Erika de la Vega: “A mí no me cuentes cuántos likes tienes, yo quiero saber cuánto te costó”

Es una de las voces de mayor influencia de América Latina gracias a su podcast En defensa propia, recomendado por la mismísima Oprah Winfrey. Allí Erika de la Vega promueve con total autenticidad la reinvención femenina y da herramientas para lograrla. Hace unos días visitó Buenos Aires para ofrecer en la Calla Corrientes -y a sala llena- su show Cambio y fuera. En la ciudad se siente a gusto: entre 2006 y 2010 trabajó en Argentina con Latin American Idol. Aquí cosechó grandes vivencias y muy buenos amigos.

Pero en este encuentro con Teleshow, Erika se muestra muy distinta a aquella de hace 13 años. Habla del prejuicio a los cambios y de la importancia de generar una comunidad con otras mujeres e invitar a los hombres a la conversación. Y afirma que la mayoría de las mujeres no persiguen el amor: “No queremos seguir demostrando, demostrando, demostrando, sino que haya un espacio para bajar todas las barreras y que te abracen y ya, estar ahí”, dice De la Vega, que desde este jueves protagonizará Ojos de mujer, por E! Entertainment.

Pero además, abre su propio corazón. El recuerdo de su infancia, el día más difícil de su vida, la elección del nombre de su hijo y de qué se sigue defendiendo hoy. Erika de la Vega, una mujer en ebullición.

—¿Quién es Érika de la Vega?

—Qué buena pregunta. Yo me estuve haciendo esa misma pregunta por mucho tiempo, porque el proceso de migrar, como sabes, siete millones de venezolanos hemos tenido que salir del país a buscar nuevas oportunidades… Y yo soy una de esos 7 millones. Entonces el proceso de migrar te cambia muchas cosas, incluso tus prioridades, qué querés hacer en la vida, y tenés que acomodarte a esa nueva realidad. Y por mucho tiempo estuve preguntándome quién soy. Antes me definía mucho por mi oficio; te puedo decir presentadora de televisión, locutora, comediante. Pero digamos que comencé una búsqueda, hace casi cinco años para acá, de quién soy yo si no estoy haciendo lo que hago.

— ¿Usted se pregunta quién es, si no está ejerciendo su profesión?

—Sí, mi oficio. Esa ha sido mi búsqueda. Hoy en día te puedo decir que soy una comunicadora. Una mujer que prioriza sus relaciones. Que busca y practica la felicidad. Que está feliz con lo que hace. No definirme por mi oficio en el afuera sino más bien estar bien por dentro, buscar estas herramientas. Y de eso se ha tratado un poco mi historia con mi podcast, y también es lo que me trajo aquí a Argentina, este show que se llama Cambio y fuera. Yo estoy acostumbrada a hacer stand up pero bueno, me vine a hablar de este tema que ocupa mis días a lo largo de todos estos años: la reinvención y cómo podemos lograr una vida de cambios que uno no elige sino que cambias o no puedes seguir viviendo así.

—¿Cuándo llegó la vida y le dijo: “Cambiá, Erika”?

—Cuando migré, a pesar de que yo sí pude trabajar en televisión allá no era igual, entonces me hizo preguntarme: “¿Esto es lo que yo quiero hacer para el resto de mi vida? O sea, ¿para esto trabajé?”. Entonces comencé esa búsqueda y esta sensación de que esto que tanto amo hacer, ya no me gusta. Es como montarle los cuernos a alguien, a alguien que amas, además. Porque decía: “Si esto es lo que amo y esto es lo que sé hacer, lo hice durante más de 20 años, ¿qué otra cosa sé hacer? ¿Quién soy?”. Yo no sabía ni manejar Excel; todavía no lo sé (risas). “¿Cómo me reinvento?”. Y más que una reinvención de profesión ha sido una reinvención desde el punto de vista de la vida. De percepción de la vida. Porque además te puedes echar este cuento de que el mundo está en tu contra, no tienes oportunidades, para qué me dediqué a lo que hago…

—¿Eso sentía?

—Claro. Esto lo puede haber hecho cualquiera. Esto no tiene valor alguno. Soy una más. Si no estoy yo, no pasa nada. No soy suficiente. No me merezco nada. Soy una buena para nada. Me voy a comer gusanos”. Esa era un poco la historia que yo tenía y que ahorita lo cuento a manera de chiste, pero cuando tú estás metida en esa…

—¿Sufrió mucho?

—Bueno, un poco sí. Vi que me había convertido en otra persona. O sea, como que me había convertido en una persona que se quejaba, que criticaba, que le echaba la responsabilidad a la gente de lo que le estaba pasando. Pero es una maravilla poderte dar cuenta de que no estás sola haciendo eso. Y que hay maneras de poderlo cambiar y que hay maneras de vivir una vida más amable. Darte cuenta de que el mundo no está en tu contra. Por eso mi podcast se llama En defensa propia.

—Hoy en día, ¿de qué se defiende?

De mí misma. Antes pensaba que era del mundo. Hoy en día me defiendo de mí misma, de mi mente cuando se pone a jugar en contra. Que no está a mi favor. Entonces, cuando la mente no me juega a favor, yo ya tengo herramientas para defenderme de ellas o entenderla. O manejar este tipo de emociones. Antes no tenía ni una sola herramienta. Antes estaba validándome todo el tiempo afuera. Nada dependía de mí. Esa búsqueda de la validación interna, saber dónde estás, saber que puedes manejar tu vida y que tienes herramientas. Mira, la vida a veces no viene como uno quiere pero yo ya sé cómo poderla manejar y poder vivir una vida más amable, más feliz. Esto es lo que vengo un poco a compartir.

Entrevista a Érika de la Vega
Érika de la Vega: “Le eché mucha culpa a mi entorno, pero después me di cuenta de que ellos no tenían qué decirme”

—¿Su podcast nació durante este proceso?

—Sí, de este proceso.

—¿Cómo se le ocurrió hacer un podcast?

—Bueno, porque yo ya no podía seguir viviendo así. Necesitaba preguntarles a estas mujeres cómo hacen. Cómo haces tú para vivir esta vida, que no es fácil. Yo soy mujer, tú eres mujer, sabemos que no es fácil.

—¿Qué es lo más difícil? ¿Qué es lo que más le costó o le cuesta?

—Yo creo que un poco lidiar con aceptar la vida como viene. Yo quería que fuera de otra manera. Quería tener otras oportunidades. Como que me merecía tenerlas.

—¿Qué quería?

—Quería seguir teniendo estas oportunidades en los medios. Seguir creciendo. Seguir manejando el éxito. Una vida muy en la validación del éxito. Pero este camino me ha ayudado a darle otro concepto al éxito y creo que eso también es válido, como redefinir ciertas cosas. ¿Qué es el éxito? ¿Qué es el balance de una mujer? ¿Qué es realmente la felicidad? ¿O quién tiene la llave de la felicidad? Y te das cuenta de que eres la que tiene que decidir y tener la voluntad de buscarla, de practicarla con hábitos, quitándote creencias que antes te tenían en esta vida muy rígida. Yo quiero ser flexible. Quiero ser luminosa, entusiasta. No quiero estar condenada a ser quien era. Y lo que pasa es que no estamos lidiando bien con el cambio, porque no nos enseñaron que el cambio realmente es algo que, bueno, más después de la pandemia, es algo que tenemos en nuestro presente día a día.

—¿Puede ser que a veces hablar de cambio está mal visto?

—Está mal visto, claro. Fallaste tu plan inicial, entonces no te está saliendo bien: “¿Qué dirá la gente ahora de mí? ¿Que soy una buena para nada?”. Es muy fácil caer ahí porque no nos enseñan que al cambio hay que abrazarlo, no esconderlo. Viste que siempre estamos como escondiéndolo, que nadie se dé cuenta, como tapando las costuras. Creo que hay que recibirlo de otra manera. Hay que abrazarlo como una oportunidad. Como que “sí, tengo que cambiar otra vez”. Porque no es que cambias y ya no está más. Nunca lo hiciste.

Erika de la Vega. personal.
Érika de la Vega y su show, Cambio y fuera

—¿Recuerda el día en que decidió cambiar?

—Sí, no estaba haciendo nada. Nada. Estaba tirada en mi cama sin hacer nada. Sin ganas de ir a buscar a mi hijo al colegio. No sé, para mujeres que somos así, curiosas, nos gusta estar actualizadas, el no querer estarlo, el no tener una nueva idea, o una buena nueva idea, como que hay algo raro que pasa… Y no tener ganas de salir, y de buscar y de ser curiosa. Lo pude ver. Yo estaba haciendo una obra de teatro que se llamaba Puras cosas maravillosas, que también me cambió y me hizo ver cosas en mí, porque se trataba de buscar cosas maravillosas en la vida de esta niña que yo estaba interpretando. Pero yo no estaba viendo esas cosas maravillosas en mi vida. Yo estaba como cansada de hacer la obra lunes, martes, miércoles. Cansada en una cama. “¿Y qué es esto que me está pasando?”. Y ya ahí fui y dije: “Tengo que hablar de esto”.

—¿Y qué hizo?

—Fui a hacer terapia para recuperar ese valor propio, porque me estaba desacreditando totalmente.

—¿No iba a terapia antes?

—No, antes no. Y fui a terapia como para conocer qué me estaba pasando. Y empecé a conocerme y a conocer esas cosas que necesitaba cambiar.

—¿Los síntomas que enumeró anteriormente eran de depresión?

—Una depresión, totalmente. Ganas de no hacer nada. Lo que pasa es que, claro, yo sé que en Argentina la terapia es algo que se habla y es algo como muy normal. Quizás en otros países no. En mi caso tuve que ir a terapia para conocerme. Para saber qué está pasando. Porque no somos los mismos de hace diez años. Yo hace 17 años trabajé para Latin American Idol y estuve aquí, en Buenos Aires, y es una maravilla poder venir a sitios conocidos y reconocerte completamente diferente y decir: “¡Guau!, cómo era yo, cómo lo veo ahora, qué bueno ver ese logro, ver esa manera de ser, ese cambio 180, la lucha que yo tenía con cosas que no valían la pena y no eran importantes”.

—Por ejemplo, ¿qué cosas?

—Bueno, cosas que tenían que ver con el trabajo. Como que esto no debería hacerlo, no debería hacer esta obra, cuánto tiempo tenemos que estar esperando, por qué. Eso no era importante. Bueno, si no era feliz con lo que estaba haciendo me podía ir fácilmente y buscar otro camino. O sea, nadie me iba a estar juzgando porque me fuera. Eso yo lo tenía en mi cabeza, qué va a decir la gente si yo me voy de aquí. La gente no va a decir nada. Pero eso lo aprendí en terapia. O sea, palabras de mi psicólogo, me lo dijo, que por cierto vive acá en Argentina: todo el mundo está lidiando con su propia lucha. Entonces quitarnos un poco esas preguntas que no te dejan ir hacia adelante sino que más bien te mantienen estancada. Las conversaciones con mujeres de En defensa propia las empiezo preguntándoles cómo hacen que sus vidas sucedan. Cómo hacen para saltarse a ellas mismas. Quitarse los obstáculos, las dudas, las inseguridades, las resistencias. Porque yo no sabía qué hacer con ellas. Entonces fui aprendiendo de cada una de estas conversaciones, que las sigo teniendo, llevo cuatro años y medio haciendo el podcast. Sigo aprendiendo. Sigo descubriendo mujeres increíbles con sus procesos, con sus transformaciones, sus transiciones. Y eso es aprender que no estoy sola y que sus consejos también me ayudan a crear una mejor versión de mí, pues eso es lo que yo vengo a hablar en estas charlas. Que me parece súper poderoso. ¿Y por qué no poder compartir este conocimiento? Porque yo estoy hablando de esto todo el día pero quizás ustedes quieren hablar de otra cosa. Cada una tiene su oficio. Pero recordarnos que hay que cambiar, que hay maneras de hacerlo, y que hay mujeres que lo han hecho. O sea, no estamos inventando el agua tibia.

—En todo ese proceso de cambio, ¿cómo la acompañó su familia?

—Es muy interesante esa pregunta. Ellos no tienen respuestas para tu cambio. Yo traté de buscarla en mi esposo. Buscarla en la gente que tenía cerca.

—Cuando la veían en la cama tirada, ¿qué le decían?

—”Está cansada de tanto trabajar en la obra”. Pero no tienen la respuesta. Y no tienen herramientas, no son terapeutas. Y yo trataba de buscar en la conversación con mi esposo o amigos, porque tenía más amigos que amigas, pero son como relaciones completamente diferentes y no les puedes también a ellos dar la responsabilidad de la solución. Por eso yo me empecé a sentar con mujeres. Porque la conversación que estaba teniendo en mi entorno no me estaba ayudando para nada.

—¿Qué le decían?

—”Pero bueno, sal, báñate”. Cualquier cosa. “Pero bueno, haz algo”. Yo estaba encerrada en mi conversación. “No, esto no es tan fácil. Es que tú no me entiendes”.

—Le decían: “Vístase linda, salga a pasear…”.

—Exacto.Sos linda, estás sana, ya está. ¿Te vas a quejar? Mira todo lo que tienes. No entiendo esa quejadera tuya”. Entonces bueno, sí, le eché mucha culpa a mi entorno, pero después me di cuenta de que ellos no tenían qué decirme. Y fui a buscar dónde era. A sentarme con mujeres: “¿Cómo haces para tener el éxito que tienes? A mí no me cuentes todos tus logros ni me enseñes cuántos likes tienes. Yo quiero saber de verdad cuánto te costó”. Ese era el aprendizaje.

—Y a esas preguntas, ¿qué le respondieron?

—Al principio yo tenía que abrirme mucho para que ellas sintieran mi vulnerabilidad. Empecé a abrirme y a hablar un poco en serio, dejar la comedia a un lado. Yo, que pensaba que tenía el éxito y tenía todo controlado, y tenía toda esta carrera, no sé dónde estoy parada. Y entonces como que me contaron: “Estoy igual que tú”, o “Estoy un poquito más adelante o más atrás”. Era ganarnos un poquito la confianza en esta conversación con sinceridad para ayudarnos.

Erika de la Vega. personal.
Erika de la Vega participa del programa Ojos de Mujer, desde hoy -y todos los jueves- por E! Entertainment Television

—¿Cuándo sintió que comenzaba a empoderarse?

—Me costó, no fue inmediato. Yo creo que fue como al segundo año de hacer En defensa propia.

—Está bueno saber que no es rápido.

—No, no. Para mí no lo fue y tampoco quiero condenar a nadie que no va a ser rápido el cambio, porque fue largo el camino para aprender. Yo creo que hay herramientas que puedes aplicar inmediatamente y puedes tener una experiencia distinta muy rápido de la vida.

—¿Qué herramientas?

—Verle la luz a los demás y no verles el error, y no estar criticando todo el tiempo. Yo, al contrario, aprendí, y creo que es algo inmediato, de verte el pelo a ti: me encanta tu corte de pelo, que es lo primero que veo; y me encanta lo rápida que eres y qué buena eres en tu trabajo. Porque si yo te veo la luz a ti, yo me la voy a poder ver en mí. En cambio, si yo todo el tiempo te estoy condenando, ver lo mal que hago yo va a ser mucho más rápido también. Entonces eso para mí es inmediato: te veo la luz a ti y me veo la luz a mí, y nos convertimos en dos personas luminosas. En mi caso sentí que el cambio no fue tan rápido. Incluso yo sigo viéndome con mi sicólogo. Tú sabes, como que me costó volver a agarrar esa confianza y a no caer en que la validación venga de afuera otra vez. Es como una constante revisión.

—¿Cuál es la diferencia del éxito actual de los anteriores?

—Yo no quiero desmeritar cómo yo me sentía con el éxito anterior… Fue una carrera divina, hermosa, divertida, con unas oportunidades increíbles. No tenía yo que estar pensando en estructuras financieras (risas). No quiero desmeritar esa etapa de mi vida porque me divertí muchísimo. Yo lo que creo es que ahora sí puedo ver esta Erika en el interior. Puedo tener el amor propio, no importa qué esté pasando afuera. Tengo herramientas para lidiar conmigo misma, antes no sabía cómo defenderme de esta voz, de esta centrífuga negativa que a veces llega. Entonces creo que es distinto porque tengo éxito conociéndome.

—¿Cuáles fueron las situaciones más difíciles e incómodas que debió afrontar en estos últimos tiempos?

—Tomar esas decisiones de las que te vengo hablando. Separarme también fue una decisión que tomé en el camino. Porque, bueno, las relaciones funcionan hasta cierto punto, pero yo no lo había visto y tampoco quería. Creo que esa fue la más difícil. Aunque era algo que buscábamos como pareja. Entonces lidiar con eso, pero muy segura de que esto era un paso que yo estaba dando hacia esa reinvención y esa manera, ese futuro que yo estaba creando para mí. No fue fácil pero era lo que estaba buscando. Además mi hijo está creciendo, es adolescente, y también eso trae unos retos. Empezar a reconocerme emprendedora, que yo no sabía que era emprendedora, echar a andar un equipo que ya depende de ti.

—Mayor responsabilidad.

—Mucha responsabilidad, pero lo quiero hacer desde un lugar que no me condene ni me exija, porque yo quiero descubrir y estoy descubriendo ese lugar de hacerlo, es un lugar feliz. Un lugar feliz no, un lugar cómodo, de alegría, de entusiasmo. No del estrés porque es caer en lo mismo.

—Nombró a su hijo. ¿Cómo es como mamá?

—Bueno, esas cosas que uno va aprendiendo. Yo prefiero decir que soy un gorila militar (risas), muy fuerte, pero después aprendí con el tiempo que tenía que ser más suave. Tenía que ser más suave en la crianza y en dejar ser, en buscar esa identidad. En verlo como el maestro que es. O sea, este cambio ha permeado en todas las áreas vividas.

—¿Cómo se llama su hijo?

—Matías. Que le puse el nombre por Matías Alé, es una historia muy linda.

Erika de la Vega. personal.
Érika junto a su hijo Matías, a quien llamó así por Matías Alé

—Cuéntenos esa historia…

—Estaba el Bailando por un sueño con Marcelo Tinelli en esa época y yo no sabía qué nombre ponerle a mi hijo, yo estaba embarazada trabajando aquí y no sabía si ponerle Sebastián o Tomás. Tú sabes que los cubanos dicen, mi familia es cubana, yo soy venezolana pero parte de mi familia es cubana, entonces todos lo ponen como el chiquito, Teresita, Elenita, entonces yo le quería poner Tomás a mi hijo pero le iban a decir Tomasito y no quería que le dijeran así. Entonces vi a Matías Alé en el Bailando, en ese momento era novio de una del jurado, vivían ese romance públicamente. Y a mí me pareció buena historia, me gustó Matías. Yo le voy a poner Matías a mi hijo. Ya se quedó por Matías (risas).

—¿Habló con Matías Alé en alguna ocasión?

—No somos amigos, nos llamamos en una radio, una vez. Entonces le echamos el cuento y no lo podía creer. Claro, no tenía idea de que su nombre iba a ser la inspiración para el de mi hijo. Pero fue un momento súper divertido porque yo jamás en mi vida pensé que le iba a poder contar a Matías Alé la anécdota de que yo, acostada con mi panza en el departamento, me inspiré en él para ponerle el nombre a mi hijo. Muy divertido.

—¿Cómo sigue su agenda 2023?

—Sigo con En defensa propia. Sigo con la charla. Y Ojos de mujer, que comienza esta tercera temporada por el canal E! Ahí comparto con otras bellas mujeres, la Chiky Bombom, Elizabeth Gutiérrez y Carla Medina.

—Habló de belleza. ¿Cómo se maneja con la estética?

—Yo empecé en la radio y creo que eso a mí me ayudó mucho para que no le diera tanta importancia a lo estético. Obviamente si trabajas en el medio siempre va a haber, tú sabes, se me ve un poquito la papada, se me ve un poquito aquí, como uno trata de verse mejor, pero para mí siempre fue aportar algo diferente. Era más lo que llevamos en la cabeza, las ideas, la creatividad, que cómo nos veíamos. Y al final yo creía, y lo mantengo, que eso te da más tiempo, más vida a lo largo de una carrera en los medios que, bueno, se ha ido transformando gracias a Dios. Pero sí, me cuido pero no soy obsesiva. Mis primeros años siempre me decían que era como la gordita del medio y estaba bien con eso.

—¿No le molestaba ser la gordita?

—Hacía que no me molestaba. Pero después entendí que si me ponía un poquito más estilizada pues entonces tenía mejores oportunidades. Entonces lo hacía más por las oportunidades que por otra cosa.

Entrevista a Érika de la Vega
Érika de la Vega: “Yo quisiera es que el hombre no se sintiera amenazado por nuestras conversaciones y se sintiera más bien atraído a participar en ellas”

—Tengo enfrente a una especialista en reinventarse. Por favor quiero que nos dé su opinión sobre los hombres hoy.

—A los hombres hay que invitarlos a nuestra conversación.

—Bueno, invitémoslos.

—Sí, vamos a invitarlos. A ver, en mi podcast me gusta tener estas plataformas donde solo hablamos mujeres porque siento que el péndulo está encima de nosotras ahora. Llevamos mucho tiempo sin escucharnos y el hombre llevando todo, siendo el principal en todo. Yo creo que nos llegó el momento y estoy bien con eso. Lo que yo quisiera es que el hombre no se sintiera amenazado por nuestras conversaciones y se sintiera más bien atraído a participar en ellas. Entonces creo que la invitación es a reconstruir otra vez la relación. Los que abusan, perfecto que tengan su castigo, pero los que no han abusado no se alejen tanto porque también los necesitamos para que se pueda dar el cambio entre todos. De nada vale que todas queramos un cambio cuando las posiciones de poder todavía las tienen los hombres.

— Mencionó hombres amenazados, ¿cómo actúa un hombre amenazado?

—No comparte, se va, no participa. No nos mentorea. No nos da su conocimiento. Se encierra en su oficina. No permite que ninguna mujer vaya. Hay que buscar otros mecanismos. Reunirse en sitios más abiertos, con más mujeres, para que no se sienta amenazado. Pero yo quisiera que reconstruyamos esta relación, porque hay hombres buenos también. Yo quiero ver al hombre bueno. Y también quiero ver y señalar al malo y que tenga su castigo. Quiero sacar lo mejor del hombre porque también lo necesitamos para nuestro cambio, para nuestra igualdad de oportunidades. Si se sienten amenazados ¿cómo vamos a lograr más oportunidades para nosotras?

— ¿Qué extraña de su niñez?

—Extraño a mi familia, que me sostenía. Ahorita esto de ser yo la cabeza de la familia me pega a veces. Ser la mamá, la mujer, la que dice, la que toma la opinión. Ese apapacho antes cuando eras pequeña, que eran otros los que tomaban las decisiones y tú ibas feliz por la vida, eran otros los que lidiaban con la vida adulta. Eso es lo que puedo extrañar, que había gente que te sostuviera, mamá, papá, hasta abuelos, y ellos ahí que resuelvan. El almuerzo que lo hagan ellos. Las decisiones que las tomen ellos.

—¿Sus padres viven?

—Sí.

—¿Qué dicen de la hija? ¿La critican, la escuchan?

—Cero. Soy la segunda de dos hijas, me criaron muy independiente. Creo que siempre confiaron en mí o que iba a hacer las cosas, no sé si bien o mal, pero que las iba a hacer. No importa lo que ellos me dijeron tenía mucha opinión. No era combativa pero al final hacía la cosa que quería hacer. Ellos confiaron mucho en mí. Quizás demasiado. Pero gracias a eso pude desarrollar, nunca me juzgaron porque quería estar en el medio, más bien me lo aplaudían. Me dejaban. Quizás sí me dicen: “Bueno, te pasaste con esto que dijiste. Mira, estas con las consecuencias por lo que dijiste en tal programa o en tal otro”. Pero bueno, yo creo que esas son responsabilidades que yo fui asumiendo desde pequeña.

—¿Le molestan las críticas?

—Sí, creo que molestan. Que ya cuando entiendes que las críticas hablan más de la otra persona que de ti entonces tú respiras y no pierdes tiempo en contestar. Pero yo creo que las críticas siempre nos van a golpear. La cosa es cómo lidiamos con eso. Si es verdad lo que están diciendo o no.

—¿Cuántos años tiene?

—48.

—¿Qué fue lo mejor que hizo en estos 48 años?

—Empezar a hacer radio desde pequeña. Creo que la radio definió mi vida. Me hizo un camino completamente distinto. Gracias a lo que he vivido en los medios, me llevó hasta donde estoy ahora. Pero eso de dar, yo empecé haciendo un programa a las seis de la mañana cuando tenía 20 años y era algo como muy comprometido. Había que sacrificar muchas cosas para empezar. Pero yo creo que seguir mi intuición e irme por ahí definió mi vida y no sé si fue lo más importante, pero creo que sin eso no hubiera venido todo lo demás. Y todo lo demás son los amigos que tengo, las parejas que tuve, las parejas que vendrán, el hijo que tengo, creo que lo define. Haber tenido a Matías es bueno, pero no siento que la mujer se realiza cuando es mamá. Yo no, yo me realizo con tantas cosas que no solamente quiero que sea eso, porque también las mujeres que no son mamás todavía o las que no quieren serlo se pueden realizar de diferentes maneras, y yo me he realizado desde mi profesión, desde quien soy, desde las relaciones que tengo, y también desde el hijo que tengo.

—Para finalizar, si le regalara una caja con todas las cosas que perdió en su vida, y puede abrirla y recuperar una sola cosa, ¿qué sería?

—Mi abuela. Mi mamá trabajó toda la vida, entonces el cuidado se lo dio un poco a mi abuela, era el de consentirte, el de quererte, el de reconocerte, el de validarte. Entonces me hace falta mi abuela. Como esa conversación de “qué bonito lo haces” o “qué lindo lo que dijiste”. Ese estar pendiente me hace falta.

—¿Cómo se llamaba su abuela?

—Elena.

—¿Qué le diría a Elena?

—Ay no, primero preguntarle cómo le va. Yo creo que Elena sí hubiera entendido este cambio. Ella estaría feliz de ver todos los cambios que yo he hecho en mi vida, porque ella sabía muy bien que esto no funcionaba. Era de esas mujeres que no tenían ningún tipo de herramienta, nunca fueron al psicólogo, pero estaban tan conectadas con ellas mismas que sabían leer a todo el mundo en la familia. Esa era mi abuela. Entonces yo sé que ella me podría haber dicho: “Por fin lo hiciste. ¡Qué bueno, Tita! Lo hiciste perfecto”.

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