Kemal Kilicdaroglu no es un obvio candidato a presidente. Se presenta como un hombre humilde. Su voz es calma y nunca interrumpe a su interlocutor. Tal es su temple tranquilo y su leve similitud al revolucionario indio -ayudada por sus anteojos- que se ha ganado el apodo de “Gandhi Kemal”.
Sus videos austeros de campaña grabados desde su propia cocina con los repasadores colgando detrás lo han convertido en el anti-Erdogan, presidente de Turquía desde el 2014 y hombre fuerte del país desde que se convirtió en primer ministro una década antes, quien encontró en este economista de 74 años de la minoría aleví del islam un digno e inesperado candidato que podría sacarlo del poder luego de dos décadas de dominio político y más de una docena de victorias electorales.
“Kilicdaroglu es la esperanza del pueblo”, gritan sus simpatizantes, la mayoría de ellos jóvenes. Las encuestas lo posicionan con una leve ventaja en esta primera vuelta y una posible victoria el 28 de mayo en la segunda, a la que se llegaría si ninguno de los candidatos obtiene más del 50% de los votos.
El líder opositor el Partido Republicano del Pueblo (CHP) está al frente de la Alianza Nacional compuesta por seis partidos. Es un ex funcionario público serio y austero, durante su campaña prometió que llevaría una vida muy diferente a la de Recep Tayyip Erdogan, y que se negaría a vivir en el palacio presidencial, a favor de una residencia más modesta. “Soy como ustedes”, dice simplemente.
La inflación que alcanzó el 85% el año pasado y el creciente costo de vida son las principales preocupaciones de los turcos hoy, y las mayores críticas a Erdogan. Kilicdaroglu prometió soluciones, con un regreso a políticas económicas más ortodoxas.
“Sé que la gente está luchando por salir adelante. Conozco el costo de vida y la desesperanza de los jóvenes”, dijo Kilicdaroglu en un mitin la semana pasada. “Ha llegado el momento del cambio. Es necesario un nuevo espíritu y una renovada comprensión”.
También busca un regreso al sistema parlamentario de gobierno y la independencia del poder judicial. Hoy en Turquía cualquier persona puede ir a la cárcel por insultar al presidente. “Les digo a los jóvenes que pueden criticarme libremente. Me aseguraré de que tengan este derecho”, dijo el hombre que ha sobrevivido a varios ataques violentos, ganándose la reputación de ser uno de los políticos más atacados del país.
Fue golpeado dos veces antes de dar un discurso en el parlamento en 2014. Sufrió un hematoma en la mejilla y en el ojo. Dos años después su convoy fue atacado con un misil por el grupo militante kurdo PKK. En el 2017, escapó de un intento de bombardeo por parte de ISIS. En el 2019, sobrevivió a un intento de linchamiento durante el funeral de un soldado en Ankara. Su respuesta siempre fue tranquila y tendiente a llamar a la calma.
Nacido en diciembre de 1948 en la provincia oriental de Tunceli y el cuarto de siete hijos, Kilicdaroglu es un aleví, un grupo minoritario que sigue una fe basada en las tradiciones populares musulmanas chiítas, sufíes y de Anatolia. Hijo de un ama de casa y funcionario público, fue siempre un alumno sobresaliente, y más tarde se decidió a estudiar economía en la Universidad de Ankara.
Trabajó durante años como funcionario en organismos financieros turcos. Como director de la Institución de Seguridad Social fue conocido por sus esfuerzos para eliminar la corrupción.
Estuvo siete años en el parlamento antes de presentarse en la carrera para alcalde de Estambul, que perdió, pero que lo posicionó en su incipiente carrera política.
Luego de que el líder de ese momento del CHP se viera obligado a renunciar por el escándalo que surgió tras la filtración de un video que revelaba una aventura amorosa, Kilicdaroglu se postuló reticentemente y ganó.
Hace 13 años que está al mando y ha realizado varios cambios, como borrar el espíritu militar que caracterizaba a su partido, eliminar gastos innecesarios y diversificarlo a través de la incorporación de distintas figuras religiosas y activistas por los derechos de las mujeres.
Estas elecciones no solo decidirán quién liderará Turquía, sino qué papel puede desempeñar el país para aliviar el conflicto en Ucrania y Medio Oriente. Kilicdaroglu prometió relaciones más fluidas con Occidente y una postura más firme frente a Putin comparada con la de Erdogan, que se ha posicionado como un mediador entre ambas partes.
“Crearemos una política en el marco de lo que requieran los intereses de Turquía. Somos un partido político que cree que la política exterior que se sigue actualmente no está a favor de Turquía”, dijo durante una entrevista con The Guardian. “Sabemos que Ucrania ha sido invadida injustamente. Por lo tanto, los apoyamos en ese sentido. Proporcionaríamos todo tipo de apoyo político que se necesite”.
Si gana, Kilicdaroglu enfrenta desafíos para mantener unida la alianza opositora, compuesta por nacionalistas, islamistas, laicos y liberales.
Pero lo cierto es que Erdogan parece estar más cerca que nunca de la derrota con un perfil cada vez más autoritario, enfrentado al de Kilicdaroglu, quien promete restaurar la democracia.
“Estas elecciones se tratan de reconstruir Turquía, asegurando que ningún niño se acueste con hambre. Se trata de garantizar la igualdad de género”, dijo Kilicdaroglu en un mitin en el bastión de CHP de Izmir, en el oeste del país. “Estas elecciones se tratan de reconciliación y no de conflicto. Y estas elecciones se tratan de llevar la democracia a Turquía”.
Las divisiones dentro de la oposición han ayudado durante mucho tiempo a Erdogan a mantenerse en el poder, pero esta vez Kilicdaroglu se postula como candidato de un bloque unido, y se aseguró el apoyo tácito del partido pro kurdo.
Y con la reciente renuncia del candidato Muharrem Ince, quien anunció el jueves que se retira de la contienda, las posibilidades de Kilicdaroglu aumentan aún más.
Además, otro factor que le juega en contra al actual presidente turco es el devastador terremoto de febrero que mató a más de 50.000 personas y expuso años de negligencia del gobierno, por su aplicación laxa del código de construcción. Unas 658.000 personas quedaron sin trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo.
El terremoto de magnitud 7,8 destruyó o dañó más de 300.000 edificios, y cientos de miles de residentes se refugian en alojamientos temporales como tiendas de campaña. Esto explica también el sentimiento antimigratorio del candidato opositor, cuya alianza promete deportar a millones de refugiados sirios y afganos que viven en Turquía.
Los refugiados eran recibidos con los brazos abiertos en Turquía, pero el rechazo a los inmigrantes aumenta cada día más en medio de la recesión económica, por la escasez de viviendas y refugios en las provincias afectadas por el terremoto, lo que ha aumentado los llamados a los refugiados sirios para que se vayan.
Kilicdaroglu dijo que buscará fondos de la Unión Europea para construir casas, escuelas, hospitales y carreteras en Siria, y que alentará a los empresarios turcos a abrir fábricas y otros negocios allí. Pero, en definitiva, el objetivo prometido es ambicioso y no muy bien visto desde Occidente: deportar a 2 millones de refugiados a Siria en dos años.
Erdogan, quien ha dirigido a Turquía como primer ministro y presidente desde 2003, se enfrenta a la elección más desafiante de sus 20 años de poder. Kemal Kilicdaroglu es el candidato que esperó con paciencia y tranquilidad el momento indicado. Y parece que ese día podría haber llegado.
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