Unidos y el de China. En el documento, entre muchas cuestiones, se favorece la profundización del comercio como motor del crecimiento mundial; se ratifica el apoyo a las acciones en pos de la sustentabilidad climática del Acuerdo de París (con el disenso parcial de los Estados Unidos); se manifiesta la preocupación por los movimientos de refugiados; se reafirma la lucha contra el terrorismo; y se hace un llamado, ante los efectos de la revolución tecnológica, a un empleo “inclusivo, justo y sostenible”.
La discusión entre la multilateralidad y la bilateralidad, que separa a los Estados Unidos de otros países del G20, fue resuelta satisfactoriamente, porque ambos modos de abordaje del comercio mundial coexistieron en la cumbre.
Por lo demás, nuestro país fue objeto de consideración especial por parte de líderes mundiales, que destacaron su apoyo al proceso de reformas que impulsa el presidente Mauricio Macri. Así, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le dijo al primer mandatario argentino: “Quiero reafirmar mi apoyo a su agenda de reformas. Seguiremos apoyando en el FMI y es importante seguir en ese camino no solo en la Argentina, sino en toda América Latina”.
Por su parte, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, señaló: “Estamos muy orgullosos y nos sentimos privilegiados de apoyar a la Argentina. El programa está funcionando y ha estabilizado la economía”. Inclusive Theresa May, primera ministra de Gran Bretaña, expresó: “Vemos a la Argentina como un socio clave”.
La jornada inicial, culminada con la emocionante gala en el Colón, es la prueba palpable de que los argentinos podemos responder a los más altos desafíos cuando ponemos por encima de todo el interés general. Desde el 10 de diciembre de 2015 la Argentina está revirtiendo a pasos acelerados el absurdo aislamiento al que lo condenó el populismo autoritario.
Muchas veces nos preguntamos cuáles fueron las razones de la persistente decadencia argentina desde mediados del siglo pasado. Una de ellas, sin dudas, fue el deterioro de nuestra institucionalidad, con recurrentes golpes de Estado. Otra, menos visible, fue el alejamiento de la Argentina de una inteligente inserción en el mundo, que había sido la causa de su prosperidad desde fines del siglo XIX. El nacionalismo económico, el “vivir con lo nuestro”, nos empobrecieron. Macri sabe bien que el mundo es más una oportunidad que una amenaza. Por eso, desde su primer día en el Gobierno trabaja para que volvamos a ser parte de los circuitos del comercio y la inversión globales.
La excelente cumbre del G20 que acaba de organizar nuestro país no es un hecho aislado ni una casualidad: es el fruto de esa paciente tarea cuyos resultados más concretos en términos del mejoramiento de la calidad de vida de nuestros habitantes no necesariamente se ven en forma inmediata. La misión de un estadista es sentar las bases para que la prosperidad tenga bases sólidas. Es crucial para los argentinos mantener ese rumbo bien firme y desoír los cantos de sirena de quienes no tienen otra propuesta que el regreso a un pasado de encierro, de hostilidad y de frustraciones.
El autor es diputado nacional por CABA (Cambiemos- PRO).
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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