“Fraternidad”, palabra "machista": ni la Revolución Francesa se salva de la dictadura del género

En España ha causado gran revuelo el pedido de Carmen Calvo, ministra de Igualdad y vicepresidente de Gobierno, a la Real Academia Española (RAE), de que determine si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y, caso contrario, cómo modificarlo.

Algo parecido, al menos por inspiración e intención, había ocurrido en Francia un tiempo antes. En abril pasado, el Alto Consejo para la Igualdad entre mujeres y hombres (HCE, por sus siglas en francés) hizo públicas nueve recomendaciones de cambios en la Constitución, entre ellas, “llevar adelante una reflexión sobre el uso de término ‘fraternidad’ en la divisa de la República, proponiendo como alternativa ‘adelphité’…”

Adelphité es una palabra que no tiene el menor arraigo en el idioma francés, que todo el mundo debe googlear y que ni aun así queda muy claro a qué alude. Es un invento inspirado en una palabra griega que tampoco tiene una definición que cuadre demasiado en la intención que se le quiere dar. Adelphité ni siquiera existe en los diccionarios; sí adelphe: término de la botánica, de origen griego y referido a la planta que tiene los estambres soldados juntos. En el sitio feminista “Perras (sic) de Guardia” (Chiennes de garde) lo definen como “un sentimiento que se intenta entre las mujeres y los hombres libres e iguales”. Como si “fraternidad” significase algo diametralmente opuesto.

La moda del lenguaje inclusivo puede afectar hasta la divisa de la República Francesa

La moda del lenguaje inclusivo puede afectar hasta la divisa de la República Francesa

Llamativo ataque a una palabra tan linda y tan cargada de sentido universal -aunque algunas no lo crean- y a la que parece que no le alcanza con ser femenina para eludir la etiqueta de discriminadora. Más aun, con el mismo criterio, los varones bien podrían quejarse de que las tres reivindicaciones de la divisa nacional francesa (libertad, igualdad, fraternidad) sean femeninas…

Hay que aclarar que, en el idioma francés, a diferencia del español, las palabras hermano y hermana difieren por mucho más que una letra: frère et soeur tienen poco en común. De ahí viene sororidad que serpia la versión inclusiva de fraternidad, palabra tan artificiosa como adelphité, especialmente en castellano.

De todos modos, que se sepa, ninguna mujer hasta ahora se había considerado excluida de la convocatoria a realizar la libertad, la fraternidad y la igualdad en su Patria, a promoverlas y a gozar de ellas.

Este “Alto Consejo”, el HCE, data del año 2013 y, según el decreto que le dio origen, su misión es “asegurar la concertación con la sociedad civil y animar el debate público sobre las grandes orientaciones de la política de los derechos de las mujeres y de la igualdad”.

Hay que ocupar el tiempo y justificar la misión. En ese afán, se suele incurrir en propuestas que reflejan un alto grado de extrañamiento de la realidad y sus urgencias, lo que habla del peligro de crear ciertas estructuras superfluas: hoy en día, en muchos países, proliferan las comisiones, secretarías o direcciones de promoción de diferentes minorías, o de la mujer, con funciones que muchas veces se superponen a organismos ya existentes. Esta sobreabundancia no es inocua ya que cada ámbito necesita justificar su razón -o sinrazón- de ser y con frecuencia se cae en la sobreactuación.

En España, la iniciativa del Gobierno ha causado urticaria a algunos académicos; en primer lugar al periodista y escritor Arturo Pérez Reverte que vía Twitter respondió que no dudaría en dejar la RAE si se reescribía la Constitución en lenguaje “inclusivo”.

Un seguidor lo aludió en Twitter: “Es un intento de domesticar la RAE. Cederán los académicos, tras intentar suertes de esgrima desganada, algún bizantinismo apolillado. Solo Arturo Pérez-Reverte, el viejo león, marchará dando un sonoro portazo. País de cobardes”. Y el creador del capitán Alatriste respondió al instante: “Tiene usted mi palabra”.

Bastó para que corriera como reguero de pólvora la noticia de su renuncia anunciada.

Los motivos por lo que el pedido del flamante gobierno español fueron recibidos como una presión por la RAE son los comentarios laterales hechos por la Ministra y, sobre todo, el hecho de que la Real Academia ya dictaminó sobre el tema. “Tenemos una Constitución en masculino”, dijo Carmen Calvo. ¿Para qué pedir entonces que la RAE analice lo que ella ya sabe? O, ¿cómo reaccionará si la Academia la contradice?

Sobre la iniciativa de Carmen Calvo, un periodista español opinó: “Al final vamos a reformar antes las desinencias que los derechos”.

Y un miembro de la RAE, citado por el diario español ABC, bajo reserva de su nombre, sostuvo que “la Constitución está bien redactada, de acuerdo con la gramática, siguiendo una doctrina ya aprobada”. Estaba haciendo referencia al llamado “informe Bosque”, emitido hace cinco años, y en el que la RAE rechazaba las premisas del lenguaje inclusivo.  

“Cuando la calle imponga un cambio, la RAE lo irá recogiendo, como siempre lo hizo”, señaló otro académico, denunciando así que hoy se pretende que sea al revés. Imponer a través de la RAE a toda la calle lo que es jerga de un grupo. La Academia es blanco de muchas campañas en redes y presiones mediáticas por parte de feminismo extremo que quiere hacer eliminar del diccionario términos y acepciones considerados machistas aunque estén en uso o lo hayan estado antes y por ende figuren en textos literarios y otros; olvidando que la función de la RAE es consignar los significados del vocabulario y no juzgarlos o elaborar normas de pensamiento.

Volviendo al informe del Alto Consejo francés, Marianne Ferrand, analista de la revista Causeur e integrante de Les Affranchies (una asociación de mujeres liberales), subrayó esta “propensión del Estado a imaginarnos hambrientas de los efectos de las palabras” y en consecuencia,”bajo pretexto de ‘garantizar’ y no ya ‘favorecer’ la igualdad entre los hombres y las mujeres, la capacidad de autodeterminación de cada individuo disminuye”.

“En cuanto al sacrificio de la palabra fraternidad en el altar de la igualdad entre los sexos -sigue diciendo-, deja aflorar una certeza del legislador: las mujeres necesitarían palabras hechas por y para ellas para sentirse por fin Mujeres en el Estado de derecho”.

En efecto, Carmen Calvo, al justificar su pedido de revisión constitucional a la RAE, afirmó que “hablar en masculino” traslada al cerebro solamente “imágenes masculinas”

En el fondo, en nombre de un combate contra lo que se denuncia como “construcciones culturales”, se echa mano de lo artificial y se busca imponer un dogma.

Todo parte del diagnóstico de que vivimos en una dictadura patriarcal (o hetero-patriarcal) y de que todos los males que aquejan a nuestras sociedades deben ser leídos en clave de guerra de sexos. Esta visión se proyecta sobre todo, incluso sobre la prehistoria de nuestras sociedades. Se llega a disparates tales como sostener que la complexión física femenina, en promedio inferior a la del varón, no es “natural”, “biológica”, sino consecuencia de que en los tiempos de las cavernas los varones acaparaban los mejores alimentos…. 

El motor de la historia no habría sido la lucha de clases sino la de sexos

Bajo esta lupa se revisa todo: los Derechos del Hombre han sido hasta ahora los derechos del varón y cuando los comunistas llamaban a los “Proletarios del mundo” a unirse, estaban excluyendo a las obreras…

“Cuando te das cuenta de que el lenguaje que se utiliza hegemónicamente tiene el pronombre masculino, que son quienes tienen más derechos en la sociedad, te lo replanteás”, fue la reflexión de la presidente de un centro de estudiantes porteño, prueba de que  no estamos a salvo del contagio.

El motor de la historia no habría sido la lucha de clases sino la de sexos. Un combate en el que el entero género masculino es culpable de explotación; como si muchos logros de las mujeres no hubiesen sido también una causa masculina.

Caroline de Haas, una de las figuras más mediáticas del actual feminismo en Francia, aseguró que “uno de cada dos o tres (sic) hombres es un agresor”. La cofundadora de la asociación “Atrévase al feminismo”, sostiene que “se producen más de 200 violaciones por día en Francia” y como “sólo el 2 por ciento de los violadores son condenados”, el Estado francés “es de hecho cómplice de crímenes en masa”. 

Caroline de Haas

Caroline de Haas

La tan elogiada “liberación de la palabra de las mujeres” provocada por el caso Weinstein -el productor de Hollywood denunciado como acosador serial de actrices- significa para algunas el derecho a decir cualquier cosa y lanzar acusaciones desmesuradas a diestra y siniestra.

En francés no se usa la expresión “droits humains” (derechos humanos) sino “droits de l’homme” (derechos del hombre), tal como la escribieron los revolucionarios de 1789. Es otro bastión a conquistar. Bajo pretexto de que esa expresión “designaría etimológica, histórica y jurídicamente sólo a la mitad del pueblo”, los altos consejeros sugieren una reformulación: “La Constitución -dice el Alto Consejo- (debe) dirigirse tanto a hombres como a mujeres y los concierne por igual”, por lo que, obviamente, proponen apelar a un reescritura “inclusiva”.

Dejemos de lado cierto tufillo paternalista hacia las mujeres que emana de esta recomendación -¿las mujeres necesitan que se les hable en femenino para entender ?-, la iniciativa del Alto Consejo es un síntoma de hasta qué punto algunos responsables políticos se dejan guiar por estas tendencias de moda, con frecuencia impulsadas por minorías muy activas y más ruidosas que las mayorías silenciosas, pero que no representan un consenso generalizado.

En cuanto a la corriente neofeminista más extrema, la mueve un afán autoritario por modelar la sociedad a la fuerza. El idioma sería una herramienta para ello y no un reflejo o resultado de la evolución de las costumbres. Siempre con la finalidad de “deconstruir” el patriarcado, se pretende imponer al conjunto una jerga que sólo manejan pequeños círculos  de cultores de la teoría del género. 

“Allons enfants de la matrice!” (Marchemos hijos de la matriz, paráfrasis de Marchemos hijos de la Patria, primer verso de la Marsellesa), ironizan algunos; pero no es broma porque en la misma línea de cuestionamientos de género que toma como blanco la “fraternité”, hasta la palabra Patrie ha sido señalada por sexista.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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