Si bien el mundo es uno solo, según con los momentos en los que las civilizaciones fueron interconectando los distintos continentes si instaló el concepto de “Viejo Mundo”, en relación a la Europa del siglo XV, frente al “Nuevo Mundo”, reservado para todas aquellas latitudes visitadas por los europeos en sus viajes en busca de nuevas riquezas, por ejemplo, América, Oceanía o la Antártida.
Los procesos evolutivos en ciencia y tecnología impulsados desde las nuevas latitudes durante los últimos cien años podrían hacer creer que Europa se encuentra a la retaguardia de los Estados Unidos en materia de finanzas y economía. Sin embargo, los sucesos de los últimos meses parecieran demostrar lo contrario.
La Comisión Europea aprobó la Propuesta del Reglamento del euro digital, si bien por ahora se encuentra en etapa investigativa, se espera que este año, junto con el Banco Central Europeo presenten un documento al Parlamento Europeo para que se implemente su uso antes del 2026, es decir en apenas tres años.
Como cualquier expresión monetaria, ya sea física o bancaria, el euro digital es una nueva forma de dinero emitida por el Banco Central Europeo. Por ahora, se espera que coexista con las otras formas ofrecidas, es decir que aspira a coexistir sin sustituir. Como toda moneda digital sus transacciones se procesarán a través de billeteras virtuales, en principio sin cargos y por toda la zona euro.
El euro digital es una nueva forma de dinero emitida por el Banco Central Europeo
Nada de esto sería posible sin el acompañamiento de la sociedad a través de sus usos y costumbres. Los hábitos de pago de los ciudadanos están cambiando a una velocidad sin precedentes: en los tres últimos años, los pagos en efectivo en la zona del euro han descendido del 72% al 59%, y los pagos digitales tienen cada vez más aceptación. En los Países Bajos y Finlandia, por ejemplo, el efectivo solo se utiliza en una quinta parte de las operaciones.
El euro digital sería un bien público. Por lo tanto, sus servicios básicos serían gratuitos como es el caso del dinero en efectivo.
El euro digital, y en definitiva, cualquier moneda soberana que se digitalice, cambiará el mundo de las finanzas tal como se conoce.
Nuevo liderazgo
En principio, el dinero atesorado en una billetera virtual soberana estaría resguardado por el mismo emisor, es decir que los bancos dejarían de ser depositarios de los saldos transaccionales. Esto significa importantes ahorros en seguros y garantías para fondos a la vista, pues alocar dinero en un tercero cuando se lo puede dejar al “fabricante” carecería de sentido.
Sin embargo, el sistema bancario, aprovecha saldos “no encajados”, o inmovilizados, para colocar y ganar intereses con ello. Esto podría generar algún tipo de resistencia en los menos adaptables a los cambios.
Pareciera ser que Europa podría convertirse en el Nuevo Continente en materia de finanzas y cuestiones monetarias.
Hasta el momento, los detractores de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales esgrimen como principal objeción que la trazabilidad que ofrece esta forma de dinero podría limitar la libertad de las personas en sus hábitos de consumo y gastos.
En verdad, los pagos con tarjetas, las transferencias bancarias y las billeteras virtuales no soberanas, cuentan con todo tipo de información sobre nuestras costumbres y transacciones, ni hablar si hacemos compras online.
Es probable que las monedas digitales soberanas cuenten con más reservas en la trazabilidad y confidencialidad de los movimientos que los que tengamos hoy día con las alternativas existentes.
Argentina ¿para cuándo?
Si existe un lugar en el mundo en el que implementar un modelo de moneda digital sea extremadamente conveniente es en nuestro país.
El dinero digital no reconoce denominación, es decir que enteros o fracciones, con pocos o muchos dígitos, ocupan el mismo espacio (en bytes) y su emisión es de bajo costo.
En la actualidad, la soberanía monetaria pasa más por quien procesa las transacciones que por quien emite el dinero.
La soberanía monetaria pasa más por quien procesa las transacciones que por quien emite el dinero
Desde este punto de vista, parte importante del señoreaje ha pasado a manos privadas. El Estado se ha convertido en un “imprentero” que sólo puede regular el circulante que emite el Banco Central, más cuando ofrece pagar altas tasas de interés para “secar la plaza”.
A diferencia de las formas de dinero tradicionales, el dinero digital permite reducir la base monetaria a través de la “quema” o retiro de pesos del sistema en forma proporcional a la velocidad de circulación del dinero.
Cuando menos se confía en la moneda, más rápido circula. Cuanto más rápido circula, más rápido se quema, en consecuencia, la falta de confianza reduce la base monetaria, reduciendo su oferta.
Un nuevo mundo en políticas monetarias, tributarias y fiscales se abre a partir de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales que entre otras cosas servirán para:
a) Diseñar ecosistemas transaccionales de pagos para asistencialismo y desarrollo sin que ello implique “inundar el mercado de dinero”;
b) Fomentar la inclusión financiera, pues la digitalización de dinero permite diseñar modelos a medida de cada perfil de titular de cuenta;
c) Reducir la economía marginal que permitirá bajar impuestos y cargos al ampliar la base de recaudación;
d) Reducir las actividades delictivas en general, tales como robos, hurtos, evasión fiscal, o blanqueo de capitales; y
e) Fomentar la innovación financiera, pues el sistema bancario y financiero tradicional podrá ofrecer nuevas alternativas basadas en formatos digitales a sus clientes, tales como la tokenización de activos.
En síntesis, en momentos en los que se discute si la soberanía monetaria es conveniente, se debería considerar si, en cambio, la implementación de un peso digital podría acompañar a la resolución de los viejos problemas y ponerse al lado del nuevo mundo.
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