Ha habido que ir despacio y ganarse la confianza en la medicina de los blancos. Hoy los residentes de este albergue de trabajadores inmigrantes vienen a buscar mascarillas y gel y aceptan contentos las consultas que les proponen sin temor a que “vengan a contagiarlos”.
La unidad móvil de diagnóstico y examen (UMDD), aparcada en una acera de una calle del norte de París, espera que haya voluntarios entre una población a menudo invisible para orientarlos sobre un seguimiento médico y una eventual puesta en cuarentena.
Trabajadores malienses, senegaleses y mauricianos, la mayoría, lo primero que se preguntaron era qué venían a hacer estas blusas blancas, con guantes y mascarillas, a la entrada de su residencia.
“Nunca hablo de covid ni de exámenes, menos al principio. Hubiera estado mal visto”, dice François Teboul, un exmédico de urgencias que recuerda la desconfianza el primer día. “Propongo tomar la presión, la diabetes… Fueron necesarias dos semanas para generar confianza”, dice.
La unidad, instalada el 21 de abril en una barraca prefabricada, está ahora en un pasaje de barreras lúgubres y rotondas vacías. El viernes por la mañana, había cuatro citas en la agenda y algunas personas esperaban delante de la puerta.
– 24 casos sospechosos –
La iniciativa –que ya ha recibido cerca de 160 pacientes, de ellos 24 casos sospechosos que han dado positivo con el test PCR– nació de las empresas de suministro de material (Loxam), equipos médicos (Thermoflash, Loxamed) y teleconsulta (plataforma Teledok, del doctor Teboul). Sus dirigentes están implicados benévolamente.
“La alcaldía de París rápidamente se sumó a nuestra idea de llevar unidades móviles de salud a las poblaciones más vulnerables, explica Arnaud Molinié, presidente de Loxamed.
A la entrada, Nabil El Khedri entrega a los pacientes una mascarilla quirúrgica y les muestra cómo lavarse las manos, con gel hidroalcohólico. El joven director general de Loxam les propone a cada uno que vean al médico. Si el visitante ya tiene cita, le explica cómo ponerse una mascarilla FFP2 (más segura) en otra habitación, para una teleconsulta.
Es el turno de Tidjane, de 37 años, que se siente cansado, explica en la pantalla. El médico verifica su peso, la presión y la temperatura, y después empiezan las preguntas: tos, dolor de garganta, náuseas, picores…
Todo está bien. Tidjane se va lleno de recomendaciones y un kit con tres mascarillas, fabricadas por el colectivo “Sur le fil” (Sobre el hilo) y una guía de buenas prácticas.
Entre consulta y consulta, las dos piezas son ventiladas y se desinfecta el mobiliario. “Muchos no tienen ninguna cobertura social. El hecho de que estemos aquí todo el tiempo ha permitido generar confianza”, dice Nabil El Khedri. “Esta experiencia piloto nos permite evaluar los temores y los bloqueos”.
Haroun, de 25 años, “indocumentado” precisa, pasa a rellenar su frasco de gel. Como Adel, un palestino de 58 años que cayó enfermo de covid-19 a mediados de marzo.
– “Triste y asquerosa” –
“Es una enfermedad triste, asquerosa”, dice mientras cuenta cómo fueron las noches de fiebre, presión en el pecho, el miedo a morir y un cansancio inconmensurable.
De esta pesadilla, Adel saca la sabiduría del recuperado. Por ello, recorre los pasillos de la residencia para dar consejos, aunque no siempre es bien recibido. “Vete, no es tu trabajo”, le gritaron los viejos sentados en el vestíbulo a los que les recomendaba llevar mascarilla y evitar la sala de oración en pleno Ramadán.
“Ahora está cerrada, pero todo el mundo reza en el rellano”, dice al abrir su estudio minúsculo donde cabe una cama pequeña y un televisor.
La residencia cuenta con 400 habitaciones para 600 habitantes debido a las turnos de día/noche para dormir.
Luego de tres semanas de exámenes, la alcaldía de París estaría dispuesta a desplegar nuevas unidades, dice Arnaud Molinié. Y varias grandes empresas están interesadas cuando empiecen a recibir a sus empleados desconfinados a partir de este lunes.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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