Washington, 12 jun (EFE).- El biólogo marino y conservacionista colombiano Fernando Trujillo, de 56 años, pisó por primera vez el Amazonas a los 19. Se quedó enamorado al momento de esa región y su dedicación desde entonces a la protección del icónico delfín rosado de ese río le acaba de valer el premio al Explorador del Año de la National Geographic Society.
Trujillo acudió este miércoles a Washington para recibir esa distinción, la primera que recae en un latinoamericano y que está otorgada en colaboración con Rolex. Él reside en Bogotá, pero desde allí viaja por toda la Amazonía para ocuparse de distintos proyectos de conservación en países como Brasil, Perú, Bolivia o Ecuador.
“Soy urbano cuando necesito dialogar con los Gobiernos, cuando necesito recaudar fondos, pero cuando estoy en el campo es cuando realmente me conecto”, explica en una entrevista con EFE.
Empezó su trabajo “con una aproximación romántica de querer salvar a los delfines”, relata, pero se dio cuenta de que para conseguirlo había que salvar también los ríos y el Amazonas, la zona en la que viven.
Y en ese enfoque constató que, como científico con vocación humanista, no podía sacar de la ecuación a las comunidades locales: “Hay una biodiversidad increíble, pero también indígenas que tienen conocimiento de cómo manejar esa biodiversidad. Tienes que abrir tu mente hacia esto”.
El premio recibido reconoce a miembros de la comunidad National Geographic Explorer que buscan dar a conocer temas, descubrimientos y desafíos importantes a los que se enfrenta el planeta para así generar un futuro sostenible.
Según la directora ejecutiva de la National Geographic Society, Jill Tiefenthaler, Trujillo “es un agente de cambio con mentalidad resolutiva que ha dedicado más de 30 años a poner en relieve los problemas críticos que afectan el bienestar de nuestro planeta”.
Los delfines rosados en los que ha centrado su atención son en verdad reflejo de la salud del Amazonas: “Son especies emblemáticas, carismáticas. Son jaguares del agua. Se mueven kilómetros a lo largo del río, tienen una amplia distribución en la cuenca del río. Nos permiten ver si las pesquerías están en buenas condiciones”, explica el experto.
Tal es su conexión con ese animal que los pescadores le acabaron poniendo el apodo ‘Omacha’, que en la cultura indígena Ticuna significa delfín rosado. Él no entendía al principio que no le llamaran por su nombre.
“Y pregunté un día ‘bueno, ¿qué significa eso?’, y me dijeron ‘no, es que todos creemos que usted es un delfín que se volvió humano para proteger a los delfines”, relata el biólogo, a quien le pareció tan bonita esa metáfora que bautizó así a la fundación que cofundó en 1993 en favor de la conservación de los delfines de río, los manatíes y otras especies de fauna.
Trujillo subraya que el Amazonas, “muy importante como estabilizador climático”, se acerca al llamado punto de inflexión. Está en un estado crítico y si bien hace poco el diálogo estaba centrado en su conservación, ahora gira en torno a evitar que colapse.
Más que la deforestación, el experto cree que el principal problema es ahora el crimen organizado que ha tomado la Amazonía y “mueve oro, cocaína, madera ilegal y tráfico de animales”.
“Tenemos que fortalecer la gobernanza, generar empleo, actividades económicamente sostenibles, porque lo ilegal tiene cadenas de valor bien establecidas”, apunta el biólogo, para quien hay al menos “una alineación entre todos los países” a la hora de pensar que “realmente tenemos que actuar ya para salvar el Amazonas”.
El premio al Explorador del Año 2024 permite que su llamamiento en favor de una acción urgente llegue más lejos: “Eleva la voz y ya por ejemplo tenemos gobiernos que están atentos a escuchar”, agradece Trujillo.
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