
La Guerra entre EEUU y Rusia se ha convertido en un proceso que promete ser largo y probablemente, acompañado de situaciones extremadamente peligrosas, como la aparición de nuevos focos de conflictos, lo que aumenta la sensación de incertidumbre global. El centro de gravedad de este conflicto es el crecimiento de la importancia de China y de otros países asiáticos (India, Vietnam, Indonesia), sobre la economía mundial. Los grandes mercados ya se encuentran a lo largo de las costas del Indo-Pacífico y no más en las del Atlántico. La actual determinación de Rusia para defender con firmeza sus intereses y valores, ha estado fuertemente influida por su visión de estos procesos globales. Rusia presupone que, incluso una ruptura total con Occidente, no le sería mortalmente peligrosa, desde el punto de vista de la solución de sus principales problemas, que son las de su desarrollo. Empujada por Occidente, Rusia podría inclinarse a formar una alianza más estrecha con China e India, lo que supone sumar la potencialidad económica de Asia con el poder que emana de una potencia nuclear y militar. Si ese fuese el escenario mediato, estaríamos en presencia de un conflicto globalizado, de difícil pronóstico, ya que el equilibrio de poder global resultante, en este siglo XXI, deslizaría la supremacía de una única superpotencia atlantista hacia un multilateralismo con soporte asiático, modificando las características del sistema internacional.
Para Henry Kissinger, (el patriarca de la política internacional) la participación de Rusia en el “concierto” europeo sigue siendo un valor fundamental. Europa ha sido el único “socio” constante de Rusia después de la aparición, hace varios siglos, de este poder en la arena de la cooperación internacional; durante los últimos 300 años, Rusia estuvo relacionada a Europa, mediante alianzas, conflictos o guerras. Con China, inclusive durante la época de la misma orientación marxista, estuvo bastante distanciada. Recordar la visita de Nixon y Kissinger a Mao Zedong, para combatir a la URSS. En la actual reunión anual de Davos, Kissinger sostuvo, al igual que lo hizo en 2014, que la perspectiva de un aislamiento total de Rusia es poco deseable, ya que, si no se tienen en cuenta sus intereses de seguridad, las necesidades elementales de supervivencia obligarán a Rusia a apartarse completamente de Europa, y buscar una relación permanente de alianzas en Asia. Una separación trascendental entre Rusia y Europa, haría imposible mantener incluso mínimas zonas de neutralidad, y significará una reducción significativa en los lazos comerciales, tecnológicos y económicos. El principal perjudicado sería Europa, que quedaría en franca dependencia de EEUU. Y el principal beneficiado sería China. Si esa fuese la línea de acción de la OTAN, el nuevo orden global retrocedería varios siglos, ordenándose según lo estaba hasta el siglo XIV: China, el Imperio del Medio, auto-percibido como “centro del mundo” y sus nuevas fronteras: Rusia, al Oeste y Occidente, al Este.
Turquía: Europa aún no termina de resolver, que dirección tomará. La entrada de Suecia y Finlandia a la OTAN, promovida fuertemente por EEUU, parece no ser operativa en forma rápida por el bloqueo realizado por Turquía. Su presidente Recep Erdogan, ha comenzado a erigirse en un factor decisivo en el tablero mundial y ha explicado su oposición por la protección que Suecia da a militantes kurdos, a quienes Turquía considera terroristas. El problema de Suecia es que la coalición socialdemócrata gobernante requiere el apoyo de los legisladores kurdos, ya que llegaron al poder por acuerdos públicos con ellos. A su vez EE. UU. no pueden permitirse un enfrentamiento con Turquía, no solo por las bases insustituibles de la OTAN en ese país, sino también por el control de Turquía del acceso al Mar Negro bajo la Convención de Montreaux sobre el Régimen de los Estrechos. (1936). Turquía demuestra, en estos momentos históricos, su gran capacidad de jugador geopolítico, aprovechando su condición de “estado oscilante”. Turquía se ha negado a sancionar a Rusia e incluso le facilita algunas transacciones comerciales por su sistema bancario. Continúa además la construcción del proyecto (ruso) de una planta de energía nuclear (USD 20 mil M) en Akkuyu, sur de Turquía, cerca de Siria, que se espera que genere alrededor del 10% de la electricidad de Turquía. También están llegando a acuerdos conjuntos para la exportación de cereales (“corredor de granos”) desde el Mar Negro para aliviar la situación alimenticia en Medio Oriente y África. Su papel como mediador en las negociaciones ruso-ucranianas podría continuar. Todos estos posicionamientos, sin incluir los que pueda hacer China, para su propio provecho, están influyendo en la toma de decisiones que debe realizar Europa. O se involucra militarmente con EEUU, aumentando los suministros de armamento pesado a Kiev, para que Ucrania siga intentando debilitar a Rusia, en una guerra proxy prolongada, o toma otro tipo de decisiones más amigables con las recomendaciones de Kissinger. Las dudas europeas se manifiestan en la continuación de las conversaciones que han tenido las autoridades de la Agencia Espacial Europea (ESA) con la agencia espacial rusa Roscosmos sobre la misión conjunta del rover ExoMar, para busca signos de vida en la superficie de Marte, si bien se presume que las probabilidades siguen siendo bajas, ya que Rusia, aceptaría continuar solo cuando se levantaran las sanciones occidentales.
Japón: En el ámbito del Indo-pacífico también están jugándose cartas decisivas. Hay un cambio en la política exterior japonesa, que muestra a un Japón intentando transformarse en líder de dicha región. Japón estima posible que la guerra en Ucrania anime a China para avanzar sobre Taiwán, pese a que EEUU aseguró “que no lo permitirá”, aunque también dijo que “no apoyamos la independencia de Taiwán”. Desde 1945 que Japón no enviaba material bélico a otro país, pero en marzo comenzó a hacerlo para apoyar a Ucrania. Japón ahora desea cumplir un papel destacado en la lucha de Occidente contra Rusia (y contra China, obviamente). En el corto plazo las relaciones ruso- japonesas se han convertido en un punto crítico en el noreste de Asia, principalmente por la histórica disputa por las Islas Kuriles, a lo que se suma las potenciales amenazas futuras de las capacidades nucleares y misilísticas de Corea del Norte y el resentimiento de la población china por la ocupación japonesa iniciada en 1931 y finalizada en 1945 (Manchukuo). En otras palabras, con matices, coinciden los intereses estratégicos de EEUU y de Japón, ya que ambos consideran que la alianza entre China y Rusia ahora sería posible, a diferencia de lo que ocurría en 1970. No es casualidad que, por primera vez en la historia, el primer ministro Kishida haya sido invitado a la cumbre de la OTAN en Madrid.
Estados Unidos quiere globalizar los conflictos con Rusia y con China en una nueva era de Guerra Fría. Siendo su principal fortaleza, su estrategia se propone principalmente en términos militares. Considera que la seguridad de Europa y Asia están estrechamente entrelazadas, especialmente porque enfrentan “desafíos de seguridad compartidos” para la OTAN y para sus aliados asiáticos: Japón y Australia. Sin embargo, otros países asiáticos tienen intereses más diversificados y constituyen un gran bloque de países no alineados, principalmente India e Indonesia, porque están más pendientes de cuestiones económicas, donde China posee una ventaja relativa. Sus preocupaciones pasan en el corto plazo por los suministros mundiales de energía y alimentos; a largo plazo su visión es de integración regional y modernización. No condenan abiertamente a Rusia porque la visualizan como una potencia residente en Asia, que es miembro de todos los organismos clave que constituyen la arquitectura multilateral de la región: APEC, Foro Regional de la ASEAN, Reunión de Ministros de Defensa de la ASEAN, Cumbre de Asia Oriental. Esta arquitectura multilateral de Asia obstaculiza los esfuerzos de EEUU para reunir una “coalición de democracias” en su intento de aislar a Rusia y porque además carece de una agenda económica que facilite sus adhesiones.
China, que se encuentra en una situación geopolítica ventajosa, está girando de su inicial posición de neutralidad hacia el conflicto ucraniano hacia un mayor espíritu de colaboración a largo plazo con Rusia. En una reciente conversación telefónica con Putin, Xi expresó: “China tiene la voluntad de continuar apoyándose mutuamente con Rusia en cuestiones que involucran los intereses fundamentales y las principales preocupaciones, tales como la soberanía y la seguridad, estrechar la coordinación estratégica entre los dos países, fortalecer la comunicación y la coordinación en importantes organizaciones internacionales y regionales como la N.U., los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), e impulsar el orden internacional y la gobernanza global hacia un rumbo más justo y razonable. Rusia apoya “la Iniciativa (china)a para la Seguridad Global (GSI, siglas en inglés), se opone a la injerencia de cualquier fuerza en los asuntos internos de China (Xinjiang, Hong Kong y Taiwan), y tiene la voluntad de reforzar la coordinación multilateral con China y hacer esfuerzos constructivos para fomentar la multipolarización mundial y establecer un nuevo orden internacional más justo y razonable”. De estas declaraciones conjuntas se desprende una inédita profundización de acercamiento mutuo, lo cual coincide con la estrategia de EEUU, de creación de bloques que llevarían claramente a un nuevo escenario de Guerra Fría o más estrictamente de Guerra Irrestricta Global, que abarca todos los planos de la realidad, físicos o virtuales: político, militar, económico, financiero, cibernético, tecnológico, poblacional, recursos estratégicos (alimentos, energía, materiales sensibles).
Confirmando este escenario de confrontación continua, Biden anuncia una nueva inyección de USD 1.000 M en armas para Ucrania; incluye sistemas de cohetes antibuques, cohetes de artillería, obuses y municiones. Al mismo tiempo alerta, en la reciente Cumbre de Los Ángeles, que el riesgo de una Tercera Guerra Mundial es muy grande, explicando que EEUU distribuye billones de dólares en Asia para balancear a China y en Europa para contener a Rusia. Simultáneamente reconoce que América Latina se queda afuera de los aportes, por ser considerada, en estos momentos, una región sin importancia estratégica. Como Rusia posee 6.375 armas nucleares y EEUU otras 5.800, según datos del Tratado de No Proliferación, cualquier error en un punto de las cadenas de mando, podría desatar un desastre nuclear y humano. La paradoja es que siendo las poblaciones conjuntas de EEUU y Rusia sólo un 7% de la población mundial, puedan poner en peligro al resto de la humanidad.
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