La complicidad construida, llorada y disfrutada por Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez a lo largo de cinco años rindió su fruto más grande durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. La madrugada del 27 de julio de 2021, México fue testigo de la medalla de bronce obtenida tras cinco rondas de saltos al interior del Centro Acuático de Tokio. La pareja mexicana logró subir al podio y le otorgó a la delegación su segunda presea.
En entrevista para Infobae México, Gabriela Agúndez aseguró que “llevamos cinco años compitiendo juntas, haciendo pareja y creo que ya nos conocemos bastante bien dentro y fuera de la alberca. Eso fue un punto clave para que se diera el resultado”, mientras sonreía. A casi un mes de su logro, la medalla de bronce con la leyenda de Tokio 2020 la respalda, aunque el largo camino comenzó después de Río 2016.
Gaby entrenaba bajo las órdenes del profesor Yunieski Hernández, junto a quien consiguió importantes participaciones y triunfos en competencias como Olimpiadas Nacionales, Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos y Juegos Olímpicos de la Juventud. Con dicha trayectoria, el entrenador cubano consideró que su alumna contaba con las cualidades necesarias para encarar un reto de mayor jerarquía al lado de Alejandra Orozco.
“Yo estaba con él (Yunieski Hernández) y me dijo ‘ven, vamos a hablar con Alejandra y con Iván (Bautista)’ y me propusieron esta idea de hacer sincronizados. Yo, la verdad, no lo pensé. Más bien dije ‘qué honor que me busquen a mí que me digan que si quiero formar parte, que hagamos esta mancuerna’ y bueno, ya empezamos a entrenar juntas”, declaró.
En medio de un contexto incierto, gracias a la emergencia sanitaria por el virus SARS-CoV-2, la más joven tuvo que lidiar con una pérdida irreparable. El entrenador de clavados de Baja California Sur ,Yunieski, falleció el 25 de mayo de 2020 a causa de cáncer. El impacto en Agúndez fue indescriptible, aunque las enseñanzas sembradas fueron suficientes para cosechar el éxito meses más adelante en Tokio.
Desde ese momento, el papel de Iván Bautista comenzó a tener mayor relevancia. Sin embargo, la presencia latente de Hernández en cada uno de los entrenamientos fue determinante. Así, la relación profesional entre Agúndez y Orozco se estrechó de tal forma que con el paso de los meses y los años finiquitó el comienzo de una complicidad más allá de las albercas, una de las claves que las hizo superar la última prueba antes de partir a Tokio.
Alejandra Orozco se encontraba protagonizando su tercer ciclo olímpico. La experiencia le ha confirmado que los criterios en cada uno de ellos cambian drásticamente, por lo que la preparación debió ser lo más integral posible. La fórmula para superar el filtro del Control Técnico de Saltos, el mismo que dejó fuera de Tokio 2020 a Paola Espinosa, se encontraba en sus propias capacidades y la ejecución perfecta de cada uno de sus movimientos.
“Nosotras hemos trabajado con la idea de defender nuestro trabajo dentro y fuera de la alberca. Sabíamos que este año eran muchos atletas y generaciones (…) Sabíamos que nuestra responsabilidad era cumplir con esas plazas y esperar los criterios. Si lo íbamos a defender dentro de la alberca debíamos estar preparadas, creo que a Gaby y a mí nos ayudó enfocarnos más en lo que nosotras podíamos hacer, en el trabajo que habíamos hecho previamente”, aseguró la multimedallista olímpica.
Superada la prueba y con su nombre en las plazas, partieron a Tokio. El nivel de la competencia cambió, así como la exigencia. A pesar de ello, Ale y Gaby se encargaron de “disfrutar el lugar obtenido para representar a México y demostrar al mundo lo que habíamos entrenado”. Luego de aprobar dos filtros, se clasificaron a la final entre las ocho mejores parejas de todo el mundo.
“¿Lista?”, preguntaba Orozco, a lo que Agúndez asentía. El siguiente diálogo variaba según el movimiento. “Uno, dos” o “Sale”, en cualquiera de los casos, las dos atletas conocían el momento preciso para arrancar con la ejecución. En la mirada de reojo y la presencia mutua hombro a hombro se vislumbraron los 60 meses de entrenamiento conjunto. Una vez más, la amistad y perfecta coordinación las llevó a favorecerse con el puntaje de los jueces, aunque la historia se escribió en el último capítulo.
En las penúltimas rondas, la pareja mexicana fue superada por la japonesa, por lo que en el último round se definió todo. Con un movimiento de 3.2 grados de dificultad echaron sus últimas cartas y consiguieron 299.70 puntos que las ubicaron en el segundo lugar debajo de Estados Unidos. Las siguientes fueron las anfitrionas, pero el nerviosismo se apoderó de su movimiento y tuvieron un error al ingresar al agua. En ese momento, las cámaras captaron el reprimido festejo de Orozco y Agúndez.
“Nosotras no festejamos el error de las japonesas”, enfatizó Orozco. ” Nos emocionamos de saber que teníamos esa posibilidad de ya estar en las medallas. Nosotras habíamos hecho esa competencia, habíamos estado muy constantes y hecho bien nuestro trabajo, habíamos aguantado la presión, el nervio, la emoción y todo lo que hay a la hora de la hora, entonces el saber que ya teníamos el más cerca la posibilidad no lo ocultamos (…) Esa fue la sensación del sí se pudo y valió la pena. Creo que olvidamos las cámaras por un momento”, continuó.
Su presencia en el podio reivindicó la calidad de la Escuela Mexicana de Saltos. Aunado a ello, en palabras de Alejandra Orozco, el momento condensó cada esfuerzo, sacrificio, inversión, lágrimas y felicidad en todo el proceso. Con una competencia pendiente y las restricciones sanitarias, el festejo más inmediato se limitó al comedor de la Villa Olímpica. Sin embargo, desde su llegada al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) se hizo sentir la algarabía de la afición que las siguió a lo largo de seis madrugadas.
El logro no habría sido posible sin el lazo, la resistencia y el afecto que, sin quererlo, se robusteció a lo largo del tiempo. “Luego de cinco años trabajando juntas puedo decir que nos conocemos muy bien dentro de la alberca y que también formamos una bonita amistad. Llegó el punto en el que con una mirada o un movimiento sabemos lo que está pensando la otra. Entonces así fue como se formó todo”, finalizó Gabriela Agúndez.
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