Basta con correr una cortina para que no haya más nada. La voz grave, suave y pausada de Eugenio Cuttica (60, porteño y que actualmente vive en Nueva York) resuena en la sala muda y sólo se interrumpe por el disparo de las cámaras. “La energía de esta instalación hace que la gente permanezca en silencio, casi sin pensar y sólo sintiendo, para que la mente alcance un estado de suspensión”, apunta el artista ante un ejército de niñas blancas y traslúcidas.
“Tienen nueve años y simbolizan la femineidad en estado puro, antes de ser transculturizada. Se repiten como una oración. Integran una ola, porque son la conciencia de un impulso sin freno”, resume Cuttica sobre la instalación de 105 figuras de resina de poliéster con una lámpara LED adentro, que hacen a “la pureza visual, estética y simbólica que imaginé”. Todo después de seis meses de trabajo, con doce asistentes durante catorce horas por día –incluidos los fines de semana–, y gracias al esfuerzo de veinte técnicos en montaje, dirigidos por Alejandro Obuljen.
DE LAS MUJERES, LA PERPLEJIDAD Y LO SUBLIME. Producida por el Ministerio de Gestión Cultural bonaerense, la muestra del maestro se llama Ataraxia y “remite a ese estado mental donde se suprimen el miedo, el dolor y el deseo para llegar al control de las emociones”.
El artista –que estudió Arquitectura en la UBA– la pensó y diseñó para las generosas dimensiones del Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires (MAR), dirigido por Micaela Sacconi. “Estamos en uno de los mejores –sino el mejor– museo de arte de Sudamérica. Y porque me sensibiliza el arte de los espacios, hicimos esta muestra a escala, para que el espacio no se coma la obra”, sintetiza Cuttica, tras guiar la recorrida por las salas y después de aclarar: “En seis meses dedicados a las instalaciones, nunca dejé de pintar, niñas sobre todo. Porque la femineidad me abarca en un momento que viene durando desde hace quince años”. Sonríe con picardía y, entonces sí, se aboca a GENTE.
–¡Qué momento para tratar el tema de la mujer! A veces creo que vivimos una especie de post feminismo bastante contradictorio. ¿Cómo lo ve usted?
–Tengo dos hijos menores de treinta años. Los eduqué en la adoración de la mujer. Me dicen que están frustrados, porque no pueden establecer relaciones duraderas. Creo que la mujer logró muchos avances, pero quedó en estado de estupor, porque algo ha perdido. Pagó un precio muy alto. Combatió al sujeto que ama, que es el hombre. Y es imposible combatir y amar lo mismo. Es decir que el feminismo de los 70′, lejos de reducir el machismo, lo extendió a los dos sexos. Las mujeres combatieron al machismo con armas machistas. De ahí el desequilibro. Entonces, nos sentimos brutalmente solos.
–El error fue no tomar las propias fortalezas para empoderarnos.
–Eso. Se olvidaron de su propio poder: el amor incondicional. Lo conocían nuestras bisabuelas. Tienen la capacidad de aferrarse al sufrimiento hasta que no las afecte. Aceptan lo que es y así desarrollan un sistema inmunológico. Eso es lo que dicen las religiones.
–¿Y qué busca cuando me invita a ver una obra suya?
–Mi intención es traducir un lenguaje donde cada elemento –con distancias, proporciones, formas y luces– crea una sensación. Son miles de detalles orientados. Soy vehículo de lo que recibo entre las dos y las cinco de la mañana, todos los días, en mi casa o el taller, por la conexión con lo sublime, que no pertenece a la vida cotidiana.
–¿Baja de alguna manera o está dentro suyo?
–Es un trance y éxtasis, en conjunción con una energía que no me pertenece. Es la inteligencia del Universo, por la que me dejo atravesar. Eso es un artista: una antena que capta.
–Y que como niños, todos lo tenemos…
–Exactamente. Todos los niños son artistas. Todos hemos sido niños. Eso significa que todos hemos sido artistas. Sin embargo, por presiones de la vida cotidiana, lo abandonamos. El poder de la creatividad es superior. Hay que trabajarlo. La mayoría lo tiene dormido, pero se puede despertar en un segundo, mirando una obra de arte verdadera. Eso tiene un poder sanador, que incluso saca a las personas de las adicciones y el consumo.
–¿Es decir que el consumo no es un método de inspiración?
–No. Porque “in” significa “dentro” y “pira” es “fuego”. Inspirarse es conectar con el fuego interior. Hoy la gente ha dejado de creer en la política, las ciencias y las religiones, pero cree en el arte.
–Este museo tiene entrada libre y gratuita, y está en un lugar popular como es Mar del Plata. ¿Pensó que para muchos es su primera vez frente a una obra de arte?
–El arte atraviesa todos los niveles educativos y sociales. Cuando es verdadero es casi imposible de definir, pero todos saben de qué se trata cuando lo tiene enfrente. Ayer, a la inauguración vinieron más de mil personas, y fue interesante: quedaban en estado de perplejidad. Sin el ruido del pensamiento y despiertos hacia otra cosa.
–Sin haber estudiado su obra ni racionalizarla.
–Tal cual. Porque pasa por el hemisferio derecho, aquel que tenemos en desuso y que nos indica que sabemos algo, sin el proceso lineal de pensar para llegar a conocerlo.
–¿Cómo es para el artista ver a alguien conmovido frente a una obra suya?
–Vi muchas mujeres emocionadas. Ya sé que cuando se quedan en silencio, mira.
Por Ana van Gelderen
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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