“Nunca me he identificado con el nombre Rodolfo”, menciona el reconocido artista y pintor al que todos conocen como Fito Espinosa. Esto lo hace mientras se acomoda para contarnos más sobre su vida y lo acompañamos en esa travesía con preguntas.
Sus pinturas y cuadros han destacado a nivel nacional e internacional, posicionándolo como uno de los mejores del país. Su talento ha sido premiado desde mucho antes de convertirse en un profesional del arte, hecho que lo motivó a seguir aquel camino distinto a los que rige la sociedad. Avanzar en medio de un entorno que no entendía su sensibilidad fue todo un reto que hoy forma parte de sus recuerdos.
Se considera introvertido, pero no antisocial. Le gusta estar un momento en compañía, sin embargo, prefiere el tiempo a solas, algo que descubrió desde muy pequeño. Pasar más de tres horas con varias personas le genera un agotamiento que no puede explicar, pero que le sucede con frecuencia. Esta es una de las revelaciones que hace el artista Fito Espinosa para Infobae.
El niño artista
Rodolfo Martín Espinosa Quiñonez es el nombre completo de Fito Espinosa. Nació el 6 de julio de 1970 y detalla que desde muy pequeño se recuerda como Fito, pues así lo llamaba toda su familia, por lo que no se trataría de un nombre creado con un fin artístico.
“Desde que tengo uso de razón mi nombre siempre fue Fito que derivó de Rodolfito (…) Mi papá y mi abuelo también tenían el mismo nombre”, dijo.
Al consultarle sobre cuál es el recuerdo que tiene más presente de cuando era pequeño, revela que es el de la puerta de su casa abierta. La libertad a tan corta edad es lo que más recuerda.
“Yo nací en el setenta y vivía en Bellavista, frente a un parque y la puerta de la siempre estaba abierta para salir al barrio. Yo recuerdo mucha libertad. Eran épocas más seguras. Tuve una infancia bien libre”, explicó el pintor.
La necesidad por hacer cosas con las manos, también forma parte de los recuerdos de Fito, y en realidad ese gusto sería el que lo llevaría a consagrarse como uno de los mejores pintores.
“Me encantaba construir cosas, las agarraba, las pegaba, las cortaba, las rompía. Yo jugaba solo con todo lo que había”, declaró el ilustrador.
Respecto a la relación con sus padres, sostuvo que ellos siempre estuvieron para apoyarlo, aunque a veces era complicado.
“De chico, mi papá no era muy presente porque trabajaba todo el día. Es una persona muy seria, pero muy tranquila. Si lo buscaba para hablar él estaba y eso me dio bastante seguridad sin ser él muy cercano”, recordó.
Su padre provenía de la zona de sierra de Piura de un pueblo llamado Huancabamba, mientras que su madre había nacido en Chincha por casualidad. Sobre su progenitor mencionó que se trataba de una persona que quedó huérfano de muy chico y que se había educado solo.
“Mi madre era la que más me escuchaba, pero era una persona llena de conflictos. Siempre estaba renegando”, añadió.
Si bien, su madre falleció hace mucho años, reveló que varios cuadros fueron inspirados en la mujer que estuvo para él.
“Creo que tuve una infancia feliz por eso siempre regreso a eso. Mi etapa de creación quiere volver. No había esa voz que te pueda criticar, así que siempre trato de regresar a eso para sentirme libre”, manifestó.
El adolescente introvertido que comenzó a crear su propio universo
Durante la etapa de la adolescencia se dio cuenta de que el mundo era más complicado de lo que había visto hasta sus años de niñez. Estudiar en un colegio católico de varones, crecer en Bellavista y tener un padre bastante rígido era demasiado para aquel joven con gran sensibilidad.
“Me costaba relacionarme con las personas porque por todos lados me sentía no adecuado. Sentía que no estaba en mi lugar, ni en el colegio, ni en el barrio ni en la casa”, recordó, pero aclaró que su hogar siempre fue acogedor, solo que al tener cuatro hermanas mujeres, no podía compartir ideas de un adolescente varón.
A los 14 años empezó a dibujar, pues era lo más accesible para hacer un trabajo con las manos. Él comenzaría a plantar y regar esas semillas del arte, cuyos frutos vería más adelante.
“Comencé a pintar nombres con la estética de letras de una banda (…) Con ello comencé a crear una propia identidad que era apreciada”, rememoró
Así fue que en los salones de clase del colegio, en medio de hormonas alborotadas, Fito Espinosa, comenzó a ser reconocido por sus compañeros como el chico de los dibujos. Sus compañeros le pedían dibujos en sus polos, cartucheras y diversos accesorios. No obstante, con el pasar de los años, se dio cuenta de que no quería crecer físicamente.
“Después me di cuenta que cuando comencé a crecer, yo no quería crecer. Me sentía raro, mi cuerpo era grande y yo no quería ocupar espacio”, aseguró el artista.
Años más tarde, este episodio sería plasmado en uno de sus cuadros, al que tituló “El chico que no quería ocupar espacio”.
El camino universitario del artista y las decisiones que afrontó
Al destacar tanto en las creaciones que realizaba, su familia ya había decidido qué carrera universitaria debía de seguir Fito. Al armar y crear cosas, la carrera ideal para su familia era ingeniería civil o en su defecto, arquitectura, pero él traía consigo una sorpresa: estudiaría Diseño Gráfico, llamada en aquellos años (1986), “la carrera del futuro”.
Ingresó y estudió tres años, pero no se sentía cómodo, pues no empleaba las manos como él necesitaba hacerlo. Estaba indeciso de poder cambiarse de carrera, hasta que participó en un concurso de bodegones en un parque, cuyo resultado lo posicionó como el ganador en medio de artistas con experiencia.
“Fue como un empujón. Yo ni siquiera estudiaba arte, solo diseño y ganar un concurso de bodegones con estudiantes de arte, para mi fue el primer paso para darme seguridad y cambiar (de carrera). El primer premio nunca se olvida”, confesó.
Es así que, a los 18 años, tomó la decisión de cambiarse a la carrera de pintura en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), su alma máter. Aunque la noticia, que no fue bienvenida en su totalidad al inicio, finalmente fue aceptada, bajo su propia responsabilidad y sustento económico.
Con el cambio realizado, comenzó a esmerarse mucho más de lo normal y al terminar su carrera, su padre se dio cuenta del artista que tenía en casa. Fito se graduó siendo el primer puesto de la promoción. A los meses, ganó un concurso nacional, realizado por una casa de estudios de idiomas y así vinieron más concursos en los que la creatividad de Espinosa lideraba.
No había dudas, él había escogido el camino correcto. Pasó varios años realizando pinturas realistas, hasta que, en 1995, decidió hacer un cambio, pero no fue fácil, ya que necesitaba dejar de lado aquel estilo que le había dado trofeos a nivel nacional.
El universo de Fito Espinosa
“Comencé a pintar más como yo dibujada, de una manera más fresca y más genuina. Antes trataba de pintar más como se debe. Fue un tránsito que duró años”, sostuvo el también escritor.
Fito reveló que hubo momentos en el que pensó volver a su estilo anterior, pero comenzó a escribir todo lo que le pasaba. No sabía cómo empezar hasta que decidió pintar aquello que había escrito.
“Decidí que lo que debía de hacer era ni ser moderno, ni tradicional, sino pintar lo que me estaba pasando”, indicó.
Su primera exposición lo llenó de mucha felicidad. La respuesta de las personas en cuanto sus cuadros fue distinto a lo esperado. Los asistentes se identificaban con los personajes de sus pinturas.
“Fue alucinante para mí. Yo no esperé que, diciendo las cosas tan personales, estas iban a ser tan universales para los demás”, manifestó.
En la siguiente exposición llamada “Mechanics” fue donde logró incluir las letras dentro del cuadro. Para realizarlo, se inspiró en afiches antiguos, donde esta práctica era común. Esta exposición fue otra de las que más lo llenó porque las personas veían el cuadro y ya no solo se identificaban, sino también le decían las ideas de máquinas que tenían en mente.
¿Cómo es que la mente de Fito Espinosa se organiza para crear sus famosas pinturas?
No existe un orden, pues a veces las ideas vienen por partes. Por ejemplo, cuando siente la necesidad de realizar una forma básica, comienza a garabatear. Luego se da cuenta que esa forma es porque quiere que esta contenga algo. Otras veces tiene las frases en mente, pero no la forma y viceversa.
Respecto al tiempo invertido, revela que un cuadro puede hacerse en semanas como en un año, debido a que los trabaja por ratos, ya que tiene una familia en la que están presentes su esposa y cuatro hijos.
Sobre algunos cuadros que pintó, revela que algunos de ellos, están asociados a un quiebre que tuvo de joven.
“Yo creo que, en algún momento de mi vida, cuando era chico hubo un quiebre. Algo pasó con ella (mamá) o conmigo, no sé. Mi mamá comenzó a enfermarse y la infancia se acabó y ella comenzó a enfermarse más. Fue algo muy triste porque sentía muchas cosas a la vez (…) Yo creo que estoy buscando eso que se perdió, ese vínculo que me acogía”, aseguró.
Su madre falleció luego de varios años, hecho que lo marcó llevándolo a plasmar parte de esa búsqueda en sus cuadros.
¿Qué hacer para tener una mente tan creativa?
Fito Espinosa contó que las personas siempre pensamos que las cosas que están hechas, están dadas y que han estado así por siempre. Para romper con ello, es necesario entender que la creatividad es cuestionar y replantear las cosas.
“Las cosas están hechas, pero no necesariamente fue así o pudieron ser de otra manera (…) Las cosas las tienes que crear. Que haya muchas cosas, no quiere decir que no puedas empezar de cero en algo y darle la vuelta. Lo nuevo eres tú, tú eres una mezcla única y eso es lo que tienes que hacer. A mí no me saldría bien el tipo hiperrealista porque ese no soy yo”, finalizó el artista plástico.
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