Cuando, hace cuatro años, Akbar Cook comenzó como subdirector en la West Side High School en Newark, la situación era grave. Cook, de 42 años, recordaba que la escuela veía a dos o tres niños muertos a causa de la violencia armada. Señaló un caso en el que se encontró el cuerpo de uno de sus alumnos en un cubo de basura detrás de un edificio.
“Necesitaba encontrar una manera de salvarlos. Realmente me afectó que mis estudiantes se estuvieran muriendo“, relató el hombre a The Washington Post.
No era solo la violencia lo que estaba afectando a la escuela. Hace dos años, una estudiante de 16 años ingresó al centro a través de los detectores de metales. Cuando los miembros de seguridad la pararon para revisar su mochila, Cook señaló que la joven discutió con los hombres y les arrojó agua. Ella no quería que nadie viera lo que había dentro de su bolso. La policía, que acudió para ver lo que estaba pasando, buscó la mochila de la estudiante y los agentes encontraron algo inesperado: ropa interior y prendas sucias.
“Ella se había quedado sin hogar ese fin de semana y no quería que nadie lo supiera“, comentó Cook.
Casos similares se han vuelto demasiado regulares en West Side. Como resultado, Cook señaló que cerca del 85 por ciento de los estudiantes que asisten a la escuela suelen ausentarse, y suelen faltar de tres a cinco días al mes. Cuando Cook y otros administradores escolares comenzaron a llamar a las casas de los niños para conocer la razón por la que no habían ido a la escuela, descubrieron que una de las principales razones era que se sentían molestos por aparecer con ropa manchada y sucia.
“He visto a niños en la parte de atrás de la clase hablando de otros estudiantes sobre cómo huelen y su ropa sucia“, comentaba el estudiante Nsirr Cameron a CBS.
Cuando el bullying empezó a filtrarse a través de las redes sociales, la escuela de 750 estudiantes vio en eso una señal para hacer todo lo posible para salvar la brecha entre aquellos que podían y no podían darse el lujo de lavarse la ropa. Cook dijo que sabía que la cultura necesitaba cambiar.
“Publicaban en Snapchat e Instagram que algunos de sus compañeros iban a la escuela con la ropa sucia puesta, y ponían una foto del cuello sucio de un estudiante. Sabíamos que teníamos que hacer algo”, remarcaba.
Eso significaba cinco lavadoras y cinco secadoras en el vestuario de fútbol de la escuela. Cuando Cook hizo esta petición para abordar dicha brecha cultural, llamó la atención de la Fundación PSEG, auspiciada por la empresa energética Public Service Electric and Gas. De hecho, en 2016, el subdirector escolar solicitó una subvención de USD 20.000 de esta organización, que ya ha contribuido con más de USD 1.5 millones en fondos para el programa de sostenibilidad en municipalidades y escuelas. En poco tiempo, la beca fue aceptada y el centro educativo pudo adquirir las lavadoras y secadoras, así como materiales para ayudar a convertir el vestuario en una mini lavandería.
Dos años más tarde, la lavandería ya está completa. Desde el 27 de agosto, los estudiantes tendrán acceso a esa instalación después de la escuela los lunes, miércoles y viernes, y un adulto estará en todo momento supervisando.
“Algunos niños no saben cómo lavar ropa”, comentó Cook recordando un caso en el que un joven puso demasiado detergente en una carga. “Tenemos que enseñarles a algunos cómo hacerlo“.
La situación en West Side no ha pasado desapercibida para la comunidad y los líderes escolares involucrados en esta medida.
“Damos por hecho cosas que son fáciles para nosotros, pero no”, indicó Ellen Lambert, presidenta retirada de la Fundación PSEG. “Tú quieres que todos tengan éxito, especialmente los jóvenes. Ves que hay lugares donde el éxito no se da, te das cuenta del por qué y buscas una solución”.
Los estudiantes ya están esperando el cambio.
“La lavandería automática supondrá un beneficio para los estudiantes ya que mientras están recibiendo su educación pueden seguir lavando su propia ropa”, dijo el estudiante Kalim Harvey-Belcher. El chico admitió que se perdió unos días el año pasado por tener su uniforme sucio: “Ahora puedes venir a la escuela oliendo a detergente todos los días“.
La medida del West Side High School para que los estudiantes lleven ropa limpia es el ejemplo más reciente de escuelas que usan lavadoras y secadoras para marcar una diferencia en la vida de los más jóvenes. En 2015, el fabricante Whirlpool proporcionó electrodomésticos a estudiantes de dos distritos escolares de California e Illinois a través de su programa Care Counts. Según la compañía, más del 90 por ciento de los jóvenes rastreados en el programa mejoraron su asistencia en seis días, en comparación con el año académico anterior. Los maestros encuestados en el programa piloto señalaron que el 95 por ciento de los participantes interactuaron con sus compañeros y disfrutaron de la escuela mucho más que antes.
Desde que se supo de la instalación de lavandería en la escuela, Cook dijo a The Washington Post que “la respuesta ha sido increíble”, ya que han llegado donaciones de detergente de todo el estado y de todo el país.
La escuela dará comienzo el 4 de septiembre y Cook ya avanzó que el centro cuenta con los suficientes suministros para, por lo menos, tres meses. Él tiene la esperanza de que el programa pueda durar tanto como sea posible, y que sirva de modelo para otras escuelas con estudiantes que enfrentan un dilema similar: ir a la escuela con ropa sucia o no ir a la escuela.
“Este es un problema real en otros centros. Afortunadamente, las personas pueden ver esto como un ejemplo de qué hacer“, apostillaba Cook.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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