“El que no se adapta, hace sapo”. Con poder de síntesis zoológica, Lucía Cirillo, martillera y dueña de una inmobiliaria en Pinamar, explica el panorama de la temporada de verano ’18 en toda la Costa. Es que este año se consolida una tendencia que crece un poco más cada nuevo enero: el “turismo golondrina”. Las vacaciones todo el mes o, incluso, la quincena, ya son una foto sepia para las familias argentina.
La nueva clase turista siglo XXI migra como las aves de paso. Los más afortunados dividen el tiempo de ocio con algunos fines de semana de verano en la Costa, otros en la Patagonia, o un fin de semana largo en las sierras y una semanita de julio (y lujo) en Brasil. Los menos, encaran por la ruta 2 los viernes y vuelven a casa los domingos. Así, lugares que en otro tiempo fueron la residencia de medio país, como Pinamar o Villa Gesell, ahora se resignaron y se adaptaron para recibir visitas por períodos cortos.
“Vamos a tener una ocupación casi completa de jueves a domingo y lunes, martes y miércoles va a bajar un poco. Trabajamos con el operador privado para que se queden toda la semana. Se hacen promociones en la semana con tarifa reducida”, explica Eduardo Isach, secretario de Turismo de Pinamar. Algunos hoteles, incluso regalan días de estadía.
La expectativa, tanto para operadores turísticos, como para dueños de balnearios, restaurantes, departamentos y hoteles en Pinamar es de todos modos positiva. Si la de 2017 fue una temporada “floja”, esperan que esta que acaba de nacer mejore las perspectivas de aquí al otoño, pero especialmente este mes.
Según quién aporte la estimación, el nivel de ocupación para enero varía entre el 75% y el 85 por ciento. Todos coinciden en que el fin de semana largo de Año Nuevo, Pinamar estalló y estuvo al 90 por ciento. “Pero esperamos una temporada rara”, admite Ignacio Serra, secretario de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica local, quien entiende que la modalidad golondrina ya es una costumbre consolidada: “Vienen por tres o cuatro días, negocian en el momento. Así se porta la mayoría”.
Serra ve que las distancias acortadas con Buenos Aires o La Plata, gracias a una ruta que es autopista en más del 50% de su trayecto, y la competencia con otros lugares “como las estancias a 60 kilómetros de Capital”, aportaron lo suyo para este incipiente escenario competitivo.
Por eso muchos hoteles, balnearios y restaurantes ofrecen promociones de descuentos para atraer al turista. La voz oficial indica que no hubo aumento de precios respecto del verano 2017. “Venimos manejando un acuerdo con hoteles, gastronomía y balnearios de mantener los mismos precios, o a lo sumo llegar a un 10% de incremento”, comenta Isach. Sin embargo, por lo bajo todos los involucrados en el negocio del turismo admiten un incremento que en realidad va del 15% al 22% en todos los precios. “No creo que supere el 15% porque al ser viajes cortos, los hoteles quieren ocupar”, agrega Serra.
“Cerramos promociones con los bancos, otras en determinados horarios, en platos del día, porque necesitamos vender”, explica Serra. Isach opina igual: “Necesitamos que la gente salga a consumir, si no el verano no va a resultar bueno”. Almorzar o cenar un restaurante o parador no baja de los 250 pesos por persona. Y una habitación doble en un hotel tres estrellas promedia los $1.700.
Ante esta situación, más difícil es estimar los valores de departamentos o casas. La inmobiliaria de Cirillo puso como fracción mínima para el alquiler de casas, una semana. Una de cuatro dormitorios a 200 metros del mar cuesta $ 5000 por día, en cualquier semana de enero. “Pero es difícil estimar un precio promedio porque depende del servicio. Al venir por menos tiempo, el veraneante privilegia los servicios que se ofrecen. Busca un lugar moderno”, explica Cirillo, quien reconoce que la ocupación de departamentos, por el momento, apenas ronda el 60 por ciento.
El presente en los renovados balnearios de Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló es similar a los otros rubros. “Esta temporada, si no la complica el clima, pinta como ligeramente mejor que la pasada. Estamos ocupando más. Tenemos un nivel un poquito superior a la temporada pasada: entre el 80% y 85% para los domingos de enero”, explicó Mauricio Villate, propietario de un parador en Cariló, la localidad más cara de la zona.
En ese atractivo bosque con mar, alquilar una carpa sale 1800 pesos el día. Y una sombrilla, 1200 (cuando en Río de Janeiro cuesta 56 pesos argentinos). Villate tampoco desconoce la nueva modalidad golondrina: “Si antes el 80% te alquilaba la carpa todo el mes, ahora esa gente apenas representa el 30%”.
En los paradores de Pinamar, el precio diario de las carpas es de entre 900 y 1200 pesos. Y la sombrilla, de 500 a 800. Adrián Calabrese, presidente de la Asociación de Concesionarios de Balnearios de Pinamar, admite que hay precios exorbitantes, y que eso aleja a algunos veraneantes: “El problema es que los costos son altos y esto no deja de ser un negocio. Los balnearios pagamos un canon de 420 mil pesos. Ojalá el valor de las sombrillas fuera la mitad. Uno es consciente y se para del otro lado del mostrador”.
A pesar de que la fuerza de los veraneantes golondrinas, los paradores ofrecen precios mejores para quien alquile una carpa: si sale 1000 por día, la quincena se ofrece a 11 mil pesos.
“Siempre hay veraneantes de fin de semana. Es una nueva manera de hacer turismo y hay que acostumbrarse. La modalidad de hacer turismo cambió, hay competencia por todos lados. La gente hoy decide tomarse días más veces al año pero por lapsos cortos y conocer distintos lugares. Hoy somos competencia con todos”, entiende Isach. Y le ve el lado positivo: “Es buenísimo porque hace que uno esté activo”.
Cirillo tiene una mirada similar: “Cambió la forma de tomarse vacaciones y hay que saber adaptarse. Si sos inteligente, la fracción te puede beneficiar. La variedad de clientes se amplía”.
Fotos: Diego Medina
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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