Santiago Maldonado nunca dejó de vivir en 25 de Mayo. Se iba. Agarraba la mochila por unos meses y vivía en otros lugares de a ratos. Enfilaba para Mendoza. Y de ahí cruzaba a Chile y al poco tiempo pasaba a Bariloche, a ver a su hermano mayor, Sergio, y a su cuñada Andrea. Y se quedaba con ellos un tiempo, o seguía por el camino patagónico: el último lugar que habitó fue un cuartito en el entrepiso de una biblioteca popular de El Bolsón. Otras veces apuntaba para Uruguay. Hasta que volvía. Siempre volvía a su casa del barrio Obrero, con su mamá Stella, portera de una escuela pública, y Enrique, su papá, trabajador municipal. A 15 cuadras del lugar donde creció, en una casa velatoria del centro de este pueblo bonaerense, su familia y sus amigos se juntaron este sábado para recordarlo, despedirlo y reclamar justicia. Santiago volvió para siempre. Y de la forma más triste.
“Estaba por venir, un par de días antes de la represión de Gendarmería, le pregunté a su hermano Germán y me dijo que en una semana volvía. Y mirá lo que pasó. Era un pibe muy sencillo y divertido, lo que le pasó es aberrante”, lo recuerda su amigo Pepe, albañil, unos años más grande que Santiago, con una tira de pelo “rasta” que cae sobre su nuca y recuerda la que Maldonado muestra en varias de las fotos que se hicieron célebres.
En la casa velatoria “Serrano”, una de las tres de este pueblo agroganadero de 25 mil habitantes, estuvieron Sergio y su esposa Andrea, también su cuñada Carolina y por supuesto sus padres, quienes llegaron al lugar cerca de las 14 y se quedaron allí, solos con el féretro de su hijo, durante dos horas.
Más tarde se abrieron las puertas para los amigos y el resto de la familia y cualquiera que quisiera. En la sala donde lo velaban, una corona de firmada por sus hermanos colmó de perfume florido una escena triste, con su abuela y su mamá acongojadas y acompañadas por amigos.
“Stella estaba aliviada porque por lo menos lo tiene acá con ella”, contó entre sollozos Bety, una vecina del barrio Obrero, quien no olvida a Santiago: “Siempre andaba en patineta, era un pibe muy inteligente y simple, le gustaba la naturaleza”. Carolina, otra vecina de su edad, se seca las lágrimas cuando describe la sonrisa que Maldonado tenía a los 4 años. “Era muy pícaro e inteligente ya a esa edad, tenía los mismos ojos que ahora, luminosos, y sabía hacer cuentas. El decía que ‘sabía contar plata'”, ríe triste su amiga, y luego lleva a Infobae a conocer uno de los coloridos murales que pintaba Santiago en 25 de Mayo (y que firmaba como Vlack Wizard), apenas a una cuadra y media de donde ahora .
“El Brujo era un tipo divertido, siempre hacía chistes, era transparente, vivió con nosotros siete meses”. Marina recuerda a Santiago y muestra el tatuaje que él le hizo en el centro de su espalda: “Un dibujo inca que él lo dejó perfecto”. Marina y cuatro amigos, con dos bebés, juntaron plata y llegaron de Mendoza. Se instalaron frente a la casa velatoria y colgaron una bandera negra con la leyenda anarquista “Muerte al Estado” y una bandera mapuche. Tienen pensado quedarse para el entierro, previsto para este domingo al mediodía en un cementerio privado. “No sabemos cómo vamos a volver porque no tenemos plata, pero queríamos estar con él y con su familia”, se emociona Marina.
Acá en 25 de Mayo los amigos le decían “Lechu”. “No sé si era anarquista pero era antisistema, era protector de animales y odiaba la violencia. Me reí mucho cuando dijeron que era experto en artes marciales”, ironizó con bronca su amigo Jesús, metalúrgico, y después, seriamente, aclaró: “Era un pibe de barrio, de la calle y que estaba con los trabajadores”.
Durante las horas previas al velatorio, en 25 de Mayo empezaron a circular versiones de que se desarrollarían importantes operativos policiales porque se esperaba el arribo de “militantes de Quebracho” y “encapuchados”. Por eso hubo locales comerciales que no abrieron en el pueblo. “Mi centro de jubilados hoy quedó cerrado. Decían que venían encapuchados con las viejitas de Plaza de Mayo. Ojalá este chico descanse en paz, porque se politizó mucho y el tema cansó”, comentó Susana, una vecina que se acercó junto a su marido Alberto al lugar donde velaban a Santiago. “Vinimos antes de Mar del Plata por miedo a que haya disturbios y problemas en la ruta”, agregó él.
La comunidad de 25 de Mayo, más allá del temor a incidentes, no pareció movilizada ni conmovida con la situación. Mientras la familia velaba a Santiago, la pequeña ciudad tenía su ritmo habitual. Tras la siesta, los vecinos ocuparon las veredas y las confiterías que bordean la plaza central.
El pueblo, no obstante, se preparó para una convocatoria multitudinaria. El Municipio local instaló un corralito para la prensa y una ambulancia con atención primaria. Además distribuyó 200 policías bonaerenses por toda la ciudad (muchos de ellos de civil). Pero el clima fue sereno, en contexto con la situación. No más de 100 personas pasaron por el velatorio, no hubo gritos, ni pintadas, ni insultos.
El clima en los alrededores del sepelio fue el que había pedido la familia un día antes en la Morgue Judicial: “sin banderas políticas y con respeto”. La concurrencia al sepelio fue más familiar que multitudinaria, o política, a pesar de la bandera anarquista y que por aquí pasaron a dar su pésame Myriam Bregman, Victoria Donda, Victoria Montenegro, Nicolás Del Caño y la Abuela de Plaza de Mayo Nora Cortiñas.
Cerca del atardecer, al pesar por la muerte de Santiago una preocupación se filtró en el ánimo de quienes acompañaban en silencio el duelo de la familia Maldonado. Los rumores del asesinato de un mapuche en Bariloche empezaron a tomar forma y a teñir de negro la despedida. Desde Esquel llegaron mensajes de integrantes de la comunidad en Resistencia en Cushamen, que estuvieron con Santiago en sus últimas horas de vida, el 1º de agosto. Uno de los amigos de Santiago lleyó como lo dejó su angustia: “Estamos enterrando a un amigo y nos matan a otro”.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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