
En el hospital Dos de Mayo se levanta un mausoleo que honra la memoria de Daniel Alcides Carrión, un joven universitario que sacrificó su vida en nombre de la ciencia, como un mártir en medio de una guerra. Su valentía lo llevó a inyectarse voluntariamente un mortal virus, con el fin de estudiar sus efectos y encontrar una cura.
Tras su partida, los restos de Alcides Carrión descansaron en el Cementerio Presbítero Maestro, un sitio donde los peruanos rendían tributo a su obra filantrópica. Con el pasar de los años, su legado creció, y en 1971, en un gesto simbólico bajo el gobierno del presidente Juan Velasco Alvarado, sus restos fueron trasladados al hospital Dos de Mayo, el lugar que hoy en día resguarda su memoria.
Allí, en el corazón de la institución que él dignificó con su sacrificio, se honra a un héroe que desafió la muerte en nombre del conocimiento. “Aún no he muerto, amigo mío. Ahora les toca a ustedes terminar la obra ya comenzada siguiendo el camino que les he trazado; y si muero que importa el sacrificio de mi existencia si con esto presto un servicio importante a la humanidad”, se lee en el mausoleo que honra su memoria.

El estudiante encarnó el ideal del investigador apasionado, dispuesto a arriesgarlo todo por el bienestar de la humanidad. Por esta y otras razones el Congreso de la República aprobó la Ley 29799, que reconoce a Carrión como héroe nacional, mártir y maestro de la medicina en el Perú. También se estableció el 5 de octubre de cada año como el Día de la Medicina Peruana.
La ley fue publicada en el diario El Peruano el martes 1 de noviembre de 2011. En un apartado del documento se menciona que en la fecha en que se rinde homenaje a Daniel Alcides Carrión, “los colegios profesionales y demás instituciones públicas y privadas vinculadas con la educación, salud y medicina a nivel nacional, realizan actividades conmemorativas a la fecha”.
En medio de los homenajes al estudiante que, a pesar de las limitaciones de su época, desafió a la ciencia estudiando en su propio cuerpo una enfermedad conocida por los incas como sirki (verruga) y por los conquistadores españoles como verruga, la población recuerda el sacrificio que hizo el sanmarquino. Su historia es digna de contar y no solo cada 5 de octubre.

Daniel Alcides Carrión, el estudiante que dio la vida por la ciencia
Cada 5 de octubre, los hospitales del Seguro Social de Salud, EsSalud, conmemoran el Día de la Medicina Peruana en homenaje a Daniel Alcides Carrión, un verdadero héroe y mártir de la medicina nacional que falleció en esta fecha en 1885.
Nacido el 13 de agosto de 1857 en Cerro de Pasco, Carrión realizó sus estudios en Pasco y Tarma antes de trasladarse a Lima, donde ingresó al Colegio Guadalupe. Su dedicación y esfuerzo le valieron un lugar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde mostró un interés por la investigación médica.
En su etapa universitaria, se enfocó en enfermedades que afectaban a la población peruana, como la fiebre de la Oroya y la verruga peruana.
El sanmarquino dedicó su tiempo a investigar la enfermedad de la verruga peruana como parte de su tesis de bachillerato. Durante su internado en el Hospital San Bartolomé, tuvo la oportunidad de analizar historias clínicas de pacientes en el nosocomio Dos de Mayo. A través de este trabajo, llegó a la importante conclusión de que la fiebre de la Oroya y la verruga peruana eran dos fases de la misma enfermedad.

Impulsado por su deseo de entender mejor estas enfermedades, nuestro compatriota tomó la arriesgada decisión de inocularse con sangre infectada de una tumoración verrucosa en el Hospital Nacional Dos de Mayo.
Sobre este suceso, Armando Aurazo Díaz, médico e historiador, dio una entrevista. “Carrión, queriendo estudiar la verruga peruana, se inocula macerados de la verruga de un paciente, con la finalidad de que los gérmenes de esa verruga prendan en su cuerpo y así tener la oportunidad de describir la enfermedad. (…) A partir de la muerte, se comienzan a hacer investigaciones”, dijo al Minsa.
El 27 de agosto de 1885, el doctor Evaristo Chávez llevó a cabo la inoculación. 21 días después, comenzó a experimentar los primeros síntomas de la fiebre de la Oroya. A pesar de su deterioro, continuó documentando su enfermedad hasta el 26 de septiembre, pidiendo a sus compañeros que continuaran con su importante trabajo clínico.

Lamentablemente, tras ser trasladado al hospital Maisón de Santé, el estudiante falleció el 5 de octubre, 40 días después de haberse inoculado. Su sacrificio en plena juventud deja un ejemplo de dedicación al servicio de la salud de sus compatriotas y de la humanidad.
El historiador Jorge Lossio, en una entrevista para el programa Sucedió en el Perú, mencionó que los periódicos comenzaron a glorificarlo, al punto de compararlo con figuras prominentes de la ciencia europea, como Pasteur y Koch.
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